2 de enero de 2016

Goethe & Werther. Entre la tragedia romántica y el drama psicológico (1)

En 1776 el escritor alemán Friedrich Maximilian von Klinger (1752-1831) publicó un drama en cinco actos titulado "Sturm und drang" (Tempestad y pasión), una historia que transcurre en Norteamérica durante las guerras de la independencia. En una posada, tres jóvenes pertenecientes a la aristocracia inglesa esperan el momento de la batalla con el mismo frenesí que utilizan para generar el amor en una mujer. No hay tormentas bélicas ni ímpetus guerreros en la trama. Tampoco temporales revolucionarios ni arrebatos patrióticos. La tempestad y la pasión a las que hace alusión el título se expresan fundamentalmente en los diálogos entre los personajes sobre las desavenencias provocadas por los amores conflictivos que viven: los celos, el odio, el adulterio, la reconciliación.
Fue esta obra la que daría nombre a un movimiento político y literario que nacería como respuesta a las doctrinas asociadas a la estética del racionalismo de la Ilustración predominante. Primando los sentimientos y las emociones por sobre la razón, el Sturm und Drang fue un movimiento contestatario juvenil que se rebeló contra el orden social establecido. La libertad del artista y los derechos del hombre -encorsetados por las diferencias sociales y las hipocresías morales- eran valores esenciales junto con la voluntad de emancipar al individuo; por ello, rechazaba la vida profesional burguesa, considerada oscura y estrecha, así como las concepciones y los criterios éticos de aquel mundo burgués.
Considerada la precursora del Romanticismo, esta corriente literaria -por puro patriotismo artístico- reaccionó contra el muy influyente por entonces neoclasicismo (tanto el italiano como el inglés, pero sobro todo el francés), propugnando por la originalidad del autor para expresar su subjetividad individual en contraposición al normativismo lingüístico que imponía aquél. Su acción fue revolucionaria en tanto que, durante las dos décadas que floreció, logró establecer firmemente a los escritores alemanes como los líderes culturales en la Europa de la que muchos consideraban que Francia era su centro de desarrollo literario.
Su punto de partida fue "Fragmente über die neuere deutsche literatur" (Fragmentos sobre la moderna literatura alemana) del filósofo y crítico literario 
Johann Gottfried von Herder (1744-1803), obra publicada en 1767, a la que le seguiría la también influyente "Kreuzzüge des philologen" (Cruzadas del filólogo) del filólogo Johann Georg Hamann. En ambos ensayos se exaltaba la espontaneidad, la intensidad y la originalidad de los artistas, cuya genialidad debía ser innata y no producto del estudio. Esa genialidad debía emparentarse con la idea de libertad en la literatura y con un nuevo interés por la naturaleza. Los ejemplos a seguir eran William Shakespeare (1564-1616) y Jean Jacques Rousseau (1712-1778): la poesía genial del dramaturgo y poeta inglés y la exaltación del hombre en comunión con la naturaleza del filósofo y botánico francés. Los autores más destacados de esta renovación literaria fueron Friedrich Gottlieb Klopstock (1724-1803), Heinrich Leopold Wagner (1747-1779), Friedrich Müller (1749-1825), Jakob Reinhold Lenz (1751-1792) y Friedrich Schiller (1759-1805), cuya obra "Die räuber" (Los bandidos) marcó el fin de la corriente del Sturm und Drang y es considerada el preludio del Romanticismo.
Pero, sin lugar a dudas, la gran figura del movimiento fue Johann Wolfgang von Goethe (1749-1832), el autor de "Die leiden des jungen Werther" (Las desventuras del joven Werther), la novela más emblemática de este período. Autor de obras tan relevantes como "Wilhelm Meisters lehrjahre" (Los años de aprendizaje de Wilhelm Meister), "Die wahlverwandtschaften" (Las afinidades electivas) y "Faust. Der tragödie" (Fausto. Una tragedia), Goethe fue muy escéptico sobre la validez de los preceptos del clasicismo francés que prevalecían indiscutidos en la Alemania de la época (incluidos los de las tres unidades dramáticas -lugar, tiempo y espacio- que la escuela teatral francesa había adoptado del antiguo teatro griego) y los sustituyó por el placer de la expresión directa de las emociones al valorizar la poesía popular alemana como fuente de inspiración para su literatura. También fue un gran promotor de la novela epistolar, un género que no sólo innovaba en cuanto a la descripción psicológica de los personajes y los narradores, sino que también brindaba a las obras un cierto aire de confidencialidad, de asunto privado al que el lector no debería acceder.


La comunicación vía epistolar se remonta a la antigüedad. Autores clásicos como Marco Tulio Cicerón (106-43 a.C.) o Lucio Anneo Séneca (4 a.C.-65 d.C.) dejaron extensos epistolarios sobre múltiples temas. Más adelante, escritores como el español Diego de San Pedro (1437-1498) o el inglés Samuel Richardson (1689-1761) utilizaron el género en novelas como "Cárcel de amor" y "Pamela or virtue rewarded" (Pamela o la virtud recompensada) 
respectivamente. Luego, este recurso narrativo sería utilizado también por autores de la talla de Jane Austen (1775-1817) en "Lady Susan" (Señora Susan) o Fiódor Dostoyevski (1821-1881) en "Bédnyie liudi" (Pobres gentes). En todos los casos el público respondía masivamente, ya que planteaba temas de gran intimidad (he ahí lo novedoso), que habitualmente se tenían por confidenciales. La historia del acontecimiento representado por "Las desventuras del joven Werther" es un tanto inusual: publicada en Leipzig sin el nombre del autor en 1774, la novela fue un éxito in­mediatamente, y sus lectores sobrepasaron por mucho el círculo tradicional de la gente de letras. Pronto traducida, adaptada, imitada e incluso parodiada en toda Europa, hizo célebre a un joven de veinticinco años, Goethe, que aceptaría entonces abiertamente la paternidad del libro.
En el origen de la aventura trágica de su hé­roe se encuentran acontecimientos personales (un desdichado incidente amoroso con la prometida de uno de sus amigos) unidos a elementos de un caso policial (el suicidio de otro amigo por causa de un amor no correspondido). Ellos eran en la vida real Charlotte Buff (1753-1828) y Karl Wilhelm Jerusalem (1747-1772) 
respectivamente y ambos fueron inspiradores de la novela. Trece años más tarde, una versión retocada de la misma asentó definitivamente su renombre en la literatura universal y hasta creó una moda masculina: la de vestirse con pantalón blanco, botas, traje azul y chaleco amarillo al igual que el protagonista de la novela. Su trascendencia fue tal que, casi medio siglo más tarde, Napoleón Bonaparte (1769-1821) llevaba siempre consigo un ejemplar en sus campañas militares y Mary Shelley (1797-1851) incluyó una escena en "Frankenstein, or the modern Prometheus" (Frankenstein, o el moderno Prometeo), la más famosa de sus novelas, en la que la monstruosa criatura aparece leyendo "Werther".


Aquella tragedia del amor romántico generó un enorme revuelo, tanto en la crítica como en los lectores. El personaje Werther despertó sentimientos encontrados: se lo alabó con el mismo énfasis con que se lo condenó, pero la genialidad de su creador no fue puesta en duda ni por unos ni por otros. Aquel talento natural del que hablaban los teóricos del Sturm und Drang estaba presente en "Werther" en toda su magnitud, una condición que pesó tanto de manera positiva como negativa en Goethe: por un lado le significó un éxito instantáneo que lo hizo pasar de ser prácticamente desconocido a convertirse en una de las primeras celebridades del mundo literario; por otro, la categorización de genio de la literatura lo condujo a su idealización, lo que conllevó la pérdida de su autonomía creativa. Ya en su vejez, Goethe guardó cierta distancia con "Las desventuras del joven Werther". Lamentó su fama al advertir que prácticamente sólo era conocido por esta novela entre todas las que había escrito. Tanto el filósofo húngaro György Lukács (1885-1971) en "Ästhetik" (Estética) como el alemán Theodor Adorno (1903-1969) en "Die ästhetische theorie" (Teoría estética), se ocuparían del tema de la genialidad de un artista, y ambos coincidieron en que tal concepción produce a la vez atracción y rechazo, placer y temor, tal como le ocurrió a Goethe.
Tras largos y secretos preparativos, Goethe escribió "Werther" en cuatro semanas, sin borrador ni esbozo alguno, en un estado de inconsciencia y sonambulismo. Su personaje y él padecían las mismas tristezas, la misma soledad, el mismo inconformismo. La filóloga española Carmen Bravo Villasante (1918-1994) escribió en el prólogo a una edición hecha en España en 1969: "El joven romántico que es Werther no sólo padece de amor; es un alma solitaria en una sociedad que no le gusta. Le molestan las relaciones burguesas, la burocracia, el ceremonial y, rebelde, libre y orgulloso, se opone al servilismo y al envilecimiento. A las penas del joven Werther se añade un descontento hacia el ambiente que lo rodea, donde hombres cautos y falsos tienen la mayor preponderancia. Es feliz en el retiro de su cabaña; suele esconderse para gozar de la soledad elegida libremente y confundirse con la naturaleza. El individuo descontento de la sociedad, el joven sensible, anhela más que nunca ser comprendido por alguien; de ahí la fuerza con que se entrega a la pasión del amor y la encanto de las afinidades electivas".


Así se lo dice a su inseparable amigo Wilhelm, a quien van dirigidas todas las cartas: "Wilhelm, ¿qué es el mundo para nuestros corazones cuando no hay amor? Una linterna mágica sin luz. Pero en cuanto empieza a brillar en su interior la llama, se ven aparecer en sus paredes todo tipo de figuras, formas y colores. Aun cuando todo lo que se presenta a la vista no fuera más que eso, aun cuando todas esas apariciones no fueran más que fantasmas pasajeros, ¿no es una gran fortuna tomar parte en este espectáculo de ilusiones?". Pero su amor está signado por la imposibilidad de concretarse, por la tragedia, y así se lo dice a Wilhelm: "¿Qué esto amigo mío? Estoy asustado de mi mismo. El amor que ella me inspira, ¿no es el más puro, el más santo y el más fraternal de los amores? ¿He abrigado jamás en lo más recóndito de mi alma un deseo culpable? ¡Ah! No me atrevería a asegurarlo. ¡Si ahora mismo sueño! ¡Cuánta razón tienen los que dicen que somos juguetes de fuerzas misteriosas y contrarias! Hace días que mis sentidos se han turbado; ya no tengo fuerzas ni para pensar; mis ojos se llenan de lágrimas. No me hallo bien en ninguna parte y, sin embargo, estoy bien en todas. No espero nada, nada deseo. ¿No es mejor que me vaya?".