18 de agosto de 2014

Eric Hobsbawm: "El marxismo es una forma de interpretar el mundo que ha probado y continúa probando su extrema utilidad" (4)

En el último tramo de su vida, Hobsbawm fue más un intelectual que un historiador. Sus ensayos se enfocaron en el análisis de la orientación de la política imperialista estadounidense, los efectos de la globalización y el impacto de la gran debacle económica que comenzó en 2008. Esto se reflejó en sus trabajos postreros: "Essays on globalization, democracy and terrorism" (Globalización, democracia y terrorismo), "Fractured times. Culture and society in the 20th century" (Un tiempo de rupturas. Sociedad y cultura en el siglo XX) y sobre todo en "How to change the world. Tales of Marx and marxism 1840-2011" (Cómo cambiar el mundo. Marx y el marxismo 1840-2011), obra esta última en la que hizo su propio balance sobre el pensamiento marxista desde distintas perspectivas. Hobsbawm puso fin a su meticuloso estudio del siglo XX con un desalentador vaticinio: "Fracasaremos si intentamos construir el tercer milenio prolongando el pasado o el presente", para proponer sin ambages: "Ha llegado la hora de tomarse en serio a Marx". A renglón seguido la cuarta y última parte de los fragmentos de entrevistas realizadas a Hobsbawm por Peter Glotz (revista "Die Neue Gesettschaft", Hamburgo, julio de 1987), Aldo Panfichi (revista "Quehacer", Lima, marzo de 1992), Horacio Bilbao (revista "Ñ", Buenos Aires, octubre de 2012) y Steven Navarrete Cardona (revista "Arcadia", Bogotá, octubre de 2012).




¿En qué sentido repensar el marxismo?

El marxismo es una forma de interpretar el mundo que ha probado y continúa probando su extrema utilidad. Revise usted la producción intelectual más importante de las últimas décadas, incluso la escrita por antimarxistas, y encontrará en ella la influencia del marxismo, ya sea en sus categorías de análisis o en su forma de razonar. Sin embargo, los intentos que los marxistas hemos hecho por cambiar el mundo no han sido tan exitosos. Por supuesto que hay razones históricas que explican esto. Pero la enseñanza más importante es que cambiar el mundo es un asunto mucho más complicado que interpretarlo. Esto no significa que debamos abandonar nuestras esperanzas por un mundo mejor. Todo lo contrario: debemos reconocer nuestros errores y buscar otros caminos. Debemos reconocer que en el pasado, tratando de hacer la revolución, hemos impuesto criterios que al final han producido más daño que soluciones. Pensando en el futuro, tenemos la obligación de ser más humildes con nuestra propia capacidad de cambiar la naturaleza humana y la sociedad. Debemos dejarnos llevar por la realidad, incluso por lo que la gente está preparada para hacer y no solamente por lo que ellos dicen que quieren hacer. 

En esta perspectiva, ¿cuál sería el elemento central de este esfuerzo por repensar el marxismo?

Para mí, el elemento central es la concepción materialista de la historia. Esta concepción nos permite analizar desde una perspectiva totalizadora los cambios históricos y el modo de operar de los grandes sistemas sociales. También la relación entre lo que nosotros queremos alcanzar en una cambiante sociedad y las condiciones objetivas dentro de las cuales debemos desarrollar nuestros esfuerzos.

Otra tradición importante en el pensamiento marxista es pensar que la revolución violenta, tal como la llevaron a cabo los bolcheviques, es la única  manera de lograr cambios sociales, políticos y económicos. ¿El marxismo también tiene que repensar esto?

Hay en realidad dos cosas distintas en su pregunta. Una es acerca de la justificación histórica de la Revolución de Octubre. Yo pienso que esto debemos discutirlo nuevamente. En 1917 la mayoría de marxistas pensaba que no existían condiciones reales para una revolución socialista en Rusia. No eran sólo Rosa Luxemburgo o los socialdemócratas alemanes quienes pensaban de esta manera, sino la mayoría de marxistas. Así que la revolución no fue la única opción presente durante esos días. La pregunta que debemos hacernos es por qué los bolcheviques tomaron este camino. Yo creo que ellos pensaron que la Revolución Rusa desencadenaría los ímpetus  y los deseos por otras revoluciones en Europa, de manera especial en Alemania. Los bolcheviques creían que con esto las perspectivas de sobrevivencia para su revolución serían mayores. Sin embargo, no sucedió así. Es equivocado especular sobre hechos históricos ya realizados. Pero mirando hacia atrás es legítimo que nos preguntemos cuán indispensables son las revoluciones en relación con otras formas de cambio social. No creo que exista una respuesta única y rotunda. Los cambios sociales toman  una gran variedad de formas, y una de ellas es la revolución. Definitivamente no se puede decir que existe un solo camino para alcanzar cambios sociales y políticos.

En uno de sus libros usted señala que la idea moderna de Nación es un concepto históricamente joven -siglo XVIII- y con una connotación dual. De un lado es una construcción de ingeniería social elaborada por las élites en busca de una identidad común. Pero, al mismo tiempo esta construcción no puede ser sostenida social ni políticamente si no se toma en cuenta las necesidades y aspiraciones de la gente común. Con estas premisas, ¿cómo entender el actual quiebre de varios Estados nacionales en varias partes del mundo y el surgimiento de demandas nacionalistas y conflictos políticos con un fuerte componente étnico?

Creo que es el derrumbe de una idea de construcción de Nación basada en una homogeneidad étnica y lingüística. Los hechos demuestran que el desarrollo del capitalismo no ha tenido el impacto homogeneizador que se esperaba, y que las formas de identidad locales y étnicas permanecen muy arraigadas. Sin embargo, tengo la impresión de que el racionalismo del siglo XX, esencialmente étnico y lingüístico es particularmente negativo. Lo paradójico es que reclamando reconocimiento se insiste en los exclusivismos. No se trata de juntar a la gente, sino de enfatizar lo que separa. De excluir de las nuevas naciones a todos aquellos que no pertenecen a una idea muy estrecha de comunidad. Yo creo que esto es un error. Este no fue el ideal de los líderes de los grandes movimientos de liberación nacional como Mandela o Nehru.

¿Qué relación existe entre estas demandas étnicas y nacionalistas y el incremento del fundamentalismo político y religioso?

Me parece que ambas son reacciones al derrumbe de viejas certidumbres, creencias y valores. Básicamente es un rechazo  al progreso y una demanda por volver a rígidas prácticas religiosas, ya sean cristianas o islámicas. Lo mismo sucede con los nacionalismos étnicos o lingüísticos. Esto ocurre en uno de los períodos de mayores transformaciones en la historia de la humanidad. Veamos a América Latina, donde a inicios de los años '50 el pueblo era mayoritariamente campesino. Ahora no existe un sólo país donde los campesinos sean, digamos, el 30% de la población. Esta transformación ha sucedido en sólo una generación y, obviamente, la extraordinaria rapidez de los cambios ha impactado fuertemente en la vida cotidiana de las personas. En este contexto sería excelente que la gente se convirtiera en socialistas o comunistas, y quizá algún día lo sean. Sin embargo, lo que ellos han escogido es algo que les dé soluciones y certidumbres simples. Eso también sucede en la política. A eso yo lo llamo la política de la identidad.

¿Tiene pertinencia la obra de Marx en América Latina? Teniendo en cuenta que en esos países existe una dualidad estructural donde conviven varios modos de producción.

El mismo hecho de que se haga referencia a modos de producción que coexisten demuestra la relevancia de un análisis marxista de la región. Pero debe ser un análisis concreto basado en su desarrollo social y no un intento de encontrar orientación en las obras clásicas de Marx, Engels, Lenin o Trotsky, quienes no sabían mucho sobre Latinoamérica ni escribían mucho sobre la región.

Gracias a sus estudios agrarios y sobre campesinado, tanto británico, europeo mediterráneos y latinoamericanos la Historia Social adquirió un nuevo tema de investigación: las rebeliones primitivas. ¿Cree usted que éste es un tema agotado o aún puede desarrollarse aun más?

Yo personalmente no creo que esté agotado. Me parece que hay un campo muy inexplorado en gran parte. Cuando escribí todavía no me di cuenta totalmente de lo que estaba haciendo. Lo que me parece ahora es que hay en general, en las épocas antes del capitalismo, antes de la sociedad moderna siempre una política, una idea en la cabeza de la gente de lo que podrían ser las relaciones aceptables entre los seres humanos, la sociedad. En término de justicia social, tal vez al límite de un ideal de la libertad, de la emancipación. Entonces me parece que había siempre esta ideología, este programa. Dentro de ciertos límites de accesibilidad de poder, de la perspectiva, de la amplitud de conocimientos de esta gente. Pero me parece que lo importante es precisamente explicar esta imagen, este sistema de pensamiento de pensar el mundo social que había. Claro que en la situación después de las revoluciones del capitalismo se cambió tanto el contexto de la política, por ejemplo el contexto de estados nacionales, como también en el discurso: todo un nuevo vocabulario, terminología para la discusión de los asuntos políticos y sociales. Lo que me resulta interesante es la transición de uno a otro. Bueno, esto sigue, porque hay grandes partes del mundo que están en tránsito entre una sociedad antes de la modernidad y esta modernidad.

Ese estado usted lo definía como "pre-político".

Hoy en día no diría pre-político. Diría pre-invención del vocabulario moderno en el contexto moderno de las políticas. He intentado expresar en cierto modo cómo, por qué se está organizando tanto el pensamiento como la acción. Yo hice hace veinte años una investigación comparativa de las ocupaciones de tierra en varias partes, sobre la base de trabajos de investigación en el Perú. Precisamente con este fin. Por qué, cómo es que este proceso de ocupar la tierra tiene tantas analogías en partes muy distintas del mundo donde no hay contacto. Descubrir la lógica interna. En este sentido me parece que la problemática de los Primitivos sigue siendo importante.

¿Encuentra usted similitudes entre el anterior fin de siglo y este fin de siglo? 

La verdad es que no encuentro grandes similitudes. De todos modos el fin de siglo es una construcción mediática en gran parte. Entonces en este sentido, sí hay, pero en otros no.

Estamos casi al borde del siglo XXI, y sin pedirle entrar al terreno de la futurología quisiera preguntarle cuáles cree usted que son los problemas más importantes que la humanidad deberá enfrentar el próximo siglo.

Bueno, el problema inicial es de naturaleza política. El final de un período de cierta estabilidad internacional basada en el equilibrio de las superpotencias va a generar una situación de inestabilidad e incertidumbre política en toda una región que va desde Europa Central hasta el océano Pacífico. Nadie, absolutamente nadie, sabe lo que va a suceder; ni siquiera los que viven ahí. Este es el resultado más dramático del derrumbe de la Unión Soviética. No existirá un orden internacional que pueda controlar este explosivo proceso. El único gran poder que continúa existiendo, los Estados Unidos, no está en condiciones de controlar por sí solo esta situación. Quizá al principio quiera jugar el papel de policía del mundo, porque así muestra su poderío, pero, por razones económicas y políticas, este rol es imposible de mantener por mucho tiempo. En resumen, creo que ingresaremos al siglo XXI viviendo un período de inestabilidad política, quizá con guerras locales o guerras regionales por diversas partes del mundo, pero sobre todo, al menos para quienes vivimos en Europa, con una gran incertidumbre sobre nuestro futuro.

Y en términos económicos, ¿cómo ve el siglo XXI?

Depende de la naturaleza de la recuperación económica del capitalismo. Tengo la impresión de que en el mediano plazo es poco probable que retornemos a un período de extraordinaria prosperidad, tal como sucedió entre 1948 y 1973. Se necesitarán tiempo y recursos para reorganizar la economía y la sociedad de los países que siguieron el modelo comunista. Además, el éxito económico de esta operación no está asegurado. Durante años el mundo capitalista ha asumido que la demanda por bienes es una demanda en crecimiento anual. Lo mismo con los salarios y las ganancias. Si observamos la economía de los Estados Unidos nos daremos cuenta de que en los últimos diez años los salarios se han estancado, e incluso en algunos lugares han bajado. Asimismo, la producción no ha recibido el estímulo que en términos de demanda se esperaba. Y es que, al igual que en el Tercer Mundo, la creciente desigualdad en la distribución del ingreso nacional ha llevado a un sector significativo de la población casi fuera del mercado, o la ha limitado a gastar lo mínimo necesario. La ausencia de este incremento en la demanda es una de las razones de la actual recesión de la economía norteamericana. Otro problema crucial será el incremento de la migración de millones de personas del Tercer Mundo hacia los países desarrollados. Este proceso ya está en curso, aunque todavía no a escala significativa. Tengo la impresión de que esta será la más grande migración de todos los tiempos. Y obviamente, en un contexto de crisis económica e inestabilidad política, es fácil prever las consecuencias de esta presión demográfica.  Entre las cosas que más me preocupan está el incremento del racismo y la xenofobia como ideología de masas. Tengo aún muy fresca en mi memoria la experiencia del fascismo, y espero que esto nunca más se repita.

¿Para qué enseñar Historia?

Debemos enseñar historia porque la mayoría de nosotros queremos saber acerca del pasado, pero especialmente porque los problemas del presente se originaron en el pasado y no podrán enfrentarse sin entenderlos o, lo que es todavía peor, negándolos u olvidándolos.

Usted ha sido la figura más representativa de los historiadores marxistas británicos. ¿Para usted cuál fue el mayor aporte de este grupo?

Entre 1946 y 1956 el grupo reunió a varios jóvenes historiadores marxistas que luego se convirtieron en figuras prominentes en el medio, entre ellos Christopher Hill, Rodney Hilton, George Rudé y V.G. Kiernan, entre otros. Funcionaba como un seminario permanente que nos ayudaba a ser mejores historiadores. No creo que ninguno de nosotros fuera más influyente que el resto. Nuestro mayor logro intelectual fue ser los primeros en proponer un análisis flexible del marxismo histórico. Nuestro mayor logro práctico en el mundo angloparlante fue liderar la transformación y la modernización de la historia a través de la creación del diario "Past & Present". Gracias al atractivo que tuvo para los historiadores jóvenes, rápidamente adquirió importancia académica y aún hoy es uno de los más prestigiosos diarios históricos en inglés.

¿Puede contribuir el historiador al cambio social?

Como ciudadanos podemos unirnos a movimientos que trabajen por el cambio social. Como escritores podemos inspirar a nuestros lectores para que ayuden a cambiar el mundo. Como historiadores podemos hacerlo.