29 de julio de 2014

Entremeses literarios (CLXXVII)

DIBUJO
Vladimir Nabokov
Rusia (1899-1977)

Si no recuerdo mal, el estre­mecimiento inicial de la inspiración fue provocado de algún mo­do por un relato periodístico acerca de un chimpancé en el Jar­dín des Plantes, que, después de meses de incitaciones por par­te de un científico, hizo el primer dibujo que haya esbozado nunca un animal. Ese dibujo mostraba los barrotes de su jaula.


EL RECHAZO
Francesc Barberá Pascual
España (1979)

Todo empezó cuando me trasplantaron las dos manos. En tan solo dos semanas ya era capaz de escribir y manipular objetos casi con normalidad. Sin embargo, aquello no era lo más asombroso. Al poco tiempo descubrí que podía tocar el piano, a pesar de no haberlo hecho en mi vida. Luego me pasó lo mismo con los malabares y la papiroflexia. Incluso llegué a hacer algún truco de magia. Mi mujer y mis hijos están encantados con el cambio. Es más, ella se ha vuelto a enamorar de mí. Bueno, mejor dicho, de mis manos. Tanto es así que ahora ya no quiere besos, solo caricias. Además me exige a todas horas que le haga masajes. Qué manos tienes, me dice. Ella lo ignora, pero sueño con que todo vuelva a ser como antes. Hoy me ha pedido que recorte los setos del jardín. Al coger las tijeras de podar y comprobar lo afiladas que estaban, he sentido un cosquilleo por todo el cuerpo.


EL ÚLTIMO PISO
Adolfo Bioy Casares
Argentina (1914-1999)

La comida sería a las nueve y media, pero me encarecieron que llegara un rato antes para que me presentaran a los otros invitados. Llegué apresuradamente, sobre la hora y, ya en el ascensor, apreté el botón del último piso, donde me dijeron que vivían. Llamé a la puerta. La abrieron y me hicieron pasar a una sala en la que no había nadie. Al rato entró una muchacha que parecía asombrada de mi presencia.
- ¿Lo conozco? -me preguntó.
- No lo creo -dije-. ¿Aquí viven los señores Roemer?
- ¿Los Roemer? -preguntó la muchacha, riendo-. Los Roemer viven en el piso de abajo.
- No me arrepiento de mi error. Me permitió conocerla -aseguré.
- ¿No habrá sido deliberado? -inquirió la muchacha, muy divertida.
- Fue una simple casualidad -afirmé.
- Señor… -dijo-. Ni siquiera sé cómo se llama.
- Bioy -le dije-. ¿Y usted?
- Margarita. Señor Bioy, ya que de una manera u otra llegó a mi casa, no me dirá que no si lo convido a tomar una copita.
- ¿Para brindar por mi error? Me parece muy bien.
Brindamos y conversamos. Pasamos un rato que no olvidaré. Llegó así un momento en que miré el reloj y exclamé alarmado:
- Tengo que dejarla. Me esperan para comer los Roemer a las nueve y media.
- No seas malo -exclamó.
- No soy malo. ¡Qué más querría que no dejarte nunca! Pero me esperan para comer.
- Bueno, si preferís la comida no insisto. Has de tener mucha hambre.
- No tengo hambre -protesté- pero prometí que llegaría antes de las nueve y media. Los Roemer están esperándome.
- Perfectamente. Corra abajo. No lo retengo aunque le aclaro: no creo que vuelva a verme.
- Volveré -dije-. Le prometo que volveré.
Podría jurar que antes nos habíamos tuteado. Pensé que estaba enojada, pero no tenía tiempo de aclarar nada. Le besé en la frente, solté mis manos de las suyas y corrí abajo. Llegué a las nueve y treinta al octavo piso. Comí con los Roemer y sus otros invitados. Hablamos de muchas cosas, pero no me pregunten de qué porque yo sólo pensaba en Margarita. Cuando pude me despedí. Me acompañaron hasta el ascensor. Cerré la puerta y me dispuse a oprimir el botón del noveno piso. No existía ese botón. El de más arriba era el octavo. Cuando oí que los Roemer cerraban la puerta de su departamento, salí del ascensor para subir por la escalera. Sólo había allí escalera para bajar. Oí que había gente hablando en el palier del sexto piso. Bajé por la escalera y les pregunté cómo podía subir al noveno piso.
- No hay noveno piso -me dijeron.
Empezaron a explicarme que en el octavo vivían los Roemer, que eran, seguramente, las personas a quienes yo quería ver… Murmuré no sé qué y sin escuchar lo que decían me largué escaleras a bajo.


LA CUCARACHA
Paloma Casado
España (1957)

Supe que esa cucaracha gorda que encontré en la cocina era la reencarnación de Gregorio cuando, en vez de correr, como hubiera sido lo natural en una cucaracha, se me quedó mirando con un gesto de reproche, igual igual que el de mi difunto marido. Luego, ante mi estupefacción, se dirigió muy digna a comerse las migas del bizcocho de mi plato para, acto seguido, subirse a su sofá favorito y quedarse dormida. Anduvo tras la siesta recorriendo la casa con sus patitas cortas, como hacía Gregorio y, por la noche, intentó escalar por mi pierna derecha hasta que le sacudí un manotazo diciendo: "¡Gregorio, por Dios, siempre estás pensando en lo mismo!". Meditando quizás en la dificultad de la empresa por haber caído patas arriba, tuvo que ceder en su empeño y, volteándose muy digna, desapareció de mi vista. Coincidió que en esos días comenzó a visitarme un antiguo amigo para consolarme en mi duelo. Un día que Gregorio nos sorprendió juntos, no tuve más remedio que atizarle un escobazo. Como a mi amigo pareció sorprenderle un comportamiento tan contundente en una mujer sufrida como yo, tuve que confesarle con voz queda: "No soporto las cucarachas".


LA VERDAD SOBRE GERÓNIMO REYES
Alejandro Zaccardi
Argentina (1972)

Le repito que yo soy Fortunato Reyes, el hijo de Gerónimo Reyes, el mismo que apuñaló al Sordo Martelli en el bar del Bizco. Mi padre era bueno con el cuchillo y en dos vuel­tas lo ensartó como chinchulín para el asador. Así era mi padre, macho viejo de buen corazón. Pero no viene al caso recordarlo a él. No en esta ocasión. Bastará que mi Padre, así y todo con mayúscula, lo ensartó no por una cuestión de polleras sino por una cuestión de ho­nor. Y no como dijeron esos gringos del diario. Mi viejo jamás se emborrachó ni perdió la cabeza por una mu­jer, vaya usted apuntando eso si quiere... Si hoy hablo es porque estoy harto de lo que se dice de él. No era ningún matoncito de cuarta, sabía donde pateaba y era hombre de ley...
¿Usted me pregunta por qué fue ese asunto de ho­nor…? Se lo voy a decir para que desmienta a esos gringos calzonudos. ¿Se acuerda usted del hombre de la esquina Rosada? Todo el mundo creyó en su momento que el asesino fue el Oriental. Mi padre, Gerónimo Reyes, era sobrino del Oriental, y una noche en que éste se encopó le dijo toda la verdad. Bueno, usted ya sabe el resto. El Sordo Martelli le había echado el ojo a la querida del Oriental y una noche lo esperó a la salida del bar es­condido en el terreno baldío de la esquina. El Oriental tenía la sangre en el ojo porque había perdido bastante al truco, y estaba borracho. Mi padre salió con él a rastras y cuidándole la espalda porque la noche estaba demasiado tranquila. El Sordo Martelli era un matón a sueldo que traba­jaba para... No mejor le digo luego. Sabrá entenderme bien porque, bueno, Gerónimo Reyes fue atacado por la espalda por el jefe del Sordo. Cuando mi padre despertó, el Oriental boqueaba con las tripas al aire. Mi padre pegó la oreja a las últi­mas palabras del Oriental y supo que es lo que tenía que hacer. Ah, entiendo, usted cree que me olvido, ¿verdad? Bueno, el jefe del Sordo se fue a Suiza. Esa misma noche mi padre fue arrestado. De vez en cuando lo voy a visitar, le dieron perpetua... ¿Amigos…? Un tal Don Isidro Parodi le prometió al viejo resolver el caso... y lo hizo. Por favor no diga nada, pero el asesino que mató al hombre de la esquina Rosada fue un tal Borges...


UN DÍA DE SUERTE
Raúl Ariza
España (1968)

Que sea negro. Piensa. Y apoyado en el alféizar del escaparate de un negocio en traspaso, acera de por medio, ve circular vehículos rojos, blancos y azules. Ahora también uno amarillo. Y otro verde manzana. Pero ninguno del color pretendido. Por firme que sea, su decisión ni le aparta del miedo ni le ausenta una última duda teñida de esperanza. Y si volviese a hablar con los del banco. Se pregunta en retórico silencio sabiendo que es inútil, que no hay vuelta atrás, que está decidido que haya de ser negro -como la muerte- el coche que se lo lleve por delante. Y de repente, el corazón se le agita desbocado al ver como calle abajo se aproxima un auto zaino. Así que se incorpora de un brinco, tensa los puños y determina irrumpir en la calzada sin darle tiempo al conductor para que frene. Será rápido. Masculla. Luego anda hasta el bordillo, se aposta tembloroso entre dos coches, y...
- Disculpe, caballero -le dice un anciano enjuto, tocado con perilla, agarrándole del hombro con firmeza-. Pero ese taxi es mío.
Y al detenerse el vehículo, el viejo se sube y se despide cortés, llevándose la mano al ala del sombrero.


EL GRAN CONGÓN
Woody Allen
Estados Unidos (1935)

El gran congón es un animal mitológico con cabeza de león y cuerpo de león, pero de otro león distinto. El congón goza de fama de dormir mil años para luego surgir entre llamas, especialmente si estaba fumando al amodorrarse. Se dice que Ulises despertó a un congón a los seiscientos años, pero se le mostró apático y malhumorado, rogándole que le permitiese quedarse en cama doscientos años más. La aparición de un congón está considerada notoriamente como infausta y acostumbra a preceder a una carestía o a las notas de una fiesta de sociedad.


EL AGUJERO
Luisa Hurtado González
España (1963)

Nada más ponerse el abrigo descubrió que tenía un agujero en el bolsillo derecho. Tanteó con las puntas de los dedos y éstos palparon con la torpeza de un ciego novato los bordes del desastre. Era grande, oscuro, poderoso; sus bordes deshilachados parecían mandíbulas y, lo que era más extraño, en sus uñas podía sentir un especie de cosquilleo que le atraía. Lo supo entonces, no tuvo ninguna duda. Por aquel lugar tenían que haberse ido, no sabía exactamente cuando, sus ganas de vivir, su dinero y su querida esposa. Lo de su esposa era algo que merecía una explicación extra. No es que viviese solo, no, con él vivía una desconocida que no tenía ningún reparo en llamarse esposa, pero esa persona que no paraba de hablar en un tono demasiado alto no era, no podía ser, la mujer con la que se había casado, con la que un día quiso compartir su vida.
Volviendo al agujero, abrió el bolsillo derecho del abrigo y miró con aprensión. ¿Tendría hambre el agujero, cuántas cosas más podrían desaparecer dentro de él? Quizás él mismo, se dijo, mientras su cuerpo temblaba recorrido por el temor. Colgó el abrigo de la percha, lo metió de nuevo en el armario del pasillo y salió a la calle a cuerpo, aterido de frío, encogido, con las manos metidas en los bolsillos de la chaqueta. La mujer que decía que era su esposa empezó a gritar a sus espaldas, preguntando sin esperar respuesta que quién tendría que ocuparse de él si caía enfermo, que si sabía cómo venía la gripe este año, que si la gente estaba cayendo como moscas, que si las urgencias estaban colapsadas, que… y sólo dejó de oírla cuando acabó dando un portazo con la puerta. Al volver del trabajo ya sabía que haría con el agujero: dejaría que la que decía que era su mujer lo cosiese, que el agujero acabase con ella, y después, con calma, con mucha calma, colgaría el arma homicida de una percha, hasta la próxima.


CONTRASTES
Patricia Nasello
Argentina (1959)

Frente al ventanal de la cocina de ella, se despliega un cedro azul. En el pequeño patio de él, resiste un limonero. Nada relaciona un pino cuyas agujas brillan cuando llueve, con un árbol de frutos redondeados y amarillos como soles; sin embargo ella y él se enamoran. La vida, observando la línea que se ensancha en el horizonte, oscura, preñada de tormentas, toma su cámara fotográfica y enfoca la lente sobre ellos: se ven tan confiados dentro de su luz...


UN DÍA DE TANTOS
Antonio Toribios
España (1960)

Salgo de casa temprano; un técnico repara la cámara de vigilancia del portal. Me paro en el primer semáforo y mi cara somnolienta inicia un viaje que termina en no sé qué central de datos. Llego al trabajo, paso el arco, introduzco mis huellas dactilares, abro mi ordenador e inicio la videoconferencia de los lunes. Salgo a comer y dejo mi impronta en la cámara del cajero que me pilla de camino. Por la tarde chateo con los amigos y enseño a mi madre por Skype la blusa que me he comprado en las rebajas. Luego voy con Luis al centro comercial, donde decenas de cámaras nos observan curiosas al pasar. Entramos al cine y vemos una peli de un vigilante loco que espía las intimidades de todo un rascacielos. Ya en casa, tras la cena, encendemos la tele y aparece uno de esos programas donde la gente mete al periodista en casa y muestra con desparpajo sus miserias cotidianas. "No aguanto más", le grito a Luis, fuera de mí. Y él coge el móvil y se pone a grabarme en plena crisis, para que el psicólogo, al otro lado, determine la gravedad del episodio.

26 de julio de 2014

Henry Miller. Ventajas y desventajas de leer sentados en el inodoro

"En la vida -dijo alguna vez el escritor norteamericano Henry Miller (1891-1980)- no hay más que dos caminos, dos soluciones. Rebelarse contra los prejuicios o convertirse en un hipócrita". Al leer sus libros sin prejuicios se llega a la conclusión de que su vida estuvo llena de dificultades humanas, que estuvo lejos de ser una vida fácil, que su talento no congeniaba con la civilización ultra materialista de su país natal en la que no contaban más que los éxitos traducibles en dólares y que era un hombre muy humanitario que, si bien le importaba la prosperidad en la vida, sabía darle una mano a un amigo más necesitado que él. Así, toda su obra -pródiga en un lenguaje sumamente libre- es una epopeya atormentada, una extensa, barroca y verborrágica historia de su propia vida, la que contó sin hipocresías.
Miller, dueño de una filosofía de vida absolutamente transgresora, trató con extrema naturalidad y crudeza temas como el sexo y la hipocresía social haciendo uso de un estilo literario caracterizado por el caos verbal, la ausencia de estructura, la ruptura de ritmos, el frecuente recurso de la analepsis, la abierta utilización de monólogos interiores y el empleo de abundantes metáforas e imágenes de raigambre surrealista. Como no podía ser de otra manera, sus obras -entre obscenas y espiritualistas- más allá de cosechar innumerables adeptos incondicionales entre las generaciones de inconformistas de las décadas de los '50 y los '60, desencadenaron grandes polémicas y censuras. Al respecto diría Miller: "Me han convertido en una especie de objeto. Un objeto de piedad, de odio, de amor, de admiración o furor, de todo. Esta batalla resulta divertida. Ver las reacciones de la gente es siempre un espectáculo fascinante. Y en algún sentido esos procesos tienen una real importancia. Crearán un precedente que permitirá a otros libros, después de los míos, aparecer libremente. Estados Unidos es el país de la hipocresía; pero esto empieza a tambalearse. Se ve que el coloso tenía los pies de barro".
Nacido en Nueva York, asistió al City College sólo dos meses; lo abandonó para emplearse en una fábrica de cemento antes de realizar una serie de viajes por el sur de los Estados Unidos durante los que se mantuvo realizando diversos trabajos. A su regreso a su ciudad natal en 1914, se empleó en la sastrería de su padre y, en 1923, realizó su primer viaje a Europa. Siete años más tarde, huyendo de la Gran Depresión, se estableció en París donde trabó amistad con los escritores Jean Giono (1895-1970), Anaïs Nin (1903-1977) y Lawrence Durrell (1912-1990). En la capital francesa encontró temas para sus libros y un ambiente propicio para su vida bohemia y turbulenta marcada por una agobiante pobreza. Los diez años que pasó en esa ciudad los describió en tres novelas: "Tropic of Cancer" (Trópico de Cáncer), "Black spring" (Primavera negra) y "Tropic of Capricorn" (Trópico de Capricornio). Luego pasó un año en Grecia y, a su regreso en 1940 a los Estados Unidos, se instaló en California desde donde rememoró su estancia helena en "The colossus of Maroussi" (El coloso de Marussi). Más adelante publicaría "The cosmological eye" (El ojo cosmológico), "The wisdom of the heart" (La sabiduría del corazón), "Sunday after the war" (Un domingo después de la guerra) y "The air-conditioned nightmare" (La pesadilla del aire acondicionado).
Terminada la Segunda Guerra Mundial su obra comenzó a obtener cierta difusión, lo cual le permitió superar los sobresaltos económicos. Publicaría entonces la trilogía "The rosy crucifixión" (La crucifixión rosada) conformada por "Sexus", "Plexus" y "Nexus", una serie en la que retomó la temática autobiográfica y que cubre el período de 1923 a 1928. Con ella se convirtió en la figura más influyente para la llamada "Generación Beat" de la que formaron parte escritores como William S. Burroughs (1914-1997), Jack Keruack (1922-1969) y Allen Ginsberg (1926-1997) entre otros. La revolución moral del siglo XX por él iniciada sería continuada luego por varias figuras de las letras norteamericanas como Charles Bukowski (1920-1994), Norman Mailer (1923-2007) o Hunter S. Thompson (1937-2005). Otros de sus libros destacados son "Big Sur and the oranges of Hieronymus Bosch" (Big Sur y las naranjas de Hieronymus Bosch), "Nights of love and laughter" (Noches de amor y alegría) y "The smile at the foot of the ladder" (La sonrisa al pie de la escala).
Ahora una editorial barcelonesa acaba de publicar en formato libro un monólogo de cincuenta páginas, inédito en castellano hasta hoy, que Miller escribió cuando vivía en París. Bajo el sugestivo título "Leer en el retrete", el autor, lejos de escribir con afán escatológico, reflexiona sobre el hábito de la lectura no sólo en el baño, sino en cualquier parte. En el texto, Miller habla de libros y lecturas, de los libros que pasaron por su vida, incluidos aquellos que leyó sentado en el inodoro con el afán de buscar "un lugar reservado donde devorar los clásicos prohibidos". Varios fueron los escritores que manifestaron públicamente su afición por ese ámbito de lectura, desde el conde de Chesterfield Philip Stanhope (1694-1773) -que lo calificó como un uso sabio de la "necessary house", eufemística alusión de su época a los sanitarios- hasta el infalible Jorge Luis Borges (1899-1986) quien alguna vez hizo referencia a los libros que había leído allí.
No hace mucho, en un artículo aparecido en la revista "Esquire", un médico norteamericano aseguraba que "estar sentado mucho tiempo en el inodoro favorece la aparición de hemorroides". Por eso recomendaba cerrar la tapa del inodoro y comenzar a leer como si estuviéramos sentados en cualquier silla, para no prolongar el tiempo en que se ejerce presión sobre el bajo vientre. Mientras tanto en otro artículo, esta vez en el diario "The Guardian", una especialista en gastroenterología británica afirmaba que era posible que hubiese una mayor contaminación bacterial entre quienes leen en el baño respecto de los que no lo hacen. Sin embargo, admitía que se trata de una probabilidad muy baja y que puede ser reducida a cero con un concienzudo lavado de manos antes de dejar el lugar. Como quiera que sea, Miller leyó muchos libros en ese sitio y hasta lo recomendó para algunas obras en particular como el "Ulysses" de Joyce, o para ciertos autores como Rabelais. He aquí un extracto del texto:

Hay un asunto relacionado con la lectura de libros sobre el que, en mi opinión, merece la pena reflexionar, puesto que afecta a un hábito de práctica común y acerca del cual, hasta donde yo sé, se ha escrito poco. Me refiero a leer en el retrete. En mi juventud, en busca de un lugar reservado donde devorar los clásicos prohibidos, a veces recurría al retrete. Desde ese período juvenil, nunca he vuelto a leer allí. Si necesito paz y tranquilidad, tomo mi libro y me lo llevo al bosque. No conozco mejor lugar para leer un buen libro que el corazón de un bosque. Si puede ser, junto a un arroyo.
Oigo de inmediato las objeciones: "¡Es que no todos tenemos esa suerte! Hemos de ir a trabajar, viajamos de un lado a otro en tranvías, autobuses, metros atiborrados; no tenemos ni un minuto para nosotros!". Yo también fui un "currante" hasta los treinta y tres años. Y fue en esa etapa primeriza cuando más leí. Siempre leía en circunstancias difíciles. Recuerdo que una vez me despidieron porque me pillaron leyendo a Nietzsche cuando tenía que corregir un catálogo de venta por correo, porque a eso me dedicaba entonces. Ahora que lo pienso, fue una suerte que me despidieran. ¿Acaso no ha tenido mucha más importancia en mi vida Nietzsche que el conocimiento del negocio de la venta por correo?


Durante cuatro años enteros, en mis idas y venidas a las oficinas de la Everlasting Portland Cement Co., leí los libros más sesudos. Leía de pie, apretujado entre viajeros como yo. Y durante aquellos viajes en la E1 no me limitaba a leer, llegaba a aprenderme de memoria largos fragmentos de aquellos libros tan, tan sesudos. Como mínimo, fue una práctica valiosa del arte de la concentración. En aquel trabajo solía quedarme hasta bien entrada la noche, a menudo sin haber comido y no porque quisiera aprovechar la hora del almuerzo para leer, sino porque no tenía con qué pagarme la comida. Por la tarde, en cuanto lograba zamparme algo, me largaba con mis amigos.
Durante aquellos años, y muchos que vendrían después, no solía dormir más de cuatro o cinco horas por noche. Y sin embargo devoré un montón de lecturas. Además, repito, leí los libros que -al menos, para mí- resultaban más difíciles. No los fáciles. Nunca leía para matar el rato. Casi nunca leía en la cama, salvo que me encontrara mal o me diera por fingir una enfermedad para disfrutar de un corto asueto. Cuando miro hacia atrás me parece que siempre estaba leyendo en posturas incómodas. Así es, según he descubierto, como escriben la mayoría de escritores y como pintan los pintores. Pero la lectura lo impregnaba todo. La conclusión, si hace falta subrayarla, es que cuando me daba por leer lo hacía con toda la atención y ponía en el empeño todas mis facultades. Igual que si me daba por jugar. De vez en cuando me iba por la tarde a leer a alguna biblioteca. Era como ocupar un asiento en el cielo. A menudo, al salir de la biblioteca me preguntaba: "¿Por qué no lo haces con más frecuencia?". La respuesta, claro, era que se me interponía la vida. A menudo hablamos de "la vida" cuando nos queremos referir al placer, o a cualquier distracción ligera.
Según he podido atisbar en las charlas con los amigos íntimos, la mayor parte del tiempo que dedican a leer en el retrete se ocupa en lecturas intrascendentes. Almanaques, revistas ilustradas, series, historias de detectives, "thrillers", meros flecos de la literatura, eso es lo que la gente se lleva al cuarto de baño para leer. Según me cuentan, algunos incluso tienen allí una estantería. El material de lectura les espera allí, por así decirlo, como en la sala de espera del dentista.


Me parece asombrosa la avidez con que la gente repasa el "material de lectura", que así lo llaman, amontonado en altas pilas en las salas de espera de los distintos profesionales. ¿Será para mantener alejado de su mente el suplicio que se les avecina? ¿Para compensar el tiempo perdido? ¿Para ponerse al día, como suelen decir, con los asuntos públicos? O sea, con la guerra, los accidentes, la guerra de nuevo, los desastres, más guerra, asesinatos, guerra otra vez, suicidios, de nuevo guerra, atracos a bancos, guerra y más guerra, fría o caliente. Sin ninguna duda, se trata de los mismos individuos que dejan la radio encendida la mayor parte del día y de la noche, los que van con la mayor frecuencia posible al cine -donde se renuevan las noticias, los asuntos públicos-, los que compran televisores a sus hijos. ¡Todo por el bien de la información! Y sin embargo, ¿aprenden algo que de verdad merezca la pena saberse sobre esos asuntos de tan terrible importancia, esas noticias que sacuden al mundo?
La gente podrá insistir en que devora los periódicos o pega las orejas a la radio (a veces, ambas actividades a la vez) para estar al corriente de las cosas del mundo, pero se trata de un mero engaño. Lo cierto es que en cuanto esos lamentables individuos dejan de estar activos, en cuanto no están ocupados, toman conciencia de un vacío interior abrumador y mareante. Da lo mismo, francamente, la clase de paparrucha que los alimente, siempre y cuando les sirva para ahorrarles un enfrentamiento con ellos mismos. Meditar de verdad acerca de los asuntos del día, o incluso acerca de los problemas personales, es lo último que desea hacer un individuo normal.
Incluso en el retrete, donde no parecería demasiado necesario hacer ni pensar nada, donde al menos una vez al día uno puede estar a solas consigo mismo y donde lo que ha de ocurrir responde a un mero automatismo, incluso ese momento de bendición, porque se trata de una bendición por menor que parezca, debe romperse por medio de la concentración en el texto impreso. Cada uno, supongo, tendrá su material de lectura favorito para la intimidad del retrete. Hay quien se adentra en novelas largas, otros leerán tan sólo la basura más blandengue y ligera. Y otros, sin duda, se limitarán a pasar las páginas y soñar. Me pregunto qué soñará esa gente. ¿Qué matices tiñen sus sueños? Algunas madres afirmarán que sólo pueden leer en el retrete. ¡Pobres madres! Qué dura es la vida para ustedes en estos tiempos. Y sin embargo, comparadas con la que vivían las madres de hace cincuenta años, sus oportunidades para alcanzar un desarrollo propio se han multiplicado por mil.


Con el arsenal completo de aparatos que permiten ahorrar tiempo disponen de unas facilidades que ni siquiera tuvieron las antiguas emperatrices. Si de verdad lo que querían ahorrar comprando todos esos cacharros era tiempo, fueron víctimas de un engaño cruel. ¡Están los niños, claro! Cuando fallan todas las demás excusas, siempre quedan... ¡los niños! Tienen parvularios, parques, niñeras y sabe Dios qué más. Los críos hacen la siesta después de comer y por la noche los acuestan lo antes posible, siempre de acuerdo con los métodos "modernos" convenidos. En pocas palabras, tienen con sus pequeños el menor trato posible. Los eliminan, igual que las odiosas tareas domésticas. Todo en nombre de la ciencia y la eficacia.
Sí, queridas madres, ya sabemos que por mucho que hagan siempre queda algo más por hacer. Es cierto que su trabajo no termina nunca. Me pregunto si a alguien le ocurre lo contrario. ¿Descansa alguien al llegar el séptimo día, aparte de Dios? ¿Quién contempla su trabajo cuando ya le ha puesto fin y lo encuentra satisfactorio? Al parecer, sólo el Creador. A veces me pregunto si esas madres tan concienzudas que siempre se están quejando de que su trabajo nunca termina (una manera paradójica de alabarse a sí mismas), me pregunto, digo, si se habrán parado a pensar en la posibilidad de no llevarse al retrete el material de lectura, sino esas faenillas pendientes. O, por decirlo de otro modo, si alguna vez se les ha ocurrido, me pregunto, quedarse sentadas y meditar acerca de su infortunio durante esos preciosos instantes de intimidad absoluta. ¿Aprovecharán alguno de esos momentos para pedir al Señor fuerza y coraje para avanzar por el sendero de los mártires?

13 de julio de 2014

Gérard Duménil: "La cuestión central es la estratificación social del orden económico vigente. A este respecto, el futuro dependerá de la lucha de clases, como de costumbre" (6)

Durante los años '60 y, por lo menos, una parte de los '90, los países capitalistas más importantes atravesaron por una gran crisis estructural cuyas manifestaciones han sido descriptas repetidamente: debilidad de las inversiones y del crecimiento, desempleo, inflación, ralentización del progreso técnico, disminución en la velocidad del aumento de los sueldos, caída de la rentabilidad del capital. No obstante la sucesión de diferentes crisis monetarias y financieras, la reabsorción del desempleo en los Estados Unidos y su disminución en Europa, acompañada de la reanudación del crecimiento económico, difundió el convencimiento de que la crisis estructural había sido superada. La dinámica histórica del capitalismo no es solamente la expresión de una suma de choques fortuitos y desordenados. Un análisis mas detallado indica que en ella se juega un lance histórico de suma importancia que remite a la gran dialéctica marxista de las fuerzas productivas y las relaciones de producción así como al papel motor de la lucha de clases. El análisis de Duménil ubica al capitalismo contemporáneo en la historia del capitalismo en general. El neoliberalismo se describe como la fase en que este modo de producción ingresó desde comienzos de los años '80, después de las primeras experiencias de las dictaduras latinoamericanas. Este capitalismo se caracteriza por la violencia de los mecanismos que apuntan a asegurar la máxima rentabilidad del capital. Además de la apertura de las fronteras comerciales y financieras que desarticularon los modelos de sustitución de importaciones que, después de la Segunda Guerra Mundial, habían tendido a resistir a la división del trabajo imperialista, el neoliberalismo fue el terreno de un proceso de desregulación permanente, en especial en el plano financiero. Se combinaron así la búsqueda desenfrenada de ganancias, salarios muy elevados de los ejecutivos y las innovaciones financieras más riesgosas. Esta trayectoria está directamente implicada en la lógica del capital y fue llevada al extremo por el capitalismo neoliberal. Duménil subraya también la importancia de los aspectos financieros de la trayectoria macroeconómica de los desequilibrios acumulativos de la economía estadounidense y su financiamiento por el resto del mundo. Aquí se pone de manifiesto el segundo gran conjunto de determinantes de la crisis actual. Es el capitalismo neoliberal bajo la hegemonía estadounidense el que ha entrado en crisis desde el momento en que se entrecruzaron estas dos tendencias insostenibles: la inherente a la búsqueda desenfrenada de la rentabilidad, especialmente en el sector financiero, y la de los desequilibrios macroeconómicos crecientes, uno de cuyos componentes fue la disparada del endeudamiento de las familias apoyado en las innovaciones financieras más peligrosas. La crisis abierta en 2008 preanunciaría el ocaso del neoliberalismo y justificaría la apuesta por un nuevo compromiso social "a la izquierda" que propone Duménil. El prolífico economista francés ha publicado, además, en coautoría con Lévy, François Chesnais (1938) e Immanuel Wallerstein (1930) los ensayos La globalisation et ses crises. Des interprétations depuis l'économie critique (La globalización y sus crisis. Interpretaciones desde la economía crítica) y Une nouvelle phase du capitalisme? (¿Una nueva fase del capitalismo?); y en colaboración con Lévy, Chesnais, Michel Husson (1949) y Suzanne de Brunhoff (1952) hizo lo propio con La finance capitaliste (Las finanzas capitalistas). A continuación, la sexta y última parte del resumen de entrevistas concedidas por Duménil a Mariano Roark y Ana María Fernández Equiza (revista virtual “Contribuciones a la Economía” - marzo de 2009), a Armando Boito Júnior (revista "Jornal da Unicamp" nº 516 - Brasil, diciembre de 2011), a Miguel Ángel Jiménez González (revista "Análisis Económico" nº 66 - México, tercer cuatrimestre de 2012), a Cédric Durand y Razmig Keucheyan (revista "Contretemps" n° 19 - Francia, tercer trimestre de 2013) y a Esteban Mercatante (revista "Ideas de Izquierda" nº 9 - Argentina, mayo de 2014).


De acuerdo con su enfoque y sus numerosos estudios acerca del funcionamiento del capitalismo, nos interesaría que nos precisara dos interrogantes fundamentales: ¿qué es el neoliberalismo? (cuáles son sus metas y métodos) y ¿por qué no es un modelo de acumulación o de desarrollo?

El neoliberalismo es un nuevo orden social cuya meta fue reestablecer el poder y los ingresos de las clases capitalistas que se encontraban disminuidos desde la Segunda Guerra Mundial. Con el choque de la depresión de los '30, de la Segunda Guerra Mundial y las luchas de clase, con la Unión Soviética (cualquiera que fuera su naturaleza de clase) saliendo de la guerra con un poder mayor, prevaleció durante las primeras décadas de posguerra un nuevo compromiso social (social demócrata) de "izquierda", entre las clases populares de trabajadores y empleados, y los cuadros de los sectores privados y públicos, en el cual el poder de la clases capitalistas era "contenido". A principios de los '80, aprovechando las condiciones de la crisis estructural de los '70, las clases capitalistas impusieron el nuevo orden social neoliberal (mejor dicho "una hegemonía financiera"). Significa, en el plano nacional, una nueva disciplina de los trabajadores y gerentes (un nuevo gobierno de empresa dedicado a la creación de valor para el accionista), y nuevas políticas (estabilidad de los precios, etc.). En el plano internacional, implica la apertura comercial (el libre comercio) y la libre circulación de los capitales, poniendo a los trabajadores del mundo en una situación de competencia global. De un lado, fue un crimen contra la humanidad; de otro lado, un éxito extraordinario según su meta pues los ingresos de las clases más acomodadas aumentaron de forma tremenda, en particular en los Estados Unidos. En este país las clases de gerentes y organizadores en general entraron en un nuevo compromiso social, de "derecha", entre los dueños de los capitales y los cuadros gerenciales, en particular las fracciones superiores de esta clase: el "compromiso neoliberal".

¿Dónde se ubican las pequeñas crisis que en los '80 y '90 aparecieron en algunos países de los ahora llamados emergentes?

Resultaron de la implementación del orden neoliberal en esos países. Son crisis cien por ciento neoliberales que aparecieron en países como México, Argentina, en Europa, Asia y otras regiones, donde se introdujo el neoliberalismo. Estados Unidos también tuvo una crisis financiera en la década de los '80, pero no se compara con esas crisis. Hoy día la crisis apareció en el centro y no vemos discontinuidad. La implementación del neoliberalismo en esos países resultó en crisis locales, después consiguieron establecer un capitalismo neoliberal global, a pesar de que China no sea un país neoliberal y, finalmente, vino la crisis en el centro.

Por otra parte, dentro de la actual coyuntura global, ¿hacia dónde cree que se dirige la economía internacional y cuál es el rol que cumple Estados Unidos dentro de ella?

La crisis financiera actual, cuyo centro se encuentra en los Estados Unidos, manifiesta las contradicciones del "neoliberalismo bajo hegemonía estadounidense". Se debe a la convergencia, no fortuita, de la trayectoria de desequilibrio de los Estados Unidos (desequilibrio de la cuenta corriente y financiamiento de la economía del país por el resto del mundo) y de una aceleración loca de los mecanismos financieros, en particular de la deuda de los hogares (con los mecanismos de securitization) desde la recesión del 2001. A esto se debe añadir el alza de los precios de las materias primas y de las fuentes de energía. Esta crisis no es una crisis del "neoliberalismo en general" pero afecta el poder central: Estados Unidos. Por esta razón puede tener consecuencias muy importantes. La hegemonía estadounidense se encuentra amenazada frente a Europa y los nuevos poderes emergentes como China o Brasil. Los lazos entre Estados Unidos y Europa son muy fuertes. Un escenario probable es la constitución de un polo Norte-Atlántico más fuerte, enfrentando el papel creciente de algunos países de las periferias. En cuanto al neoliberalismo, podemos prever nuevas reglamentaciones y protecciones, pero la cuestión central es la naturaleza de clase del orden social. En este respecto, todo dependerá de las luchas populares.

Dentro de este marco, ¿evalúa que habrá cambios significativos en el corto plazo? Y de ser así, ¿qué implicancias tendrían para las economías de América Latina?

En el plano nacional, Estados Unidos entra en una recesión cuyo tratamiento requerirá un fuerte déficit presupuestario. Un gobierno demócrata podría recurrir a gastos sociales, pero existen otros métodos para gastar y una recesión bastante profunda y duradera también constituye una herramienta para lograr más concesiones por parte de las clases populares. La red internacional de las grandes sociedades transnacionales necesita el libre comercio y el libre movimiento de los capitales. Estados Unidos no puede cambiar las reglas generales en este ámbito, sólo puede multiplicar las "excepciones", como lo hacen, en nombre de la seguridad nacional o de cualquier otro pretexto. En América Latina se acabó el periodo de las políticas neoliberales extremas de los '90 como en México o en Argentina. Varios países de América Latina se benefician bastante de la tendencia al alza de los precios de varios bienes, mientras que otros siguen en la misma situación de competencia con países de Asia en los cuales el costo del trabajo es bajo. La desigualdad crecerá, con la consolidación de poderes subimperialistas.

Como se ha visto en estos últimos años, a raíz de los cambios en las orientaciones políticas y económicas, algunos países de América Latina han experimentado serios conflictos de intereses con importantes grupos económicos que han hecho sentir su resistencia a cualquier transformación que amenace el statu quo sociopolítico. En este sentido, ¿cómo analiza la relación entre capitales financieros, agronegocios y explotación de recursos naturales?

Desde hace más de un siglo el gran capital mundial es un capitalismo financiero en el sentido de Hilferding: una fusión de los capitales del sector financiero e industrial. Hilferding escribió: "los magnates financieros no dominan a los magnates industriales, son los mismos". En el capitalismo contemporáneo, a través de las grandes instituciones financieras, este carácter es fundamental. En varios países de América Latina una segmentación de la propiedad capitalista en tales sectores sigue vigente en algún aspecto. Significa que tales "contradicciones internas" podrían desempeñar un papel significativo. Pero no creo que sea central. Pueden pensar, por ejemplo, en el poder del sector financiero en Brasil (los "administradores" del capital que devenga interés como decía Marx), en el cual todas las fracciones de las clases capitalistas invierten.

¿Cuáles son los puntos débiles y fuertes de las diferentes explicaciones marxistas a la crisis? ¿Qué mecanismos le parecen más convincentes?

Existe una larga tradición de interpretación de las dinámicas históricas en términos de onda larga dentro de un arraigo más o menos braudeliano o referente a Kondratiev. Podemos citar a Immanuel Wallerstein, Giovanni Arrighi o Ernest Mandel, entre otros. Según sus interpretaciones, el capitalismo invierte en trayectorias de sobreproducción (concepto comúnmente mal expuesto, tal y como reconoce Arrighi en su último libro). La rentabilidad del capital merma y la búsqueda del beneficio paraliza a los inversores del sector financiero. Wallerstein, por ejemplo, ve en la crisis actual la confirmación de su cuadro analítico y pronostica que la tendencia a la baja de la tasa de ganancia hace que el capitalismo se encamine, irremediablemente, hacia su fin.  Los análisis empíricos que hemos realizado (en el periodo que va desde finales del XIX hasta la actualidad en Estados Unidos) nos llevan a diferenciar dos tipos de crisis estructurales (dos grandes crisis): crisis de rentabilidad y crisis de hegemonía financiera. Estas últimas corresponden a la caracterización que Marx y Engels dieron de las clases capitalistas en el "Manifiesto..." como aprendices de brujo, al perder el control de las conmociones que ellas mismas desencadenan. En nuestros estudios anteriores, examinamos detenidamente la crisis estructural precedente, la de los años '70. Nuestro diagnóstico fue el de una crisis de rentabilidad, es decir, la continuación de una baja efectiva de la tasa de ganancia de las empresas. Expusimos, de manera empírica en nuestra obra "La crisis del neoliberalismo" que este diagnóstico no podía ser aplicado hasta el último momento de las crisis estructurales. En las definiciones que utilizan grandes medidas de beneficios, la tasa de ganancia reducida en los años '70 no remontó; sin embargo, las bajadas de impuestos permitieron restablecer la rentabilidad de las empresas. Otra corriente de inspiración marxista-keynesiana -de gran peso en la izquierda radical, especialmente en el movimiento internacional altermundialista Attac- se centra en la deformación de la repartición del valor añadido en beneficio de las ganancias (véanse los trabajos de Michel Husson). Además de que esta tendencia no se observa en Estados Unidos, país del cual proviene la crisis, estamos totalmente en desacuerdo en lo concerniente al diagnóstico: esta bajada habría causado una falta de demanda, la cual no vemos. Este cuestionamiento del aumento de la cuota de las ganancias se asocia con el aumento de los préstamos. Estas dos ortodoxias de la izquierda radical, contradictorias no obstante -de "no hay suficiente beneficio" a "no hay sueldos suficientes y hay demasiados beneficios"-, hacen que dialogar sea difícil. Consideramos no convincentes todas estas elucidaciones. En nuestra interpretación se combinan las tendencias insostenibles propias de las trayectorias neoliberales y los desequilibrios crecientes de la economía estadounidense ligados a la mundialización neoliberal.

Las políticas propuestas por los dos grandes de la Unión Europea para superar la crisis repiten las fórmulas neoliberales: los mercados intimidan a los gobiernos. Los gobiernos de Francia y Alemania exigen más y más recortes presupuestarios. ¿Por qué insisten en una política que, para muchos observadores, está en el origen de la crisis? ¿Qué resultado puede producir la aplicación de tales políticas?

Yo de ninguna manera pienso que la falta de rigor presupuestario haya sido una de las causas de la crisis. Eso es la expresión de una creencia keynesiana ingenua, tan ingenua como la creencia en la capacidad de esas políticas para permitir la salida de la crisis sin tener en cuenta las necesarias transformaciones antineoliberales. Incluso, en este contexto, las políticas que buscan erradicar los déficits no impidieron una nueva caída en la producción.

Muchos observadores han planteado la posibilidad de que el euro se extinga. ¿Usted cree que eso podría ocurrir? De acuerdo a su análisis, ¿cuáles serían los resultados más probables de la crisis actual?

Es posible que algunos países salgan de la zona euro. Eso no resolverá el problema de sus deudas, la cual se tornaría impagable luego de la desvalorización de la nueva moneda sustituta del euro. El problema es el del cancelamiento de la deuda o de su adopción por el Banco Central. La crisis de la deuda afectó ahora los países del centro de Europa; será necesario que éstos tomen conciencia de la amplitud y de la verdadera naturaleza del problema. Esto nos remite a las características de aquello que llamamos la "tercera fase" de la crisis. ¿Cuáles políticas serán adoptadas frente a la nueva recesión? ¿Cómo será digerida la crisis en Italia y luego en Francia? ¿Cómo Alemania responderá a la presión de los "mercados" (las instituciones financieras internacionales)? Una cosa sabemos: esas deudas no deben ser pagadas, lo que exige su transferencia fuera de los bancos o una fuerte intervención en su gestión. Ahora, ¿el punto fundamental es la voluntad de los gobiernos de los países más poderosos de Europa, principalmente Alemania, de reforzar la integración europea (en vez de acabar con la zona euro) que se opone a la voluntad de "desglobalización" de algunos? Ese debate oculta la cuestión central: ¿cuál Europa? ¿Una Europa de las clases superiores o la de un nuevo compromiso de izquierda?

Por último. En el famoso debate entre Noam Chomsky y Michel Foucault, a principios de la década del '70, el lingüista norteamericano defendió la necesidad intelectual tanto de comprender la naturaleza del poder y de las instituciones básicas de opresión como de intentar crear la visión de una sociedad futura. A esta última tarea le concedió una radical importancia llegando a sostener que era "crucial saber qué objetivos imposibles queremos alcanzar si nuestra intención es alcanzar algunos de los objetivos posibles". En este sentido, ¿cree usted que es posible pensar en nuevas formas de organización social para el corto o mediano plazo? Y de ser así, ¿cuáles serían sintéticamente los principios rectores de esa alternativa?

No necesitamos a nadie para saber que se deben definir alternativas, ni a Chomsky, ni a Foucault. La izquierda radical tiene que conquistar un tipo de madurez fuera de tales referencias. El problema es el contenido, fuera de declaraciones de buenos sentimientos o intenciones. En el corto plazo, se trata de establecer -sobre la presión de las luchas populares- un nuevo compromiso de izquierda con las clases de los cuadros gerenciales para transformar el orden social tanto en el plano nacional (solidaridad social) como internacional (solidaridad desarrollista), y contener los poderes capitalistas tan fuertemente como sea posible. Sin embargo se deben evitar los defectos de las primeras décadas de la posguerra: el imperialismo (de las guerras coloniales o de Vietnam en particular) y la destrucción del planeta. Sobre todo se necesita iniciar una dinámica de lucha para prohibir cualquier retroceso hacia una hegemonía financiera como en el neoliberalismo, o cualquier consolidación de un poder de clase por parte de los cuadros gerenciales, sea demócrata (en el sentido de una democracia de clase) o dictatorial (como en el sovietismo). De inmediato, este nuevo orden social debe crear las condiciones de su propia superación en dirección de una sociedad sin clase, lo que significa mucha democracia directa y la transformación de las practicas de mando bajo la presión de organizaciones populares realmente autónomas: la eliminación de los privilegios no solamente de la propiedad sino de las jerarquías en las organizaciones en general.

12 de julio de 2014

Gérard Duménil: "La cuestión central es la estratificación social del orden económico vigente. A este respecto, el futuro dependerá de la lucha de clases, como de costumbre" (5)

Duménil, junto a Lévy, basa la caracterización de una tercera clase social en la condición de no propietarios de los medios de producción en los estratos gerenciales, y en su carácter de asalariados, aunque claramente diferenciados de las clases populares. Aunque sostiene que las elevadas remuneraciones de estos sectores sugieren su participación en la apropiación de la plusvalía, queda subestimada en su lectura el carácter antagónico del proceso de producción en el cual el conjunto de los estratos gerenciales operan como enlace para asegurar en todos los niveles el despotismo fabril. Cabría decir que la autonomía que Duménil adjudica a este estrato durante los años del New Deal y la inmediata posguerra, así como la minimización de los intereses capitalistas que observa durante este período expresada, por ejemplo, en el desdén por la valorización bursátil de las firmas, no fueron una imposición realizada por un estrato autónomo contra la clase capitalista sino una respuesta de ésta para salvaguardar sus intereses estratégicos. Así como la derrota de los procesos revolucionarios en los ‘60 y ‘70, que devolvió la confianza a la burguesía en la fuerza de su dominio, fue la señal para lanzar una nueva ofensiva para revertir todas las concesiones otorgadas. A continuación, la quinta parte del resumen de entrevistas a Gérard Duménil.


La categoría de los cuadros gerenciales ocupa un puesto central en su obra. ¿Puede recordarnos rápidamente su análisis y su relación con el de Marx? Más concretamente, ¿cómo definiría los perfiles de esta categoría y cuáles son los recursos que constituyen esta clase como grupo social dotado de una capacidad de acción propia? Del mismo modo, evoca una transición hacia un postcapitalismo gerencial. Según su opinión, ¿cuáles serían las relaciones sociales constitutivas de este modo de producción en vías de desarrollo?

En lo que respecta a la relación con la teoría de Marx, nuestra problemática combina fundamentalismo y revisionismo. Tomamos de la teoría marxista las relaciones sociales y vemos en la lucha de clases el motor de la historia en combinación con la gran dinámica histórica de las fuerzas productivas y las relaciones de producción. No obstante, a partir de ahora, haría falta sustituir la estructura binaria por una ternaria. Definimos a los cuadros gerenciales como clase en referencia a su posición específica frente a los medios de producción -incluyendo la fuerza del trabajo de otros empleados-, teniendo en sus manos el control sin ser propietarios. La similitud de su actividad profesional y de su modo de vida nos lleva a asociar los cuadros gerenciales del sector público a los del privado. Este marco teórico que viene apoyándose en las observaciones empíricas, principalmente en lo que concierne a las rentas, nos obliga a aplicar en dichos ámbitos una definición más ajustada que la estatutaria dada en Francia. Si nuestra evidencia es una de las más asentadas respecto a esta estructura ternaria, formulamos una hipótesis más audaz por la que el capitalismo podría llegar a dejar sitio a un nuevo modo de producción postcapitalista llamado gerencialismo, cuya clase superior sería la de los cuadros gerenciales. Esta hipótesis gerentista nos empuja a ver en el capitalismo ternario actual una transición entre dos modos de producción a los cuales llamamos capitalismo gerencial o, aplicando el concepto anglosajón, capitalismo managerial. La estructura de clase ternaria puede, así, ser interpretada como una expresión de la superposición de dos antagonistas de clase, cada uno cercano a un modo de producción en concreto: capitalistas-proletarios (capitalismo) y cuadros gerenciales-clases populares (gerencialismo). El modo de producción gerencialista postcapitalista, como toda sociedad de clases, no viene dado sin contradicciones. Se puede apreciar que la experiencia soviética gozaba de esta misma naturaleza. Esta fracasó por sus propias contradicciones internas y acabó en una vuelta al capitalismo por culpa de las persecuciones que sufrieron las luchas populares dentro del contexto de una represión radical. En los años inmediatos a la Segunda Guerra Mundial, y continuando con el ala reformista del movimiento obrero, la sociedad inició una transición similar y, del mismo modo, acabó ahogándose en sus propias contradicciones. Pensamos que la estructura de clase tripartita permite hacer una lectura de las transformaciones sufridas por el capitalismo desde finales del siglo XIX; más concretamente, del compromiso keynesiano de la posguerra y del neoliberalismo. Su poder explicativo frente a las dinámicas económicas y políticas es, para nosotros, una de las justificaciones principales de este cuadro analítico. Resumiendo a grandes rasgos: prolongar a Marx en lugar de abandonarlo, con el fin de comprender la historia de nuestras sociedades y sus configuraciones contemporáneas, además de tener el objetivo de contribuir, en la medida de nuestras posibilidades, al reinicio de las trayectorias para el progreso.

¿Cuál es el origen de su aproximación con relación a los otros trabajos que insisten en la división entre gerentes y propietarios, dentro y fuera del marxismo?

Hay mucha literatura sobre la revolución gerencial y la caracterización social de los cuadros gerenciales que han obtenido como resultado: funciones, suposición de clase, opciones políticas… Habiendo optado por un formato limitado como es el formato libro, y acotando la amplitud de campo, optamos por presentar nuestros análisis como tal, sin que ello nos libre de la confrontación. Durante la Revolución Francesa, los primeros teóricos de la comunidad de bienes y trabajos, especialmente Gracchus Babeuf cuando el término comunismo aún no se había impuesto, ya se planteaban el problema del papel de los dirigentes en los establecimientos de una sociedad nueva. Todos los socialismos utópicos (Owen, Fourier) o pequeñoburgueses (Proudhon), debieron enfrentarse a esta tesis sin hablar de sí mismos, como Saint-Simon, para quien el socialismo debía estar en manos de una casta dirigente de sabios y directores de empresa. La cuestión tendría un papel central en el seno de la Primera Internacional, dentro de la controversia entre las corrientes marxistas autoritarias y las anarquistas. En el contexto de la Revolución de Octubre se plantearía rápidamente la cuestión de subtitutismo como toma del poder por los cuadros políticos. Podemos citar a todos los pioneros teóricos que hicieron de los cuadros gerenciales una clase: Robert Michels o Alexander Bogdanov, y unos trámites que contribuirían a la denuncia de la naturaleza de clase de la sociedad soviética. Veinte años después, James Burnham generalizó esta tesis sosteniendo en su obra de 1941, "La revolución gerencial", que el capitalismo cedería el puesto a una sociedad gerencial y que la Unión Soviética sería el primer ejemplo. Un año más tarde, Joseph Schumpeter afirmaba que el socialismo (un modelo muy gerentista) sucedería al capitalismo. Lejos del marxismo o del socialismo, es necesario citar a Kenneth Galbraith y su tecnoestructura, así como a Alfred Chandler, cuyos trabajos van en la línea de la extensa literatura estadounidense consagrada a las consecuencias de la revolución gerencial. Más cercano a nosotros, tenemos la confrontación de los sociólogos con este fenómeno. Pierre Bourdieu, por ejemplo, añadiendo el capital cultural al económico, abría una vía a la caracterización social de los cuadros gerenciales, pero el estudio de las prácticas de gestión no era una de sus tesis preferidas. En su análisis del neoliberalismo veía en la acción de los cuadros financieros un poder que oponía al de las clases capitalistas (digamos que la verdadera relación es que las clases capitalistas consiguieron imponer una gestión de empresas según sus criterios, dado que los cuadros financieros ejercieron el poder sobre los medios de producción). Un sociólogo de la talla Luc Boltanski muestra un gran interés en el proceso de formación de la categoría social de los cuadros gerenciales, y no por su posición social como tal. Debe prestarse especial atención a la socioeconomía de inspiración marxista de los últimos decenios. Empezando por los menos revisionistas, no podemos dejar de mencionar a Eric Olin Wright, quien permanece en la problemática marxista tradicional de las dos clases, capitalistas y asalariados. La fracción superior de los asalariados, los gerentes o mánagers (que distinguen el poder y la competencia) son mejor remunerados por los capitalistas. Nicos Poulantzas veía en los cuadros gerenciales una nueva pequeña burguesía, pues extraen sus salarios del beneficio, y de ahí la plusvalía. Desde el inicio de los años '70 sostenemos una tesis perecida afirmando que esta interpretación era la más satisfactoria desde que se pretendía respetar las categorías marxianas, pero apuntando, como conclusión, la necesidad de salir de ese cuadro analítico; reconocer, con el mismo rigor, su poder explicativo y sus límites. Nuestro trabajo, llevado a cabo a lo largo de las últimas décadas, continúa este camino. Ateniéndonos a lo esencial, la interpretación más cercana a la nuestra es, irrefutablemente, la que Alain Bihr expresa en su obra de 1989, "Entre burguesía y proletariado. El marco capitalista". Bihr comprende a la perfección la exigencia del rebasamiento de la problemática de "El Capital" para dar cuenta del marco capitalista: "observamos que es totalmente imposible dar cuenta del marco capitalista en cuanto clase sustentada sobre la sola base de las relaciones capitalistas de producción".

Parece que ha considerado que el neoliberalismo no es más que la reafirmación del antiguo liberalismo. ¿Esta ideología no tiene ninguna cualidad de naturaleza política que consista en la construcción voluntaria de una lógica competitiva a todos los niveles de la esfera social?

Esta cuestión da muestra de que, respecto a dos puntos estrechamente vinculados, no conseguimos hacer que se nos entienda. Nunca hemos definido el neoliberalismo como una ideología, pero sí como una etapa del capitalismo -lo que venimos llamando orden social-caracterizado por una alianza de la clase específica y un conjunto de prácticas de clase. En la secuencia de órdenes sociales de principios del siglo XX distinguimos: la primera hegemonía de las finanzas, hasta el crack del '29; el compromiso socialdemócrata de la posguerra, hasta la crisis de finales de los '70; y el neoliberalismo como segunda hegemonía de las finanzas. Por finanzas entendemos las fracciones superiores de las clases capitalistas y sus instituciones financieras. Lo que el primer y el tercer orden social tienen en común es esta hegemonía de clases capitalistas y la alianza con los cuadros gerenciales. Dejando esto a un lado, las diferencias entre estas configuraciones son considerables y, en nuestra problemática, están asociadas a la progresión de la socialización de la producción y a los aspectos gerentistas cada vez más avanzados en las sociedades actuales. En ningún momento decimos que "el neoliberalismo no es más que la reafirmación del antiguo liberalismo". En segundo lugar, claro que hay una ideología neoliberal que corresponde a las finalidades de este orden social, haciendo eco de su naturaleza de clase. Pero de esta ideología -la referencia a los mercados, a su autodisciplina, a su capacidad de garantizar situaciones óptimas, etc.- a la realidad social hay una distancia considerable. Por poner un solo ejemplo: la existencia de políticas macroeconómicas verdaderamente activas dentro del propio neoliberalismo y su fortalecimiento a pasos agigantados en Estados Unidos.

Su posición sobre la cuestión europea parece poco contundente ante la gravedad de la situación. ¿No quedan desatendidos los efectos de camuflaje utilizados por el dispositivo político europeo respecto a la degradación de la situación social y política de las clases populares? Del mismo modo, usted afirma que "el espacio económico es necesariamente europeo", subrayando que desde el punto de vista de la propiedad del capital "los diferentes países de la Europa continental están relativamente poco aliados entre sí". ¿No es esto una clara contradicción? El enfrentamiento con las instituciones de la Unión Europea y la puesta en riesgo de este plan de clases dominantes, ¿no es un giro necesario para la realización de todo proyecto emancipador?

Empecemos por la primera parte de su pregunta. Evidentemente hay "efectos de camuflaje utilizados por el dispositivo político europeo" en el origen de "la degradación de la situación social y política de las clases populares". De hecho, se ha consagrado un gran parte del libro a su análisis. La diferencia entre su punto de vista y el nuestro es que nosotros no ubicamos el origen en los mismos mecanismos. No es Europa la que está en juego, sino la Europa neoliberal. Es en el neoliberalismo donde hay que situarlo. Los hay que piensan que Europa es necesariamente neoliberal por naturaleza -ya desde el inicio de la construcción europea-, que sólo hay salvación saliendo de la Unión Europea y la Eurozona. Esta no es nuestra opinión. El repliegue nacional sería una de las peores soluciones. Volvemos a ello respondiendo a la segunda parte de su pregunta, la contradicción que ha señalado. La primera observación es que, desde la perspectiva de la propiedad, Europa está menos integrada en la gran nebulosa del neoliberalismo anglosajón de lo que se podría pensar. Si uno cree en la construcción europea, tendrá que lamentarlo. El punto fuerte es que las redes de gestión (entre consejos de administración) existen y toman fuerza a escala continental, y esto no se ha destruido en Europa como ocurre en el mundo más directamente sumiso de la finanza anglosajona. Este es un factor que juega a favor de una dinámica europea alternativa. Para finalizar, tenemos el enfrentamiento con "las instituciones de la Unión Europea y la puesta en riesgo de este plan de clases dominantes". ¿No es algo necesario? Efectivamente, es una de las tesis centrales del libro.

Uno de los hechos más significativos de los últimos decenios es la integración de China en el capitalismo globalizado, la caída del bloque soviético y el abandono de las estrategias de progreso en los países en vías de desarrollo. ¿Cómo interpreta las reconfiguraciones de clases internas que corresponde a estos virajes? Según su punto de vista, ¿a qué tipo de nueva orden internacional da lugar el surgimiento de estos nuevos poderes capitalistas? Dicho de otro modo, ¿en qué lugar se ubica usted dentro del espectro de posiciones con relación al imperialismo contemporáneo, el cual iría de Panitch a Arrighi?

Empecemos por la primera pregunta, la cual es bastante considerable, ya que reenvía a configuraciones bien diferenciadas y variadas. Muy esquemáticamente: Rusia, China, países emergentes (utilizaremos Brasil y México como ejemplos). La clase superior de cuadros gerenciales que dominaba la Unión Soviética antes de la caída del muro (dentro de un gerentismo autoritario y burocrático, y no un capitalismo de Estado) eligió una transición brutal hacia el capitalismo, una elección colectiva política. Esto se debe a que veía la posibilidad de mejorar de manera formidable su posición social (empleando todos los medios, los más ilegales incluso). Las vías reformistas de Gorbachov fueron abandonadas igual de rápidamente pese a los riesgos expuestos concernientes a la Unión. China, con la misma intención, emprendió una transición hacia el capitalismo siguiendo la conducta de dichas clases de cuadros gerenciales. Estas sustentaban el poder, así como la de los nuevos capitalistas (los primeros se mudaron durante mucho tiempo a la posición de los segundos, y estos se pusieron en cabeza dentro de las jerarquías del partido y las gubernamentales). No obstante, la observación de la experiencia soviética (el estancamiento de su industria y su descomposición territorial), así como las crisis del neoliberalismo -en Asia o América Latina- mantenidas por un fortísimo nacionalismo (la voluntad de reencontrar un estatus histórico ridiculizado por el imperialismo occidental) han conducido a las clases dirigentes chinas a unirse bajo la bandera del Partido Comunista con el fin de llevar a buen puerto esta empresa. Todas las potencialidades de una gran intervención estatal -así como de un control social y de potentes intervenciones económicas- fueron llevadas a cabo para asegurar esta acumulación de capital, una forma especial de neogerencialismo. En conclusión, se aprecia que los países de la periferia han abandonado las políticas de sustitución de importaciones. Por ahora, algunos han rechazado integrarse en la mundialización neoliberal (lo que no significa, necesariamente, un abandono de las reglas neoliberales en su organización interna). Brasil es un buen ejemplo de integración: reorienta su comercio exterior hacia circuitos menos centrados que Estados Unidos, así como las estructuras sociales, consagrando simultáneamente la preeminencia del sector financiero y estabilizando ciertos tipos de protección social. Actualmente numerosos economistas del país sostienen esta tesis, la de una vuelta hacia las políticas de desarrollo. México es el mejor contraejemplo: anclado a Estados Unidos y Canadá por un acuerdo de libre intercambio y con consecuencias catastróficas. Allí continúan, inequívocamente, con opciones neoliberales después de mucho tiempo, por lo que ya prevemos los dramáticos resultados. Podemos comprobar que ambos países tienen en su haber poderosos millonarios. En lo que respecta a Leo Panitch y Giovanni Arrighi, nos percatamos que en su pregunta hace alusión a los artículos publicados recientemente por Leo Panitch y Sam Gindin, y la manera en la que ambos se posicionan respecto a los análisis de Arrighi (en concreto, "La geometría del imperialismo", de 1978). Este sostenía que el concepto de imperialismo, tras haber sido considerado en todas sus acepciones, quedaba vacío. La tesis de Panitch y Gindin es la del gran imperialismo estadounidense, el cual domina mundialmente, incluyendo a los otros países capitalistas tanto del centro como de la periferia. Estos son temas de los que hemos hablado largo y tendido desde los inicios del siglo XXI cuando trabajamos sobre América Latina. No nos posicionamos entre Panitch-Gindin y Arrighi. Incluso si su morfología ha cambiado, la noción de imperialismo conserva todo su sentido en los planos económico, político y militar. El imperialismo pasa por fases, pero su naturaleza es de carácter estructural, permaneciendo así las sociedades de clase. En el plano económico, trata siempre de apropiarse del excedente de otras regiones del mundo (por eso se pueden importar esclavos o materias primas a bajo costo y realizar importaciones o exportaciones de capital). En el plano político, es siempre un sistema de dominación jerárquica entre países dirigidos por sus Estados. Cualquier medio es bueno, diplomático y militar (corrupción, subversión y guerra). A la dominación se le suma la colaboración de las clases superiores locales. En según qué periodos históricos, un país domina -España, Inglaterra, Estados Unidos- en esta gran nebulosa donde el más fuerte explota al más débil, donde hay bajos imperialismos, concepto que comprende la Europa actual (también ella tiene centro y periferias), pero podríamos pensar igualmente en Rusia o China. ¿O es que lo acontecido ahora en Ucrania no es un enredo entre imperialismos? En resumen: ni Panitch-Gindin ni Arrighi; simplemente, imperialismo en todos sus estados.

11 de julio de 2014

Gérard Duménil: "La cuestión central es la estratificación social del orden económico vigente. A este respecto, el futuro dependerá de la lucha de clases, como de costumbre" (4)

Centrando su análisis en la evolución y situación actual del capitalismo contemporáneo, Gérard Duménil es autor de una vasta obra compuesta por varios libros y decenas de artículos publicados en diversos medios especializados. Entre sus ensayos merecen mencionarse "Le concept de loi économique dans 'Le Capital'" (El concepto de ley económica en "El Capital") y "Marx et Keynes face à la crise" (Marx y Keynes frente a la crisis). La mayoría de su obra investigativa ha sido escrita en colaboración con otros prestigiosos economistas. Así, con Jacques Bidet (1935) publicó "L'altermarxisme. Un autre marxisme pour un autre monde" (Altermarxismo. Otro marxismo para otro mundo); y "Lire Marx" (Leer a Marx) y "Les cent mots du marxisme" (Las cien palabras del marxismo) lo hizo junto a Michäel Löwy (1938) y Emmanuel Renault (1967). Lo más destacado de su producción radica en las obras escritas en coautoría con Dominique Lévy (1944). Ellas son: "Être keynésien dans le court terme et classique dans le long terme" (Ser keynesiano en el corto plazo y clásico en el largo plazo), "Les trois champs de la théorie des relations financières de Marx. Le capital financier d'Hilferding et Lénine" (Los tres campos de la teoría de las relaciones financieras de Marx. El capital financiero en Hilferding y Lenin), "Crise et sortie de crise. Ordre et désordres néolibéraux" (Crisis y salida de la crisis. Orden y desorden neoliberal), "La crise du néolibéralisme" (La crisis del neoliberalismo), "La grande bifurcation. En finir avec le néolibéralisme" (La gran bifurcación. Acabar con el neoliberalismo), "La résurgence du capital. Les racines de la révolution néolibérale" (El resurgimiento del capital. Las raíces de la revolución neoliberal), "Économie marxiste du capitalisme" (Economía marxista del capitalismo), "Le triangle infernal. Crise, mondialisation, financiarisation" (El triángulo infernal. Crisis, mundialización, financiarización), "Au-delà du capitalisme?" (¿Más allá del capitalismo?), "La dynamique du capital. Un siècle d'économie américaine" (La dinámica del capital. Un siglo de economía norteamericana), "Le économie du taux de profit. Rivalité, crises et les tendances historiques dans le capitalisme" (La economía de la tasa de ganancia. Competencia, crisis y tendencias históricas en el capitalismo) y "Crises et renouveau du capitalisme. Le 20e siècle en perspective" (Crisis y renovación del capitalismo. El siglo XX en perspectiva). A renglón seguido, la cuarta parte de la selección de entrevistas que Duménil concedió a diversos medios periodísticos desde el estallido de la actual crisis económica en 2008.


Algunos autores dicen que hay que reconocerle al neoliberalismo que a finales de los '70 superó la estanflación y que a su vez fue una forma de dar respuesta a la crisis de déficit presupuestario. En cambio para usted el neoliberalismo sólo liberó a los demonios que echaron andar los mecanismos de la crisis y no hicieron nada por promover el crecimiento. ¿Qué opina de esto?

Volvamos a nuestro libro "Crisis y salida de la crisis. Orden y desorden neoliberal" cuyo tema es la crisis de los '70 y el neoliberalismo. Así vemos que después de la Segunda Guerra Mundial existía otro tipo de orden social que tenía aspectos socialdemócratas y desarrollistas. Es un fenómeno complejo porque, evidentemente, las situaciones en América Latina, Europa y Estados Unidos no eran las mismas. El problema fue que, en la década de los '70, el capitalismo entró en una crisis de rentabilidad del capital con una caída de la tasa de ganancia, teoría estructural que podemos encontrar en Marx. El problema fue que el orden social de la época, los poderes y las fuerzas sociales, no fueron capaces de organizarse para remediar esa crisis, provocando una ola de inflación en Europa, Estados Unidos, Japón y América Latina. Por razones políticas, estas fuerzas sociales no lograron organizarse. Eso permitió que las clases capitalistas se apropiaran de todo. Así en el '79, con una violencia enorme como lo describe Naomi Klein en su libro "La doctrina del shock", cambiaron todo. La resistencia popular resultó fuerte, con huelgas en Inglaterra, Estados Unidos o Francia. Desafortunadamente el movimiento fracasó y Margaret Thatcher y Ronald Reagan fueron electos, sin hablar de Augusto Pinochet, etc. No se debe olvidar que Thatcher solía decir "mi mejor amigo, Augusto Pinochet". Se trataba de un mismo grupo. De esa forma, las clases populares, la clase obrera y otras capas perdieron. Fue el saldo de una lucha de clase donde las clases capitalistas ganaron y transformaron el mundo. No es que hayan ganado para resolver los problemas en general, sino para resolver sus problemas. Sus ingresos habían disminuido enormemente en la posguerra, y al tomar el poder lograron revertir esas tendencias importándoles poco los problemas de la economía. Sí, consiguieron aumentar un poco la tasa de ganancia con mecanismos totalmente reaccionarios como el estancamiento del poder de compra de los trabajadores. Tan sólo veamos lo que sucedió con el poder de compra en México, entre el fin de la Segunda Guerra Mundial y el fin de los '70, que había aumentado y se cayó de forma espectacular con el neoliberalismo. E igualmente en Argentina y otros países. Acabaron con la inflación pero no con la pobreza, aumentaron la desigualdad y el desempleo, etc. Así, para las clases populares fue un retroceso y para los capitalistas un éxito.

Sus trabajos muestran que la tasa de ganancia desde los '80 tuvo una recuperación bastante débil, después de la caída en los años '70 durante la crisis estructural previa. Esto sería un fuerte indicador para explicar el débil crecimiento que caracterizó las últimas décadas. Sin embargo, en su explicación de la evolución del capitalismo desde los '80 en adelante y de la crisis de 2008 no juega un lugar central lo ocurrido con la tasa de ganancia. ¿No es acaso la debilidad en la recuperación de la rentabilidad un elemento importante para explicar el débil crecimiento y la regresión social registrados en las últimas décadas?

Usando lo que llamamos una definición "a lo Marx" de la tasa de ganancia, esto es, con una definición amplia de ganancias (total de ingresos menos salarios) y con el capital medido como el stock neto de capital fijo, no hubo un restablecimiento significativo de la tasa de ganancia después de la crisis de los años '70. Pero, como hemos mostrado en distintos libros, la diferencia es bastante grande entre esta medida de las ganancias y las ganancias retenidas por las corporaciones. Primero, una fracción considerable de las ganancias es pagada como impuestos: la tasa de ganancia después de los impuestos se restableció mientras que la tasa de ganancia "a lo Marx" no. Por lo tanto, el primer motivo por el cual no interpretamos la crisis actual como una crisis de rentabilidad es que al nivel de las tasas de ganancia (considerando la rentabilidad que efectivamente corresponde a las empresas) se restableció a los niveles previos debido al aumento de las fracciones de las ganancias pagadas como intereses y dividendos, la tasa de "ganancias retenidas" finalmente disminuyó dando lugar a tasas de acumulación tendencialmente más bajas. El segundo motivo es que los mecanismos no son los mismos. Un aspecto básico en las crisis de hegemonía financiera es la explosión de los mecanismos financieros; no hubo nada, en la crisis actual, como una ola de inflación espiralizada, etc.

Hace referencia en su libro a la clase "gerencial" como un estrato de clase diferenciado de los propietarios del capital y de los trabajadores asalariados en general. En este análisis resulta determinante el posicionamiento de este estrato gerencial para la configuración de las relaciones de poder. Pero, ¿cuál es el fundamento para distinguir estos sectores sociales gerenciales de la clase capitalista propietaria? ¿Es esperable que pueda orientarse en el sentido de un "compromiso" con los sectores populares, considerando el fuerte ascenso económico logrado por estos estratos más altos gracias a las políticas pro empresarias -y pro gerenciales- de las últimas décadas?

Desde una perspectiva marxiana, una clase es definida por su posición "cara a cara" con los medios de producción. Los gerentes no son propietarios de los medios de producción. Llevan a cabo las tareas de lo que Marx llamaba las funciones del "capitalista activo". Dados sus ingresos comparativamente altos, los gerentes podrían ser propietarios de paquetes de acciones, pero su caracterización como "managers" implica que la principal base de su posición social no es la propiedad sino el control de los medios de producción, incluyendo la fuerza de trabajo de otras fracciones de asalariados. Extendemos la categoría a altos funcionarios. En el capitalismo contemporáneo hay observaciones empíricas significativas que indican la separación de esta categoría social tanto de los dueños del capital como de otros asalariados, especialmente en lo que concierne a las tendencias de ingreso de estos grupos sociales. Hay razones mucho más profundas para comprender la naturaleza de clase de las relaciones "gerenciales". Primero, toda la historia del movimiento de emancipación de las clases populares -desde sus comienzos durante la Revolución Francesa, y en el contexto de la emergencia de los movimientos comunista y socialista en las décadas siguientes, hasta el movimiento obrero industrial actual- apunta a la misma contradicción básica, concretamente a la emergencia de una nueva clase, en lo que ha sido denotado como "sustitucionismo". La construcción del socialismo en la Unión Soviética o en China fracasó a causa de esta tendencia a la emergencia de una nueva clase dominante. Este es un tópico central de "La gran bifurcación". "Bifurcar" significa encontrar una salida de las tendencias actualmente en curso, cuyo aspecto social central es la alianza entre capitalistas y clases gerenciales, para establecer un nuevo compromiso a la izquierda entre clases gerenciales y clases populares. Una segunda razón es que consideramos la estructura tripolar de clases -capitalistas, gerentes, clase popular- una herramienta clave en el análisis de la historia desde la revolución gerencial a comienzos del siglo XX. Interpretamos estos períodos de tres o cuatro décadas entre cada crisis estructural como "órdenes sociales" definidos por las configuraciones de poderes y alianzas dentro del entramado de estas tres clases.

En el caso de Estados Unidos, algunas políticas como los QE (Quantitative Easing - Flexibilización Cuantitativa) jugaron un rol significativo, no en atacar las raíces de la crisis ni mucho menos, pero sí en estabilizar la situación y permitir un crecimiento moderado. ¿Qué posibilidades y qué limites ve para que estas políticas puedan mantenerse en el mediano o largo plazo?

Por las razones señaladas antes (la gobernanza corporativa y la globalización neoliberal), la economía norteamericana y la Unión Europea ingresaron en una fase de estancamiento duradero, con tasas declinantes de acumulación en sus territorios nacionales. No hay señales de que las reglas de funcionamiento que comandan el ingreso y la riqueza de las clases más altas (propietarios del capital y managers) vayan a desestabilizarse. La hegemonía internacional de Estados Unidos se sostiene enteramente por el sistema de corporaciones transnacionales y la constelación gigante de corporaciones financieras. Una diferencia entre Estados Unidos y la Unión Europea o la zona Euro es que, en el primero, el gobierno y el Banco Central están plenamente comprometidos en sostener la economía. El piso de la recesión se alcanzó a mediados de 2009 y, desde entonces, con breves interrupciones como producto de la acción del partido Republicano se condujeron políticas macro muy fuertes, concretamente de gasto público deficitario y políticas monetarias innovadoras; a esto se puede agregar una política industrial también muy fuerte, incluyendo proteccionismo encubierto y una política a favor del desarrollo de gas no convencional a los fines de disminuir drásticamente el costo de la energía. Estas políticas fueron suficientes para mantener un crecimiento más bien estable de la economía de alrededor de 2%, en marcado contraste con Europa, al borde de la recesión. Es difícil imaginar, sin embargo, que estas políticas pudieran resolver realmente la tendencia a tasas de inversión decrecientes.

En "La crisis del neoliberalismo" plantea que será difícil que Estados Unidos pueda preservar su hegemonía. ¿Cuáles son los síntomas del deterioro de su hegemonía y cuáles pueden ser sus implicancias para la clase dominante norteamericana y las del resto del planeta?

Los síntomas de la declinación de la hegemonía norteamericana son obvios. Las tasas de crecimiento de las economías emergentes son ahora mucho más elevadas que las de los viejos centros. El liderazgo de la economía norteamericana en lo que concierne a ciencia y tecnología, así como a capacidades militares, está todavía claramente establecido. Pero otros países están progresando rápidamente. Si no se invierten las tendencias actuales, el país va a perder gradualmente su delantera. Este factor político (internacional) podría justificar en las próximas décadas un mayor involucramiento del gobierno y un cuestionamiento de algunas de las conquistas de las clases capitalistas durante el neoliberalismo. Este "factor nacional" podría volverse crucial. La forma actual de "neoliberalismo administrado" es ya de por sí una manifestación de esta tendencia. Pero podemos esperar fuertes tensiones en las próximas décadas entre los intereses de los estratos más altos y los del país como un todo.

A seis años de la quiebra de Lehman Brothers, ¿cómo ve hoy las economías de Estados Unidos, Europa y China? ¿Cuáles son los derroteros que puede seguir esta crisis sistémica y qué respuestas podemos prever ante la misma?

En el contexto del análisis precedente, es claro que las situaciones de Estados Unidos y Europa son en cierta medida diferentes. Las dos regiones del planeta tienen en común, sin embargo, la tendencia declinante de la inversión y bajas tasas de crecimiento, a lo que podemos agregar la dificultad de manejar la economía a nivel macro y el casi imposible requerimiento de frenar el crecimiento de la deuda pública. A cierta distancia de las regulaciones neoliberales y evitando el giro hacia una financiarización desenfrenada, Alemania preservó los sectores industriales de su economía. En ausencia de déficits estructurales de comercio exterior y de presupuesto público, el país no necesita fuertes políticas de  estímulo requeridas por otros países europeos. Así que el gobierno alemán mantiene una adhesión estricta a la ortodoxia macroeconómica y tiende a imponer su punto de vista, con duras consecuencias para otros países. Considerado globalmente, el continente permanece al borde de la recesión, y los intentos de recortar los déficits públicos se ven confrontados con los riesgos de la contracción del producto bruto. Haciendo abstracción de estas diferencias, en Europa como en Estados Unidos, todas las "derechas" actualmente en el poder basan sus estrategias en el mismo principio básico que consiste en cortar el poder de compra de las clases populares y desarticular el armazón de bienestar. No habrá límites a estas presiones, a las cuales es urgente resistir. Estas son las tendencias actualmente en curso. Lo que, en nuestra opinión, debería ocurrir es fácil de adivinar: concretamente, el establecimiento de un nuevo compromiso a la izquierda. Uno o varios países deben mostrar la dirección llevando al poder a un gobierno genuinamente de izquierda. Si así ocurriera, un movimiento social poderoso se extendería por la mayoría de los países europeos. Los tratados europeos deberían ser entonces corregidos en una dirección alejada de las tendencias neoliberales y fuertes políticas promulgadas. China está actualmente concentrada en una transición hacia el capitalismo. Este capitalismo posee, obviamente, todas las características del capitalismo contemporáneo, una forma de capitalismo "gerencial", con los dos componentes de las clases dominantes, pero no todas las características del capitalismo neoliberal. Bajo el liderazgo del Partido Comunista Chino el país se insertó en la red de la globalización neoliberal y, simultáneamente, mantuvo una acción muy fuerte del gobierno a una distancia considerable de la ideología neoliberal del "laissez faire". La experiencia de la crisis de 2008 ha tenido un impacto muy fuerte en la transformación de la economía y la sociedad chinas, al enfatizar los riesgos asociados con una rápida desregulación. Especialmente, el gobierno chino conserva un control básico del crédito y los mecanismos financieros. Pero la nueva clase capitalista está emergiendo rápidamente y podría buscar una integración más plena en el sistema de relaciones capitalistas internacionales, con riesgos obvios en lo que respecta a la continuidad de la fuerte acumulación de capital en territorio chino.

¿Piensa que los jóvenes países capitalistas pueden ser el lugar donde se encarne la alianza cuadros gerenciales-trabajadores susceptible de poner en marcha la transición hacia un postcapitalismo progresista?

¿A qué se refiere? ¿Ecuador en un joven país capitalista? Sí, podemos mantener ciertas esperanzas respecto a eso. ¿O está usted pensando en los países del Este de Europa? Sin conocer la situación social de cada país, nos inclinamos hacia una respuesta negativa. Lo mismo ocurre si se trata de Rusia o China. En este último caso, es el epíteto de progresista lo que permite decantarse por la opción negativa pues China podría conservar alguna característica neogerencial bien pronunciada. Su futuro está, sin duda alguna, en esta bifurcación, en los asuntos de la lucha de clases, como de costumbre.

Cuando menciona una gran bifurcación, fija el contenido de una alianza de la izquierda. ¿En qué condiciones podría llevarse a cabo esta alianza de los cuadros gerenciales con las clases políticas populares que usted considera deseables?

En el libro "La gran bifurcación" no discutimos las condiciones políticas del restablecimiento de una vuelta a un compromiso social similar al de la posguerra, caracterizado por una alianza izquierdista de las clases populares y las clases gerenciales. Nuestra principal afirmación es bastante simple y poco imaginativa: el incentivo sería la lucha de clases populares. Ya se trate de clases populares o de cuadros gerenciales, la acentuación de las contradicciones del neoliberalismo aumentará estas potencialidades de renovación de luchas. Por lo menos, podemos constatar que el neoliberalismo no saldrá indemne del camino que ha tomado, algo que ya podemos comprobar. El libro lucha contra uno de los factores que obstaculizan la remontada de estas luchas: la fuerza de la propaganda del "no hay alternativa" tatcheriano. Tiene como objetivo mostrar que, al contrario de lo que se cree, sí hay alternativas y no tan extravagantes.