30 de abril de 2013

Marc Augé: "Debemos dirigirnos hacia una sociedad en la que el conocimiento sea la meta y la prosperidad una consecuencia" (3)

En tiempos de profunda crisis global, la idea de futuro está hipotecada por las carencias y los miedos del presente. En "Où est passé l'avenir?" (Futuro), su nuevo libro, Augé razona desde una perspectiva diferente: el exceso de visión, de representaciones preconcebidas, impide pensar el cambio a partir de la experiencia histórica concreta. Pone bajo la lupa la sociedad del "presente permanente" en la que vivimos; un presente empobrecedor y constituido sólo de precariedad -financiera, económica, de proyección social- y que induce a pensar en el futuro como un tiempo incierto, que aterroriza y paraliza. En el texto, el autor plantea una perspectiva nueva que posibilite al sujeto reapropiarse de un tiempo presente que pueda ser vivido -no temido- y que posibilite una proyección al futuro. Analiza también las dos grandes modalidades de la relación con el futuro observables en la diversidad de las sociedades humanas. "Una de ellas hace del futuro una continuidad del pasado: la intriga; la otra hace de él un nacimiento: la inauguración. Ambas encuentran expresiones institucionales y culturales. Suscita múltiples miedos, pero también, dado que el hombre como criatura simbólica no puede vivir sin cierta conciencia de los otros y del porvenir, suscita recurrentes expectativas, esperanzas y utopías". Entre los nuevos miedos que este tiempo de "sobremodernidad" han traído, Augé menciona los cambios introducidos por la tecnología en la vida humana: "Cuando las seducciones de la ficción penetran lo real, lo primero que suscitan es el asombro, luego la duda y finalmente el temor de una desposesión del hombre por las técnicas que ha inventado. El miedo al aprendiz de brujo está siempre presente". Asimismo alude al miedo a caer del lado de los excluidos y cómo esto alimenta la angustia por el futuro inmediato. Propone, entonces, el modelo científico como única vía para construir una sociedad en la que la meta sea el conocimiento y defiende la búsqueda de la verdad para dominar el porvenir y darle sentido a la vida. Para Augé, es prioritario reorientar las políticas educativas hacia un humanismo independiente de las exigencias del mercado. "Postular que el hombre -todo hombre- tiene por vocación esencial el conocimiento, el conocimiento de lo que él es, el conocimiento de lo que algo es, no significa asignarle un ideal inalcanzable, ignorar las condiciones materiales y afectivas capaces de asegurarle el bienestar y, a veces, la felicidad; es recordar la parte genérica de la humanidad que cada uno lleva, y la exigencia ética y crítica que de ella mana". Sigue a continuación la tercera y última parte de la serie de entrevistas realizadas por distintos medios al autor de "Le métier d'anthropologue" (El oficio de antropólogo).



En su último libro rescata de la historia la idea de futuro. La desempolva para recuperar algunos de sus sentidos olvidados y para hacer notar que no es una idea pasada de moda ni se trata de una idea acorralada por la pérdida de la perspectiva histórica en un mundo cada vez más hundido en el "presente perpetuo". La idea de futuro parecía una idea antigua…

Habíamos tenido una idea de futuro. Una idea utopista en el siglo XIX y una idea de liberación en el siglo XX. Pero el siglo XX ha sido también el fracaso respecto de los ideales del siglo XIX.

¿Cómo pensar el futuro después de esos fracasos?

Ha habido muchas mundializaciones en la historia, pero la globalización es una idea nueva. Hay un efecto de saturación. Los medios de comunicación suponen instantaneidad . Y sabemos que la última utopía fue también un fracaso. Aquella utopía de Fukuyama, la del "fin de la historia", esa fábula de la democracia liberal. El problema es que hay dictaduras que están satisfechas con el mercado liberal. Por otro lado hay más desempleo y hay una diferencia cada vez más creciente entre los más ricos de los ricos y los más pobres de los pobres. Es decir que no hay ninguna realización de los ideales liberales. Así es que con el fracaso de las utopías del siglo XIX y los problemas actuales tenemos miedo de imaginar el futuro.

¿"Futuro" podría ser pensado como la posibilidad de cuestionar la experiencia del "no-tiempo" en la sociedad contemporánea?

El espacio y el tiempo son las dos dimensiones simbólicas necesarias para pensar la vida humana. Pero hoy hay muchos "tiempos-muertos": los desempleos y los contratos de breve duración son algunas de las muchas formas del tiempo muerto. Lo interesante es buscar a los "amos del tiempo muerto". Quien canta "tiempo muerto", quien decide el desempleo o los contratos, distribuye las clases sociales.

A escala planetaria, usted concibe una nueva disección de las clases sociales.

Con una clase vinculada al poder, a la economía y al conocimiento; una clase heterogénea pero conformada por seres que tienen una solidaridad entre sí. La segunda es la clase de los consumidores simples, el sistema necesita de esos consumidores sociales. Y habría una tercera clase que es la de los excluidos, los excluidos del conocimiento, de la economía y del poder. Por causa del desempleo, al tercer escalón están cayendo muchos del segundo. Aunque los primeros tienen muy claro que hay que mantener un determinado cupo de consumidores para que sus negocios sigan generando beneficios. Esta sociedad de clases es una sociedad global. En los países emergentes, como China o Brasil, la distancia entre los más ricos de los ricos y los más pobres de los pobres es muy grande. Y crece a nivel planetario el número de los excluidos. Y al revés, hay que decir que en los denominados países subdesarrollados hay ciertos polos de desarrollo del conocimiento que son semejantes a los de los países avanzados.

Si en el mundo globalizado hay todavía clases sociales, eso significa que entonces todavía hay Historia.

Sí. Hay diversas velocidades y diversos espacios. Pero la planetarización absoluta está del lado de la comunicación. Los medios de comunicación son más rápidos que la sociedad. Por otro lado, la vida individual es muy breve comparada con la de las sociedades. De modo tal que hay una velocidad de la comunicación, hay una velocidad de la historia y hay una velocidad de la vida individual. Para los individuos todo es utopía, porque morimos sin conocer el fin de la historia. Por el contrario, a nivel planetario y a nivel científico tenemos el sentimiento de que todavía estamos en el comienzo. Comenzamos a descubrir la infinitud del universo, millones de sistemas solares en la galaxia. La ciencia va a descubrir muchas cosas. Dentro de un siglo tendremos muchas sorpresas. Tenemos la vaga percepción de que hay algo que se nos escapa pero que es algo muy importante. Hay habitantes del planeta que están excluidos de esos conocimientos. Es la primera vez que hay diferencias tan grandes en la humanidad.

¿Entonces está abierta de nuevo la lucha de clases? ¿Volvemos al origen de la Revolución Industrial?

Desde luego el conflicto es de nuevo evidente. La crisis le ha quitado la máscara al capitalismo liberal que pretendía hacernos creer que existían cauces pacíficos para resolver los intereses encontrados. Y que el final de los enfrentamientos suponía también el fin de la historia, como vaticinó Fukuyama. Pero vemos que no es así. Es muy llamativo que las acciones suban cuando aumenta el desempleo. Está claro que los intereses de unos y de otros están en contraposición.

Pues, como sabemos ya, la violencia es el paso siguiente. ¿O no?

Bueno, la violencia es uno de los motores de la historia. Si no existiera, significaría que estamos viviendo bajo una dictadura que no permite la discrepancia. Viviríamos en una paz ilusoria. En el momento presente ya hay brotes de violencia, pero están localizadas en puntos concretos. Yo no creo que haya una revolución planetaria a corto plazo. Tendrá que pasar tiempo. Y espero que esa revolución tenga una base verdaderamente democrática. La utopía que yo defiendo es la de la generalización de la educación. Es la única que puede traernos una prosperidad auténtica.

¿Todavía tiene fe en la democracia?

Es un ideal sincero. El problema es que en muchas partes se ha estancado. Para salir del atolladero sería recomendable seguir el impulso de la ciencia que es donde todavía se manifiesta con claridad el esfuerzo por el progreso. La lucha continua para ir ganándole posiciones a la ignorancia. Y tiene la virtud de que constantemente se pone entredicho a sí misma. Ese revisionismo era, en cambio, una especie de fantasma en el ámbito de las ideologías de los siglos XIX y XX. No había margen para las dudas.

En "Futuro" también habla de los nuevos miedos que caracterizan a nuestra sociedad.

Sí, ha desaparecido el miedo a una guerra convencional pero han aparecido otros. Miedos económicos, a las catástrofes ecológicas, al terrorismo informático… Además, la brecha social entre pobres y ricos se agranda cada día tanto en los países emergentes como en los denominados desarrollados y las clases medias temen perder su posición y entrar en la tercera clase. Esta es una de las caras más visibles de la contemporaneidad.

Una consecuencia más de la crisis económica…

Hemos otorgado el poder a la especulación financiera. Detrás de los mercados, tan frágiles y susceptibles, hay una realidad que es la especulación. La economía real no es la que domina el mercado sino las finanzas, su dimensión especulativa. Hace treinta años había una realidad más visible de la economía real y creo que hay una relación entre esa tecnología y la especulación financiera. He leído que es posible especular no sólo instantáneamente sino con una antelación, vender algo antes de comprarlo… Compras y vendes a través de ordenadores y, de vez en cuando, ocurre una catástrofe. Estas prácticas son escandalosas, provocan catástrofes sociales y no tienen nada que ver con la producción.

¿Podemos aprovechar esta crisis para extraer alguna consecuencia positiva?

Mucha gente ha tomado una conciencia más clara de lo que es la riqueza y observa con preocupación las enormes diferencias salariales. El salario ¿es acaso la medida del mérito? En Francia, Hollande ha introducido un impuesto para rentas superiores al millón de euros anuales. ¿Un millón de euros? ¡Qué barbaridad, cuando el salario mínimo no llega en muchos casos a los 1.000 euros! ¿Qué pensamos de un profesor que después de veinte años de trabajo gana 2.000? ¿Lo despreciamos? Si nos moviéramos en un solo país y no en una escala planetaria, diría que estamos en una situación prerrevolucionaria. Pero ahora todo es más complicado; las redes sociales no van a hacer la revolución. Cuando se dice que estaban en el origen de los movimientos de la primavera árabe… es una afirmación muy parcial porque había mucha gente, muchos pobres que no tenían acceso a ninguno de estos medios y que pudieron ser movilizados por ejemplo por los imanes. En las calles había miles de pobres desclasados que nunca jamás han utilizado internet. Digamos, de manera muy general, que en los países árabes coexisten dos hechos contradictorios, el de una desigualdad social muy grande y una religiosidad que puede ser utilizada debido a la pobreza. La expansión del uso de dispositivos y aplicaciones tecnológicas... hay capas de la población mundial que ni las huelen. Hay una brecha cada vez más ancha en este terreno, y esa brecha va camino de cobrar la amplitud infinita del abismo.

¿Cómo ve el futuro de Europa?

Espero que de la crisis nazca una Europa más fuerte. No puedo imaginar un retroceso, sería algo terrible, un fracaso. Como el resto, Europa está mundializada y no puede existir fuera de las reglas del mercado capitalista. Ahora todos los desafíos son planetarios y Europa podría jugar un papel muy importante en el planeta pero a condición de que siga existiendo como tal. El problema de Europa es que se agrandó antes de saber lo que sería. La construcción se hace lentamente, Europa tiene que pensar su unidad. Es la historia, pero claro, un siglo no es nada en la escala de la historia aunque lo es todo en la escala de un individuo. Ese es nuestro problema, que no llegaremos a ver muchas cosas, aunque no se trate de utopías.

Sus reflexiones en torno a la globalización o sus trabajos sobre comunidades africanas pueden dar la impresión de un Marc Augé alejado de América Latina. Sin embargo eso no es así.

América Latina ha sido para mí una gran experiencia. Comenzó a fines de los años '80 gracias a mis alumnos, ciertamente. Pude conocer a los indios Ya-Ruro-Pumé de Venezuela y a un grupo de mujeres umbanda de los barrios de Belém, en Brasil. Para mí fue una experiencia que me ha fascinado. Además de las cuestiones humanas, está también la relación con el paisaje y la naturaleza. Lamento no estar más a menudo en América Latina.