29 de marzo de 2013

Paparruchadas (4). Las contradicciones del nuevo Papa

La Iglesia Católica perfectamente se podría comparar con una transnacional y ser la más antigua del mundo. Además de dirigir un Esta­do propio -el Vaticano-, esta organización vertical interviene en forma cotidiana en la vida social y política de numerosos países. La Santa Sede tiene tres fuentes principales de financiamiento: las contribuciones voluntarias de grupos e individuos particulares, los intereses producidos por las inversiones del Vaticano y el Instituto para las Obras Religiosas, popularmente conocido como Banco del Vaticano. Como toda empresa, la Iglesia Católica no está enraizada en un solo lugar ni es propia de un país determinado. Por el contrario, tiene sucursales en gran parte del orbe. Como tal, también, tiene diseminada sus inversiones en diversas áreas: la banca internacional y sociedades de inversiones (Banco di Roma, Banco Comerciale Italiano, Banco dil Santo Spiritu, Bankers Trust Co., Chase Manhattan Bank, Rostchild Bank, Credit Suisse, Hambros Bank); aerolíneas (Alitalia, American Airlines -ex TWA-); automotrices (General Motors, Fiat, Lancia); petroleras (Gulf Oil, Shell); siderurgia, electricidad y construcción (Betlehem Steele, Vianini, Condotte D’Aqua, General Electric, Cisa-Viscosa, Cerámica Pozzi); espectáculos, hotelería y entretenimientos (RCA Victor, Hotel di Roma, Casino de Montecarlo, Hilton Hotels); químicos (Montecatini); informática y electrodomésticos (Olivetti, Westinghouse, Braun); medios de comunicación (L'Osservatore Romano, Radio Vaticana); productos para el hogar (Colgate, Old Spice, Gillette, Oral-BHead & Shoulders, Wella, Max Factor) y hasta fábrica de armas (Beretta Ltda.) la mayor industria de armamentos en el mundo. A esto deben sumarse miles y miles de inmuebles y millones de hectáreas de tierra diseminados fundamentalmente en Europa y América.
El Vaticano es hoy el consorcio económico-religioso más grande del mundo. ¿Y qué es lo que exporta esta transnacional? Activos intangibles a futuro. La característica económica esencial de este activo es su capacidad potencial de generar un flujo de ingresos o beneficios en el futuro, no en el presente. En este caso, la fe de la salvación en la otra vida. Pero como la gente no ve lo que está comprando es necesario un acto de fe, para convencerse del producto aunque no pueda mirarlo. Mientras la humanidad sufra seguirá intacto el negocio de la fe, pues estará presente el deseo y el anhelo de salvación. Mientras tanto, la Iglesia Católica  tomó decisiones aparentemente novedosas. Eligió a un integrante de una Orden que no ha sido de las dilectas del Vaticano: los jesuitas. Pero, ¿esto implica necesariamente una renovación de la Iglesia Católica? No necesariamente. Detrás del anciano de mirada bondadosa y hablar suave hay un militante de la extrema derecha peronista en la organización "Guardia de Hierro".  El nuevo Papa es también un misógino que considera que las mujeres no deben estar en política y, por supuesto, tampoco en el sacerdocio. Para él, las Sagradas Escrituras enseñan que las mujeres en todo caso sólo sirven para apoyar a los hombres que son los que crean y piensan. El matrimonio  entre homosexuales, el derecho de las mujeres a decidir y los anticonceptivos "son cosa del diablo".
El jesuita Bergoglio fue omiso o indolente en proteger a dos jesuitas que trabajaban en una zona popular. Orlando Yorio y Francisco Jalics fueron secuestrados y torturados en 1976 y permanecieron seia meses en el campo de exterminio de la ESMA. Yorio acusó a Bergoglio de haberlos denunciado ante sus victimarios y existe un documento que comprobaría este aserto. Las relaciones del padre Bergoglio con el genocida Emilio Massera (1925-2010) fueron estrechas. En 1977 la Universidad de El Salvador, en manos de la "Guardia de Hierro", otorgó al tenebroso "Almirante Cero" un Doctorado Honoris Causa. Bergoglio no subió al estrado aunque aplaudió entusiastamente en el acto. Ya como cardenal y Arzobispo, Bergoglio se negó a asistir al juicio que se hizo por el secuestro de los dos jesuitas. Declaró que nunca se enteró del secuestro de bebés que nacían cuando sus madres se encontraban desaparecidas. Mintió.
En 1977, la madre de Elena de la Cuadra, una joven desaparecida que parió una niña en cautiverio, logró a través de una orden del Superior de los Jesuitas, que Bergoglio la recibiera. Éste simplemente hizo una nota de cuatro líneas para el Obispo auxiliar de Buenos Aires y se desentendió del asunto para siempre. Se ha dicho que todo esto son meros infundios y que Adolfo Pérez Esquivel (1931), Leonardo Boff (1938) y el propio Francisco Jalics lo han exculpado. No es cierto: el Nobel de la Paz benevolentemente ha dicho que Bergoglio no fue cómplice sino omiso, Boff dijo que le cree a Pérez Esquivel y Jalics que ha perdonado a Bergoglio. La Iglesia Católica ha tenido grandes hombres y mujeres. El Papa Francisco no es uno de ellos.
El sociólogo y politólogo español Vicenç Navarro (1937) es experto en economía política y políticas públicas. Ha sido catedrático de Economía Aplicada en la Universidad de Barcelona y actualmente es catedrático de Ciencias Políticas y Sociales en la Universidad Pompeu Fabra de la misma ciudad. También es profesor de Políticas Públicas en The Johns Hopkins University de Baltimore, Estados Unidos, y asesor de las Naciones Unidas y la Organización Mundial de la Salud en cuestiones de economía política, estado de bienestar y estudios políticos. El 21 de marzo de 2013 publicó en el diario digital español "Público" el artículo que sigue:

LAS CONTRADICCIONES DEL NUEVO PAPA

La respuesta de los medios de información de mayor difusión de sensibilidad conservadora a la elección del cardenal argentino Jorge Mario Bergoglio como nuevo Papa ha sido sumamente positiva, presentando al nuevo Papa como el "Papa de los pobres" y como un luchador contra las desigualdades que han caracterizado a América Latina durante muchos años. La prensa estadounidense en general -con la excepción de "The New York Times"- lo ha definido también como el Papa con mayor conciencia social. Incluso la elección de su nombre como Papa, Francisco, reivindicando la herencia de San Francisco, el santo amigo de los pobres, parece confirmar su vocación. En España y en Catalunya los medios conservadores lo han presentado como conservador en temas teológicos, pero progresista en temas sociales. "La Vanguardia", cuya línea editorial no se distingue ni por su simpatía hacia los pobres ni por su compromiso con la reducción de las desigualdades, ha alabado al Papa definiéndolo como el "Papa social".
El problema de tal coro de alabanzas es que ignora, en el mejor de los casos, u oculta, en el peor, toda una historia de complicidades y compromisos, a lo largo de la biografía del nuevo Papa, con las fuerzas políticas más responsables de la expansión de la pobreza en Argentina y en América Latina y de la acentuación de las desigualdades sociales. En relación a la Junta Militar, cuyas políticas agravaban la pobreza y las desigualdades en Argentina, su comportamiento fue, en el mejor de los casos, el silencio, con plena conciencia, por cierto, del carácter terrorista de la Junta Militar argentina que gobernó aquel país durante el periodo 1976/1983. En realidad, la Iglesia Argentina, en la cual Jorge Mario Bergoglio era un conocido dirigente, fue una de las iglesias de América Latina más involucradas en el apoyo de las Juntas Militares, conocidas por su sangrienta y cruel represión de aquellos, dentro y fuera de la Iglesia, que más luchaban por la eliminación de la pobreza y por la reducción de las desigualdades.
Por mucho que intentara negarlo, la Iglesia Católica apoyó sin reservas a la Juntar Militar en Argentina. Y la evidencia está ahí, para quien quiera verla. Sólo meses después del establecimiento de la Junta Militar, la Conferencia Episcopal expresó su vivo apoyo al régimen militar porque "su fracaso llevaría con mucha probabilidad al marxismo". Es interesante que, treinta años después, Jorge Mario Bergoglio, dirigente de la Iglesia Católica, prologara un libro con la frase: "No debemos tener miedo a la verdad", que mostraba que sí que tenía miedo a que se conociera la verdad, porque no citaba la anterior frase y otras de apoyo a la dictadura. Tampoco citó el nuevo Papa la existencia de la Comisión de Enlace entre la Iglesia y la Junta Militar, que se reunía cada mes en un ambiente muy amable para hablar de la colaboración. Esta colaboración incluía el control de los curas próximos a la Teología de la Liberación, que ejercían su función entre los más pobres de aquel país.
Entre ellos estaban dos sacerdotes, Orlando Yorio y Francisco Jalics, que vivían y trabajaban en las Villas Miseria, conocidas por su pobreza, y que fueron detenidos y torturados por la dictadura dos semanas después de que la Iglesia les retirara su apoyo. Según uno de ellos, Yorio, Jorge Mario Bergoglio fue el que presentó una falsa denuncia ante los militares. Tal jesuita era plenamente consciente de los asesinatos que estaban realizando los militares. Incluso el biógrafo del ahora Papa, el señor Sergio Rubio, escribió que "durante la dictadura todos fueron cómplices de aquellos crímenes", frase que intenta justificar un ejercicio colectivo de complicidad. Pero no es cierto que todos fueran cómplices: hubo voces, incluso dentro de la Iglesia, que se opusieron y muchos de ellos fueron asesinados. El color rojo que los cardenales utilizan en sus prendas significa la sangre que deben derramar en defensa de los justos. El cardenal Bergoglio no se merecía llevar tal color, pues permaneció en un silencio ensordecedor frente a la represión brutal, llevada a cabo por aquellos que eran responsables del mayor crecimiento de la pobreza y de las desigualdades.
Pero hay más que silencio en su pasado. Varios familiares de niños desaparecidos enviaron notas a Bergoglio para que interviniera en casos de asesinatos y robos de bebés. Era una práctica común, como también ocurrió en España, que los bebés de padres asesinados se trasfiriesen a otras familias, muchas veces de los que los habían asesinado. Una de estas familias fue la familia De la Cuadra, que perdió cinco miembros debido al terror militar. Una de estas personas fue la joven Elena, que estaba embarazada de cinco meses cuando fue detenida y más tarde asesinada. El bebé fue asignado a una familia pudiente argentina. Los familiares pidieron ayuda a Bergoglio. Cuando más tarde fue interrogado, en 2010, tal señor indicó que no sabía nada del caso y que no sabía de bebés robados. La hermana de Elena, cuya madre fue fundadora de las Madres de la Plaza de Mayo, ha declarado recientemente que "la hipocresía de la Iglesia argentina en general, y la de Bergoglio en particular, ha sido enorme". Estela de la Cuadra ha añadido que "Bergoglio fue un cobarde que no hizo nada para impedir el robo de bebés. Siempre se preocupó de salvar su nombre e intentó ocultar la verdad para que su nombre no quedara manchado".
La Iglesia argentina tenía cincuenta obispos y sólo un número limitadísimo se opuso a la dictadura. La gran mayoría no se opuso. Entre ellos estaba el que ahora es Papa. Otros sí que se resistieron y, como dije antes, fueron asesinados por ello. Entre ellos estaba el Obispo Enrique Angelelli, que más tarde, y para limpiar la mala conciencia de la Iglesia, fue propuesto para ser considerado Mártir. Bergoglio fue nombrado Cardenal en 2001. Y hasta 2006 no dijo nada a favor de tal obispo. Sólo cuando el gobierno de Néstor Kirchner declaró un día oficial de duelo en honor a tal figura, el cardenal añadió su voz. Como otra voz progresista -Eduardo de la Serna, sacerdote del grupo progresista próximo a la Teología de la Liberación- ha indicado, "Bergoglio es un hombre del poder y sabe como promocionarse para mantenerlo. Tengo dudas sobre su supuesta inocencia en referencia a los jesuitas que desaparecieron durante la dictadura". Tal como señala "The New York Times" el 13 de marzo, sólo después de que el cardenal Bergoglio dejara de ser Presidente de la Conferencia de obispos (lo que ocurrió en 2012), tal conferencia se distanció de la dictadura claramente, negando (y mintiendo) que la Iglesia hubiera colaborado con la Dictadura. Tal distanciamiento y negación ocurrió después de que el que había dirigido la Junta Militar, el dictador Videla, declarara públicamente que la Iglesia había apoyado y colaborado con su gobierno.
En España, conocemos muy bien el significado del apoyo de la Iglesia Católica a la dictadura fascista del General Franco, y el silencio ensordecedor de tantas figuras religiosas que se presentaban ya entonces como las grandes defensoras de los pobres. Tal supuesta simpatía por los pobres quedaba totalmente anulada por sus acciones de apoyo a la dictadura que se había establecido para parar aquellas fuerzas políticas que sí estaban comprometidas con la erradicación de la pobreza. En Argentina, la oposición de Bergoglio a la Iglesia de la Teología de la Liberación, sin tomar una postura pública de oposición a la dictadura, negando conocimiento -en contra de toda la evidencia- del robo de bebés durante la dictadura, muestra su incoherencia y su falta de compromiso con la erradicación de la pobreza. Tal compromiso no es creíble cuando no va acompañado de una oposición a las fuerzas que perpetúan tal pobreza, apoyando a aquellos que luchan para eliminarla.
En realidad, la elección del Papa ha respondido a la enorme inquietud que la Iglesia Católica tiene sobre América Latina, donde el auge de las izquierdas está amenazando a las estructuras de poder, con las cuales la Iglesia se ha identificado. El nombramiento de Bergoglio es la manera de potenciar el freno a la Teología de la Liberación, presentando el mensaje de los Evangelios interpretados por el profundo conservadurismo de la jerarquía católica, haciendo frente al catolicismo popular, imbuido, por ejemplo, en la revolución bolivariana que amenaza los intereses de la jerarquía de la Iglesia Católica. No soy ni católico ni creyente, pero me parece obvio que hoy hay un conflicto entre los valores del catolicismo como religión y los valores que sustentan los aparatos ideológicos de la Iglesia, que reproducen y controlan para su propio beneficio. La elección de Bergoglio como Papa es un intento de frenar la identificación de las clases populares de creencia católica con las formas alternativas de carácter revolucionario que están surgiendo no sólo en América Latina sino también en el mundo y que interpretan el apoyo a los pobres como la lucha para terminar con la pobreza. Los pobres no son sujetos pasivos, sujetos de compasión y caridad, sino que debería ayudárseles a ser activos en su propia liberación luchando en contra de las instituciones reaccionarias, entre las cuales la jerarquía de la Iglesia Católica ha tenido un lugar prominente, tanto en Argentina como en España.