18 de enero de 2013

John Saxe Fernández: "La globalización como discurso de poder es algo fácilmente desmontable por las ciencias sociales" (1)

Nacido en Costa Rica y ciudadano mexicano, John Saxe Fernández (1944) es doctor en Estudios Latinoamericanos por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), donde es actualmente catedrático en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales. Autor de numerosos artículos publicados en América Latina, Canadá, Estados Unidos y Europa, es habitual columnista de los diarios "La Jornada" y "Excélsior". Entre sus libros se destacan "Geoeconomía y geopolítica del Caribe", "Petróleo y estrategia", "Terror e Imperio", "La compraventa de México", "Imperialismo y Banco Mundial", "La energía en Mèxico. Situaciòn y alternativas" y "El mundo actual". Dice Saxe Fernández: "Es común oír hablar de que -una vez derrumbado el Muro de Berlín y junto con él el llamado socialismo real de la Europa del Este- uno de los signos característicos de estos tiempos es la ausencia de ideologías. Se pretende hacer creer que el orden que se guarda actualmente en gran parte del mundo carece de un sustento teórico político económico, que estamos regidos por una ley natural, como si hubiéramos llegado al estado ideal de cosas y ya no quedara más que transformar socialmente. El error salta a la vista por sí solo. De la misma manera en que el Imperio Romano atribuyó su poderío a la obra y gracia de los dioses y no a las condiciones objetivas de los demás pueblos y de un desarrollo histórico coherente, y de igual forma que se creyó eterna, la hegemonía de ahora a dictado su sentencia: 'no existe otro mundo posible que el que planteamos nosotros'. La carga ideológica está implícita tanto en los fundamentos de los defensores del carácter infinito de la Antigua Roma, como hoy en los profetas de la globalización. Algunos críticos del sistema consideran como sector de origen y mantenimiento de esa ideología a las clases pudientes de los países más desarrollados, otros creen que son los gobiernos y sectores políticos de estos mismos y, algunos más, afirman que se trata de una élite internacional que ejerce el control financiero mundial, y que carece de patria. Lo cierto es que, así como el liberalismo clásico sirvió de sustento para la expansión del capitalismo y el desarrollo de su posterior fase, el imperialismo en el siglo XIX, el neoliberalismo ha representado la base de un nuevo dominio capitalista y el abono para su próxima etapa, la globalización económica. Si el neoliberalismo propone una visión del mundo como gran mercado, la globalización fundamenta su existencia en este y no sólo eso, sino que lo reordena conforme a las condiciones reales de dominio económico". Así, nuestra vida contemporánea es denominada "globalización" o "posmodernidad" por el nuevo orden mundial impuesto por las grandes potencias globales, cuya supuesta finalidad es "establecer una nueva y mejor etapa de libertad, democracia, paz, economía, política, salubridad y bienestar para toda la humanidad". Sobre la globalización como un fenómeno vinculado a un amplio conjunto de factores económicos, sociales e ideológicos se explaya Saxe Fernández en la primera parte de la entrevista que le realizara Pedro Pablo Rodríguez y que forma parte del libro "Por la izquierda II", aparecido en 2010.



Quisiera que usted nos diera su opinión acerca de ese término que recorre el mundo desde hace un tiempo, y sobre el cual se debate tanto en cuanto a su contenido teórico, pero sobre todo me interesa su visión en el plano práctico. ¿Qué es para usted la globalización? Y, ¿cree usted que con este término estamos realmente caracterizando las relaciones sociales y económicas de nuestros tiempos?

Sí, sí, la globalización es un tema importante y se ha puesto muy en boga en años recientes. Es un aspecto interesante en la situación mundial; como fenómeno es una expresión multisecular que hemos tenido por cinco siglos. Es un tema interesante, pero ese no es el problema central. El problema central sigue siendo el poder y las contradicciones del capital. Ese es el asunto central. La globalización es un tema importante, insisto, pero el problema central es el otro. La globalización no ocurre en un vacío de poder, la globalización ocurre en contextos de poder. Me estoy refiriendo esencialmente a globalización económica, es decir, el aumento de los flujos comerciales, el aumento de los flujos de tecnología y de capital. Eso no se da en un contexto de mercado, se da en un contexto de relaciones internacionales de poder, y son relaciones internacionales que a lo largo de los últimos cinco siglos han sido relaciones leoninas. A favor hay quienes ganan en estas relaciones crecientes, y hay quienes pierden. Y el contexto en que se da ese fenómeno que llamamos la globalización de poder, es el tema central para nosotros los latinoamericanos. A eso la literatura científica le llama imperialismo. El imperialismo es el contexto en el cual ocurre este fenómeno que llamamos la globalización. Todo eso es un grave error: sacar la globalización del contexto de poder y ponerla como el marco de referencia en el que ocurre lo demás, es como proponer que el mercado es el marco de referencia en el que ocurre la historia, y no es así. Consecuentemente creo que es terriblemente importante entender que la globalización es un fenómeno que ha estado ahí, científicamente ha estado ahí, y lo podemos medir. La globalización como discurso de poder -porque hay que tener la otra dimensión, la dimensión de la sociología del conocimiento- es algo fácilmente desmontable por las ciencias sociales. Un discurso eufórico y determinista, que se ha puesto en boga, y que dice: "Qué bueno, la globalización va a traer el bienestar…", todo este tipo de cosas, que son realmente, pues mitos del poder.

¿Podría decirse entonces -interpreto su pensamiento- que la globalización es una manera de existencia del capital transnacional contemporáneo?

Bueno, podríamos decir que la globalización, vista desde esta perspectiva, sí lo es. Pero esencialmente creer en sus dos dimensiones: la globalización cómo fenómeno histórico, es decir, esto de que hablaba yo de aumento de flujos, de comercio, de tecnología, de capital, etc., etc., y la globalización como discurso de poder del capital. E, insisto, ese no es el asunto central, el asunto central es el contexto de poder en que se da eso. Y en ese sentido la palabra imperialismo, el concepto imperialismo, y la teoría que atiende al imperialismo, es de muchísimo más valor explicativo y práctico-político, que el de globalización. Para nosotros, desde la perspectiva latinoamericana, tal vez el concepto crucial, que es ahora el más importante para explicar los fenómenos del mundo, insisto, no es la globalización. Sería, en nuestro caso específico, en el de México, sobre todo el de Cuba y el de América Latina, el concepto de la "presidencia imperial". Ese es un concepto desarrollado por la historiografía estadounidense y mexicana, por ejemplo, Gastón García Cantú, y del lado estadounidense por grandes historiadores, de la línea de William Appleman Williams. Quien lo propone por primera vez es un hombre que, por cierto, jugó un papel muy dudoso en relación con Cuba durante la administración del presidente Kennedy, Arthur Schlesinger. Arthur Schlesinger tiene un famoso libro que se llama "La presidencia imperial", a principios de los setenta; y quien lo desarrolla -el concepto- realmente es Walter LaFeber. Es un concepto realmente importante porque es un concepto que asimila las características centrales de centrifugación, la tendencia de centrifugación del capitalismo. Entonces la propuesta es muy importante, la propuesta es que el capitalismo, con esta inherencia hacia la centrifugación de sus principales unidades que son las grandes y gigantes corporaciones, desestabiliza profundamente el medio ambiente en que opera; desgarra, porque va orientado a los fines inmediatos de corto plazo, de maximización de ganancias, del alto empresariado. Y en el proceso hace pedazos las estructuras sociales. Decía Marx en el "Manifiesto": "Todo lo sólido se desvanece en el aire". Ese desvanecer se debe, precisamente, a esa acción de la depredación y de la centrifugación. Entonces aquí los historiadores son terriblemente importantes, porque si no tenemos un anclaje histórico de estos conceptos, los conceptos no sirven para nada. Tienen que ser derivados continuamente de la experiencia histórica y ser una reflexión sobre la experiencia histórica. Y si revisamos la experiencia histórica de los Estados Unidos, digamos, desde Jefferson con la compra de la Luisiana, y Polk, con la toma de la mitad del territorio mexicano, hasta Bush, lo que nos encontramos es, por una parte, la tendencia del capital a la centrifugación, insisto, la desestabilización del medioambiente donde opera y, simultáneamente, una creciente centripetación, es decir, una creciente concentración del poder en un ejecutivo que usurpa funciones legislativas, que usurpa funciones judiciales y que proyecta fuerza policiaco-militar hacia fuera para restablecer el orden desestabilizado por el accionar del mismo capitalismo. Y tenemos, por supuesto, la centrifugación, por una parte, y la centripetación, es decir: la concentración de poder policiaco-militar, por parte de la "presidencia imperial", para proyectar ese poder y garantizar otro ciclo de acumulación. Ese, para mí, es un concepto mucho más relevante para entender lo que está ocurriendo ahora en el mundo, y específicamente para hacer una interpretación de lo que es el comportamiento del imperialismo estadounidense en relación con nuestros países, en relación, por ejemplo, con Iraq. ¿Qué es el concepto de globalización? El concepto de globalización es un concepto puramente descriptivo. Está ahí, es muy importante, es lo que usted quiera, pero el asunto central sigue siendo, insisto, el poder y la contradicción del poder del capital. Y allí el concepto de "presidencia imperial" resulta crucial para nosotros.

Este criterio de "presidencia imperial" me hace recordar una frase de hace muchos años de José Martí, cuando dijo que los Estados Unidos cada vez más le recordaban o le parecían la Roma americana…

Martí está presente en un período en que el capital ya ha cuajado con grandes unidades monopólicas, y simultáneamente padece de una creciente sobrecapacidad. Y a Martí le toca precisamente el período, por ejemplo, en que está Blaine como Secretario de Estado de los Estados Unidos, y es Blaine el que propone los tratados de integración comercial con América Latina en aquellas conferencias de 1889 al '91. Y Blaine lo plantea en estos términos, dice: "Nosotros, gracias al proteccionismo que practicamos, y a la aplicación de la tecnología a la agricultura -la mecanización agraria-, podemos producir más alimentos de los que nuestra población consume. Consecuentemente necesitamos expandir nuestro comercio y abrir nuevos mercados a la inversión estadounidense". Blaine era un gran empresario republicano además, y Martí le hacía la crítica a esto. Pero lo interesante es el reconocimiento de Blaine de la llamada de atención que hace Martí a la América Latina sobre cómo estos tratados de libre comercio se plantean en función de las necesidades de anexionismo comercial de los Estados Unidos y en función de las necesidades de exportación de capital del aparato bancario estadounidense. Y él llama la atención, y esa llamada de atención que hace Martí a finales del siglo XIX es de enorme relevancia. Lo consideramos nosotros, en su momento, cuando México empieza a plantearse -es un proyecto estadounidense que es planteado desde México por el salinato, cuando Salinas de Gortari asume el poder en el '88 en México-, para la firma de un Tratado de Libre Comercio de la América del Norte. Y precisamente Salinas de Gortari plantea, junto con un aparato de relaciones públicas muy poderoso en propaganda, que eso es producto de la globalización, y consecuentemente hemos de firmar este tratado de libre comercio, que es un tratado totalmente leonino; que si usted lo ve desde la perspectiva histórica cubana, es una especie de Enmienda Platt plus. Es una pérdida brutal de soberanía. No tenía nada que ver con ninguna globalización; tenía que ver con una inserción de corte colonial de la economía mexicana y del aparato de toma de decisiones en materia económica con los Estados Unidos.

Y ya que usted nos habla de México. Algunas personas fuera de México se sorprenden por el creciente alineamiento en política exterior de México al lado de los Estados Unidos. Ello, sin duda, creo, supone estos cambios esenciales que están ocurriendo en el capitalismo mexicano.

¡Sí!

¿Se podría extender un poco?

Sí, cómo no. Esta es una idea central. Precisamente cuando se empieza a hacer el planteamiento del tratado norteamericano de libre comercio, recuerde quién era el Embajador de los Estados Unidos: John Dimitri Negroponte. Negroponte es un hombre del aparato de inteligencia estadounidense y viene del montaje de operativos clandestinos y de escuadrones de asesinatos en Honduras. Hay miles de familias hondureñas que recuerdan en ese sentido y con gran luto a Negroponte, y Negroponte tiene las manos manchadas de sangre latinoamericana. Pero Negroponte es un hombre inteligente, y Negroponte lo plantea en esos términos: él dice -y cito casi textualmente-: "El Tratado de Libre Comercio de la América del Norte va a ser la piedra angular que nos permitirá incorporar la política exterior mexicana en el contexto de nuestra política exterior. Lo más importante es la dimensión de seguridad y de diplomacia del Tratado de Libre Comercio". El tratado de libre comercio no era algo restringido al libre comercio solamente -es decir, que no era tan libre el asunto-, sino también a la apertura de la inversión, es un tratado fundamentalmente de inversión, pero que tenía profundas implicaciones a nivel de seguridad nacional. Y efectivamente, lo que hemos presenciado es este alineamiento de la política exterior mexicana, este desmantelamiento gravísimo de los principios de la política exterior mexicana, que ha sido una política generada a lo largo de toda la historia de la independencia de México, y sobre todo generada en la interlocución con una potencia agresiva como los Estados Unidos, con un trauma como el que sufre el país, que finalmente se formaliza en el tratado de Guadalupe-Hidalgo de 1848, en los principios de no intervención y los principios de una sociedad que cree que el derecho internacional es fundamental para su defensa. Y eso ha sido lo que se ha venido vulnerando en los últimos años, prácticamente desde Salinas para acá, pero muy intensamente ya con el gobierno de Vicente Fox. Desafortunadamente, en las relaciones, por ejemplo, de México con Cuba, hemos presenciado esos deterioros, pero también en las relaciones de México con el mundo. Por ejemplo, en 2005 presenciamos un viraje de la política -que fue muy saludable- de Fox en relación con un distanciamiento de la política de la presidencia imperial en Iraq.

Exactamente.

Fox se distanció. Usted recordará que en el Consejo de Seguridad, México se abstuvo, lo que era inusitado, porque era uno de los firmantes del Tratado de Libre Comercio. Y luego hubo un viraje en el que el gobierno empezó a auspiciar un programa de asistencia electoral al gobierno interino de Iraq, lo cual es un gravísimo y peligrosísimo error. Es querer ocupar el nicho de "palero" de Washington en Iraq que estaba ocupando anteriormente Aznar, y eso es sumamente peligroso para el país desde el punto de vista de seguridad. Y eso es lo que nos tiene ahora sumamente preocupados a nosotros, este viraje. Muy recientemente yo llamaba la atención sobre esto: imagínense si la situación fuera a la inversa, es decir que México -que es cinco veces más grande que Iraq en población, y en territorio también es muy grande- estuviera invadido por 350.000 soldados de las tropas estadounidenses, que el Distrito Federal hubiera sido bombardeado junto con Guadalajara, Monterrey y las principales capitales del país; las cárceles atestadas de prisioneros que están siendo reprimidos y torturados; los hospitales repletos de mutilados; las morgues repletas de cadáveres, y que un gobierno iraquí recientemente democratizado diga: "Nosotros vamos a colaborar con el gobierno interino mexicano para un programa de democratización de México…". México bajo la bota estadounidense. Eso es lo que hizo en esos momentos Fox en relación con Iraq. Y, desde luego, que hay que mirar la perspectiva de lo que siente la resistencia patriótica iraquí, que es el fenómeno, en estos momentos, número uno en la historia mundial. Esa resistencia es realmente algo impresionante, en vías de transformarse en un movimiento de liberación nacional.

Y en eso, me pregunto, ¿ha tenido una importancia también el cambio que parece avizorarse -o que quizá ya se está dando en algún sentido- respecto a esa tradición iniciada desde la Revolución mexicana en cuanto a la política petrolera, dado que el control de los recursos naturales y el petróleo está diseñando ya el mundo futuro?

Sí. En relación con la cuestión petrolera, lo que estamos enfrentando es prácticamente, digamos, la explosión de la crisis deudora de los '80 en toda la América Latina, y como resultado de una mala negociación de esa crisis… Porque esto también -otra vez volvemos al problema- no es resultado de una cosa abstracta que se llama "globalización" en el aire. No: es resultado de una serie de decisiones políticas por parte de actores perfectamente identificables, en correlaciones de fuerzas específicas. La instauración en América Latina de un régimen acreedor a ultranza, a partir de la crisis deudora de los '80, en el cual, crecientemente, por una serie de razones que tienen que ver mucho con la colonialidad de la clase dominante latinoamericana, y mexicana específicamente, y en segundo lugar tiene que ver mucho con el tipo de política económica que se instaura a partir de ese entonces, que profundiza la condición tributaria de nuestras economías: querer generar y transferir hacia fuera una cantidad grande de excedentes. Hay una transferencia brutal de excedentes de México y América Latina hacia fuera, por la vía del servicio de la deuda, fugas de capital, hay una cantidad muy grande de factores. Se crean enormes boquetes presupuestales que entonces son llenados por medio de empréstitos del Banco Mundial. Son empréstitos altamente condicionados en áreas cruciales; en el caso de México, las áreas estratégicas: ferrocarriles, Comisión Federal de Electricidad, Petróleos Mexicanos. Y en el caso que usted pregunta, del petróleo mexicano, desde los '80 se vienen aplicando medidas que van debilitando y desmantelando el funcionamiento de Petróleos Mexicanos.