14 de diciembre de 2012

Siete hombres de Praga (1). Jan Hus, el precursor de la Reforma

El valle cruzado por el río Moldava, donde está situada Praga, era la encrucija­da natural de las rutas comerciales y mi­gratorias desde tiempos del neolítico, hace unos diez mil años. La región de Bohemia, de la cual es centro, constituía los límites nororientales del Imperio Romano y cuan­do sobrevino la desintegración política de éste fue ocupada por grupos eslavos, los checos, quienes se apoderaron de la colina que domina estratégicamente el río en ese sitio. Allí se fijó la sede del principado de la familia Premysl, cuyos miembros se convirtieron al cristianismo en el siglo IX de nuestra era y fueron la base dinástica del poderoso reino de Bohemia, uno de los más importantes del Medioevo.
Así, sucesivamente se fundaron, en am­bas orillas del río, la Staré Mesto (Ciudad Vieja), entre los siglos XI y XII; el Malá Strana (Barrio Chico), en el siglo XIII; Hradcany, en la colina del asentamiento original, a comienzos del siglo XIV; y la Nové Mesto (Ciudad Nueva), a fines del mismo siglo. En esta época el área urbana del conjunto de ciudades era la mayor del continente europeo y sede del Sacro Imperio Roma­no Germánico bajo el reinado del emperador Carlos IV, quien fundara allí la Univerzita Karlova (Uni­versidad Carolina) en 1348, una de las instituciones de enseñanza más antiguas y prestigiadas de la Europa central.
No fue sino hasta el año 1784 cuando las cuatro ciudades quedaron integradas políticamen­te, aunque de hecho ya formaban una sola desde la Edad Media, incluyendo dentro de su perímetro la fortaleza del Castillo de Praga, el recinto real original y el baluarte de Vysehrad, también residencia de la rea­leza, en la margen oriental del río. Con el advenimiento de la Revolución Industrial, durante el siglo XIX creció alrededor de ese núcleo una quinta ciudad: los suburbios industriales, a los que se añadieron los barrios residenciales construidos durante la administración socialista de la posguerra.
A la Ciu­dad Vieja se entra por la puerta de la Prasná brána (Torre de la pólvora), construcción gótica que data de 1475 y por cuyos umbrales pa­saban tradicionalmente las procesiones de la coronación de reyes y emperadores. En la Ciudad Vieja se encuentran edificios de gran valor histórico y arquitectónico como el Staroměstský orloj (Reloj astronómico), construido en 1410, y el Stavovské divadlo (Teatro estatal), en cuyo escenario Mozart estrenó en 1787 su ópera "Don Giovanni". Allí está también la Betlémská kaple (Capilla de Belén), donde a partir de 1402  predicó sus revolucionarias ideas Jan Hus.
Jan Hus, precursor de la reforma protestante, nació en 1369 en Husinetz, al suroeste de Bohemia, en el seno de una familia campesina pobre. Sin embargo, siendo muy aplicado en sus estudios, consiguió estudiar Teología y Artes en la Universidad de Praga, donde en 1393 recibió el grado de Bachiller en Artes y en 1396 el grado de Maestro en Ciencias y HumanidadesOrdenado sacerdote en 1400al año siguiente fue nombrado decano de la Facultad de Teología y luego asumió como rector de la Universidad, apoyado por el sentimiento particularista checo frente a la dominación germánica.
Pronto fue nombrado predicador en la recién inaugurada capilla de Belén. Influido por los escritos del teólogo inglés John Wycliffe (1320-1384), Hus empezó a predicar contra la excesiva riqueza de la Iglesia y la inmoralidad del clero, reclamando la vuelta a la pureza del mensaje evangélico, la predicación en la lengua checa que podía entender el pueblo y el nacionalismo checo contra la minoría alemana. Ese nacionalismo y el movimiento reformador iniciados por otro religioso bohemio, Jan Milič (1325-1374) estaban muy extendidos en la Universidad de Praga y en la capilla de Belén, y Hus se sintió inmediatamente atraído por ellos. Hus creía, con Wycliffe y Miličen la predestinación y consideraba a la Biblia como la máxima autoridad religiosa; sostenía que sólo Cristo, y no eclesiásticos corruptos, podía ser la verdadera cabeza de la Iglesia.
Aunque en 1403 la autoridad eclesiástica proscribió cuarenta y cinco proposiciones de Wycliffe por considerarlo un hereje, Hus tradujo su "Trialogus" (Triálogo entre la Verdad, la Mentira y la Prudencia) al checo y ayudó a su distribución. Pronto, Hus fue llamado por el arzobispo Zbynek Zajíc (1376-1411), quien le prohibió predicar excepto en la catedral, la parroquia y los claustros de las iglesias. Hus clamó desde el púlpito contra estas medidas y junto con sus simpatizantes de la universidad envió una protesta a Juan XXIII (1370-1419), el considerado antipapa por la Iglesia Católica durante el llamado Cisma de Occidente.
El 16 de julio de 1410 Hus fue excomulgado, pero para entonces había conseguido un gran apoyo popular, por lo que estallaron disturbios en Praga. Respaldado por las manifestaciones populares, continuó predicando incluso después de que la ciudad quedara bajo interdicto en 1412. Al año siguiente, muchos de sus más influyentes seguidores fueron apartados de sus cargos, el papa ordenó que se enviara a Hus a prisión y la capilla de Belén fuera destruida, de manera que se vio obligado a huir de Praga a finales de ese año y se refugió en Austi, en los castillos de varios nobles que mantenían su amistad. Fue durante este periodo cuando escribió sus principales obras, "De Ecclesia" (Sobre la Iglesia) y "De sex erroribus" (Sobre los seis errores).
Hus recibió un salvoconducto del emperador del Sacro Imperio, Segismundo de Luxemburgo (1368-1437), para regresar a Praga a finales de abril de 1414 y viajar al Concilio de Constanza, que se reuniría en noviembre con el fin de resolver el cisma existente en el seno de la Iglesia. Una vez allí, fue conminado a retractarse y a dejar de predicar, cosa a la que se negó de forma categórica. Hus fue juzgado entonces por herejía y condenado a morir en la hoguera. Traicionado por su mismo emperador, Hus fue quemado en Constanza el 6 de julio de 1415.
Convertido en un auténtico mártir y héroe nacional, su ejecución provocó la indignación de sus seguidores y, cuatro años más tarde, cuando Segismundo intentó proclamarse rey de Bohemia, estalló una revuelta encabezada por los husitas, los que controlaron la mayor parte del país entre 1419 y 1478, realizando incursiones hasta Nüremberg, Sajonia, Brandenburgo, Danzig y el norte de Austria. El ala husita más extremista (los taboritas) fue finalmente derrotada, pero se fundió con otra corriente herética procedente de Francia e Italia (los valdenses) y, bajo el nombre de Hermanos Moravos, ha pervivido hasta la actualidad; por su parte el ala husita moderada (los utraquistas) llegó a un acuerdo con los católicos, que permitió el reconocimiento de la Iglesia Checa o Utraquista con ciertas especificidades litúrgicas.
Jan Hus no fundó ni pretendió nunca fundar otra iglesia, ni tampoco fue un reformador como lo sería Martin Lutero (1483-1546) algunos años más tarde. Dueño de una elocuencia oratoria sumamente expresiva, se dedicó a denunciar la corrupción del alto clero y el negocio de las indulgencias, a negar la infalibilidad papal, a condenar la adoración de las imágenes y a criticar la fornicación, la usura y la brujería. Y, dentro de su puritanismo, hasta exigió la prohibición oficial de la danza.
En medio de la crisis institucional que atravesaba la Iglesia Católica por entonces, provocada por la existencia de tres papas (Urbano VI en Roma, Clemente VII en Aviñón y Juan XXIII en Pisa), fue creciendo el abismo entre la imagen real de la Iglesia y la imagen ideal de los "Hechos de los Apóstoles". Este hecho provocó en Hus cierto regreso hacia el cristianismo primitivo y el texto de las Sagradas Escrituras se convirtió para él en el criterio único de la verdad. Entretanto, el emperador Segismundo había dispuesto que los cristianos europeos no obedecieran bula papal alguna.
Es en ese contexto que se convoca el Concilio de Constanza, que para Hus no era más que un tribunal semejante al que había condenado a Cristo. Allí rechazó las acusaciones de herejía y exigió que le enseñasen la verdad, pero sabía que su intransigencia no tendría otra solución que la excomunión y la muerte. Fue condenado a morir en la hoguera el 6 de julio de 1415. El duque de Baviera Wilhelm Herzog von Bayern (1375-1435) presente en el amañado Concilio de Constanza, le pidió a último momento que se retractara. Hus se negó: "Nunca he predicado ninguna doctrina con malas intenciones, y lo que he enseñado con mis labios lo sellaré ahora con mi sangre". Luego le dijo al verdugo ante el fragor de la multitud congregada en derredor de la siniestra pira: "Van a asar un ganso (hus en lengua bohemia), pero dentro de un siglo se encontrarán con un cisne que no podrán asar". Estas fueron sus últimas palabras antes de morir. Finalmente, con gran diligencia, se reunieron sus cenizas y fueron arrojadas a las aguas del río Rin. Hoy se lo recuerda con un monumento emplazado en la Staroměstské Náměstí (Plaza de la Ciudad Vieja) de Praga.