5 de abril de 2012

Entremeses literarios (CL)

LA ONTOGENIA RECAPITULA LA FILOGENIA
Paz Monserrat Revillo
España (1962)

En un principio fue un pez gravitando en un océano amniótico. De repente se tapiaron sus hendiduras branquiales y le crecieron unos muñones traslúcidos con los que pataleaba tratando de apoyarse en la esfera que lo contenía. Los pulmones y las escamas que desarrolló más adelante le dieron un aplomo que nunca antes había experimentado. Casi al final del trayecto unas plumas regurgitadas por su boca de carnívoro le remitieron al ave que llevaba dentro. Por fin nació en forma de sorprendido homínido rebosante de mucosidades. Creció con todos los atributos de los mamíferos: pelo, labios chupadores y una insistente necesidad del calor de la manada. Al final de su adolescencia sintió la necesidad de volar en parapente para poner a prueba sus hormonas. Durante su madurez se curtió a base de arrastrarse de un trabajo poco digno a otro. Ya en la vejez mudó de piel y sus duras escamas protectoras dejaron al descubierto la piel transparente y delicada de un anfibio. Murió boqueando como pez fuera del agua.


LAPSO DE REFLEXION
Sergio Gaut vel Hartman
Argentina (1947)

El Agente de Seguridad condujo al tipo de cabello rojo hasta la puerta del despacho del Secretario de Asuntos Estrambóticos. Golpeó con los nudillos suavemente, dos veces, y esperó a que el Primer Ujier les franqueara el paso. Desde el interior se oyó la voz abaritonada del Segundo Ujier:
- Que el Delirante Citado entre solo.
El Agente de Seguridad se encogió de hombros, y con un leve toque en la espalda impulsó al Delirante Citado, dio media vuelta y regresó al pasillo. A él sólo le pagaban por conducir a los Delirantes Citados; que los dejaran o no penetrar en la antecámara era algo que lo tenía totalmente sin cuidado. En el pasillo lo interceptó un Burócrata Ambulatorio, conocido de cafeterías y comedores:
- ¿Quién era?
El Agente de Seguridad pensó qué mierda le importa; pensó es un asunto secreto; pensó este tipo no tiene nunca algo que hacer; pensó no me vendría nada mal un café doble y un pastel de manzanas.
- Invíteme con un café doble y un pastel de manzanas y le cuento todo.
- Délo por hecho.
Recorrieron los pasillos en silencio. La cafetería estaba en el ala este, directamentee sobre los jardines, comunicada mediante amplios ventanales con el Inefable Exterior, encima de los fragantes rosales, dentro del atardecer de primavera, frente a los Bellísimos Edificios Grises del Gobierno.
- Odio pasar la vida encerrado en estas oficinas -dijo el Agente de Seguridad señalando con una mueca los jardines y más allá.
- También yo. ¡Qué día hermoso! -Luego de una pausa:- ¿Y bien?
El Agente de Seguridad carraspeó:
- Un chiflado más. Dice tener documentación fiable que demuestra que los ahtram de Altair llegarán de un momento a otro en sus naves gigantes en forma de disco y destruirán la Tierra con rayos láser...
El Burócrata Ambulatorio se atragantó con un trozo demasiado grande de pastel de manzana.
- Y, ¿por qué la destruirían?
- El tipo dice que por hacer mal uso de la energía atómica, por arruinar la ecología de nuestro planeta y por demostrar crecientes tendencias agresivas.
- Ja-ja-já. Déjeme descostillarme. Somos agresivos desde el Cro-Magnon. Arruinamos el planeta desde Noé y hacemos mal uso de la energía atómica por lo menos desde Hiroshima. ¡Qué demente!
- Este tipo dice que los ahtram pueden viajar a velocidades superlumínicas y que poseen armas que harían babear a nuestros militares. El tipo quiso dejar en claro que los ahtram jamás aplican sus armas a causas innobles.
- Entiendo. El tipo tiene una respuesta para cada insensatez. Pero, ¿por qué han demorado treinta y cinco años en borrarnos del Universo? Si patrullaban la zona en 1945 y contemplaron el honguito, ya tenían entonces una buena razón para...
- Según el tipo fueron a pedir instrucciones. El Gran Concejo, o lo que cuernos mande allá, habrá evaluado nuestros antecedentes y conductas y decidido de acuerdo con ellas.
- ¡Pero treinta y cinco años! Una oportuna llamadita por radio, subradio o hiperradio podía haber servido perfectamente.
- El tipo dice que ellos sólo habrán pasado algunos días standard. El "estiramiento" subjetivo del tiempo es un subproducto de la relatividad. Ellos fueron y volvieron en un santiamén.
- ¿Y tienen que entrevistar a muchos rayados de ésos en la Agencia de Seguridad y en la Secretaría de Asuntos Estrambóticos?
- ¡Docenas! ¡Cientos! Tipos que predicen terremotos, asesinatos, tornados. Tipos que dicen estar en contacto con mundos paralelos en los que Kennedy no fue asesinado o que un polaco fue elegido Papa. Y los contactos de tercer, cuarto, quinto, sexto...
El Agente de Seguridad se detuvo al notar que el Burócrata Ambulatorio palidecía intensamente. Como daba la espalda al ventanal, tuvo que volverse para divisar el enjambre de pequeñas naves que, semejantes a voraces pirañas, descendían en picada sobre el Palacio de Gobierno y lo demolían con cañones de protones.
- Finalmente el tipo tenía razón -dijo el Burócrata Ambulatorio-. Van a tener que cambiarle el nombre a la Secretaría.
- Se equivoca. Esos no son los ahtram de Altair. Son los zerep de Spica que fueron a pedir instrucciones cuando la Inquisición empezó a meterse con Galileo Galilei.


EL DISCIPULO
Oscar Wilde
Irlanda (1854-1900)

Cuando murió Narciso, la fuente de su deleite se transformó de cáliz de aguas dulces en cáliz de lágrimas saladas, y las oréades vinieron llorando por el bosque para cantarle a la fuente y consolarla. Y cuando vieron que la fuente se había transformado de cáliz de aguas dulces en cáliz de lágrimas saladas, se destrenzaron los cabellos verdes y le clamaron a la fuente diciéndole:
- No nos asombra que de tal modo llores a Narciso, tan bello era.
- ¿Pero Narciso era bello? -dijo la fuente.
- ¿Quién podría saberlo mejor que tú? -repusieron las oréades-. Nosotras siempre le fuimos indiferentes, mas venía en tu busca y se tendía en tus orillas y te miraba, y en el espejo de tus aguas reflejaba su propia belleza.
- Pero yo amaba a Narciso -respondió la fuente- porque cuando se tendía en mis orillas y me miraba, yo veía mi propia belleza reflejada en el espejo de sus ojos.


GATO
Griselda Gambaro
Argentina (1928)

Dios ha querido para la iguana su inmovilidad prehistórica, ha concedido la memoria a los elefantes, la elasticidad al tigre, la risa a la hiena. Pero a los gatos, recuerda, no les concedió nada. Los creó dotándolos apenas de cierta gracia en los movimientos para no privarlos enteramente de virtudes, les negó la inteligencia y les forjó un carácter sumiso hasta la estupidez. Afectos al sueño como las marmotas. El no se explica entonces que sean como son. Ve que se mueven en un mundo al que no accede y que no lo toman absolutamente en cuenta, aunque alguna vez le hayan maullado como a un señor cualquiera y hasta se hayan dejado acariciar con la indiferencia de quien recibe un afecto no deseado. Para colmo de males, en este asunto de los gatos, Dios padece una insatisfacción mayor: a El nunca se le hubiera ocurrido otorgarles más de una vida y de pocos años. Que tengan siete no lo tolera, le produce el efecto de una burla. Sólo ha podido quitarles la octava, ninguna otra, y este fracaso le envenena el sueño e incluso le enturbia la serenidad del Paraíso en el que la presencia de los gatos está prohibida. Sin embargo, a pesar de sus órdenes, creyendo disfrutar de algunos privilegios especiales y en una decisión inconsulta, Pedro el Apóstol se trajo uno de estos animales de la Tierra. Un siamés de ojos celestes y pelaje ocre con manchas más oscuras en las delicadas orejas. Cuando el Señor lo descubrió sentado impávido delante de su trono, sin que manifestara ningún estupor ante las maravillas que contemplaba -los ángeles, la luz rabiosa, las almas sumidas en conversación celestial o tocando el laúd- sufrió un ataque de rabia, tomó al siamés por la piel del cuello y lo arrojó violentamente para que se estrellara de regreso a la Tierra. El siamés dio varias vueltas en el aire de la inmensidad, cayó sobre sus patas, indemne, y se marchó desdeñoso en busca de territorios más interesantes que los del Cielo. A causa de esta actitud de los gatos, Dios llora de noche y la Creación, que le pareció obra soberbia en el descanso del séptimo día, se le ocurre miserable. No le importan las guerras, los crímenes ni el desvío de los humanos a sus designios. Le importan los gatos. Sólo ellos existen para El. Por eso, en ocasiones, sobre todo en noches claras, se instala en el borde mismo del Paraíso y desde allí, con el corazón estremecido de rencor, maúlla hacia la Tierra en un llamado de celo imperioso que intenta, vanamente, conquistarlos.


LAS TRES CARRERAS
Marcel Schwob
Francia (1867-1905)

Las higueras han dejado caer sus higos y los olivos sus aceitunas, porque algo extraño ha ocurrido en la isla de Scira. Una muchacha huía, perseguida por un muchacho. Se había levantado el bajo de la túnica y se veía el borde de sus pantalones de gasa. Mientras corría dejó caer un espejito de plata. El muchacho recogió el espejo y se miró en él. Contempló sus ojos llenos de sabiduría, amó el juicio de éstos, cesó su persecución y se sentó en la arena. Y la muchacha comenzó de nuevo a huir, perseguida por un hombre en la fuerza de su edad. Había levantado el bajo de su túnica y sus muslos eran semejantes a la carne de un fruto. En su carrera, una manzana de oro rodó de su regazo. Y el que la perseguía cogió la manzana de oro, la escondió bajo su túnica, la adoró, cesó su persecución y se sentó en la arena. Y la muchacha siguió huyendo, pero sus pasos eran menos rápidos. Porque era perseguida por un vacilante anciano. Se había bajado la túnica, y sus tobillos estaban envueltos en un tejido de muchos colores. Pero mientras corría, ocurrió algo extraño, porque uno después de otro se desprendieron sus senos, y cayeron al suelo como nísperos maduros. El anciano olió los dos, y la muchacha, antes de lanzarse al río que atraviesa la isla de Scira, lanzó dos gritos de horror y de pesar.


PERSONAS SACRIFICADAS
Marco Denevi
Argentina (1922-1998)

El único antídoto contra el temor de la muerte es que la vida se nos vuelva intolerable. Xantipa, la mujer de Sócrates, preveía que su marido sería obligado a beber la cicuta. Se dedicó a hacerle la vida imposible sólo para que, llegado el momento de morir, Sócrates viese en la muerte una liberación y tomara la cicuta con la parsimonia que tanto iban a alabarle.


LA OBSTINADA FELICIDAD DE LOS OTROS
Regis Jauffret
Francia (1955)

Soy profesora de Letras en una escuela privada del centro de París. Los alumnos son muy alegres, se ríen mucho y están felices de la vida. Escuchan mis clases en absoluto silencio. Sólo oigo el ruido de las biromes, el de mi voz, y el murmullo de la calle aplacado por los árboles. Son sometidos regularmente a evaluaciones y, aunque los temas sean arduos, en diez años de enseñanza nunca los padres de mi marido nos invitan a cenar, y siempre nos insisten para que vayamos a verlos en familia a la casa que tienen en el campo. Es toda gente acomodada, civilizada, cortés, y como el nivel cultural suele ser imponente, podemos realizar fructíferos intercambios sobre literatura contemporánea o el teatro del siglo XVII. Incluso sucede que improvisamos todos juntos una comedia de Moliere en el jardín. Mi marido enseña matemáticas en Céntrale. Tenemos dos hermosos hijos de los que estamos orgullosos. Están destinados a hacer carreras brillantes, e incluso si no influimos de ninguna manera en sus decisiones, creemos que nuestro hijo será cirujano y que, luego de un pasaje relámpago por el mundo de la moda, nuestra hija dirigirá un grupo de prensa estadounidense. Vivimos en perfecta armonía. En la casa nunca una pelea, celos o mal humor. Antes de la cena, suplimos muy bien la televisión pues dialogamos con nuestros hijos. Sólo empleamos frases hechas, maduramente sopesadas, sostenidas por un razonamiento de una lógica impecable. Mientras estén en la primaria se acostarán a las veinte treinta. Cuando ingresen a sexto podrán permanecer más tiempo despiertos para poder, más allá de los deberes, responder por escrito a un cuestionario que nos permitirá desbrozar sus psiquis para que las malas hierbas de la melancolía no impidan que se desarrollen. Nunca dejaremos de considerar todo lo que pueda alterarles el equilibrio o comprometerles la felicidad. Cuando están en la cama, comemos verduras al vapor y una ensalada condimentada con una mezcla de aceite de oliva y de colza. Luego de esta cena liviana nos instalamos en el living, a un lado y al otro de la mesa de bridge, para discutir sobre nuestra pareja. Nos esmeramos constantemente por mejorar nuestra relación, pues siempre se pueden extender los límites de la perfección. Luego nos sumimos en la lectura de obras de colección y nos estremecemos de emoción cada vez que damos vuelta una página, de tan sensual que es el papel, como la piel de las partes más íntimas de nuestros cuerpos. Alrededor de las veintitrés, nos duchamos por segunda vez en el día. Y, luego de habernos peinado y perfumado, nos hundimos en la cama. Hacemos el amor sin ningún tabú. Nuestro vínculo se fortalece con el paso del tiempo, y también nuestro deseo de hacer crecer comunes acuerdos con orgasmos que probablemente sobrepasen los de los más intrépidos amantes de la historia. Hay gente frustrada, amargada, envidiosa de las riquezas y de la obstinada felicidad de los otros. Que este testimonio les permita trascender sus miserias interiores y acceder un día a esa indestructible beatitud que será siempre el zócalo de nuestra existencia.


LAS HORMIGAS
Eduardo Galeano
Uruguay (1940)

Tracey Hill era niña en un pueblo de Connecticut, y practicaba entretenimientos propios de su edad, como cualquier otro tierno angelito de Dios en el estado de Connecticut o en cualquier otro lugar de este planeta. Un día, junto a sus compañeritos de la escuela, Tracey se puso a echar fósforos encendidos en un hormiguero. Todos disfrutaron mucho de este sano esparcimiento infantil; pero a Tracey la impresionó algo que los demás no vieron, o hicieron como que no veían, pero que a ella la paralizó y le dejó, para siempre, una señal en la memoria: ante el fuego, ante el peligro, las hormigas se separaban en parejas, y de dos a dos, bien juntas, bien pegaditas, esperaban la muerte.


HABITAT
Angel Olgoso
España (1961)

A las doce y veinte de un sábado soleado de octubre, contra un rincón de la cocina de su vivienda en un pueblecito cercano a la industriosa capital de la provincia, el hombre golpea a 
la mujer que castigará al hijo que dará una patada al perro que morderá al gato que perseguirá al ratón que abatirá a la cucaracha que atrapará al gusano que devorará al hombre.


ANGEL DE LUZ
Agustín Monsreal
México (1941)

"Mamá está en mi cuarto", le dije a mi hermana. "Dice que quiere hablar contigo, que vayas". Mi hermana me miró con lástima, aunque también con reproche. "No puede ser", me contestó. "Mamá está muerta". "Ya lo sé, pero ahí está. Ven a ver". "Bueno, está bien. Vamos". Y atravesamos la pared cogidos de la mano.