7 de marzo de 2012

Paul Auster: "Uno se convierte en artista, particularmente en escritor, porque no está del todo integrado"

Paul Auster (1947) es uno de los escritores estadounidenses más leídos en español. Nacido en Nueva Jersey, estudió en la Universidad de Columbia, fue marino en un petrolero y vivió tres años en Francia, donde trabajó como traductor, "negro" literario y cuidador de una finca. Es un autor que supo plasmar en su literatura la atmósfera y la historia de Nueva York, donde vive desde 1974. Publicó, entre otros, "The New York trilogy" (La trilogía de Nueva York), "In the country of last things" (El país de las últimas cosas), "The invention of solitude" (La invención de la soledad), "The book of illusions" (El libro de las ilusiones) y "Man in the dark" (Un hombre en la oscuridad). A punto de cumplir sesenticinco años ha publicado "Winter journal" (Diario de invierno), un libro autobiográfico en el que indaga "lo que ha sido vivir en el interior de este cuerpo". Económico en pudores, cuenta desde su pobre debut sexual en un prostíbulo hasta "el enorme forúnculo que una vez me brotó en el carrillo izquierdo del culo", pasando por sus ataques de pánico, su mononucleosis y su gastritis. "Piensas que nunca te va a pasar -escribe-, imposible que te suceda a ti, que eres la única persona del mundo a quien jamás ocurrirán esas cosas y entonces, una por una, empiezan a pasarte todas, igual que le suceden a cualquier otro". La revista "Ñ", en su nº 438 del 18 de febrero del 2012, publicó una entrevista que el escritor concedió a Patricia Kolesnicov y Andrés Hax. En ella, Auster habla de sus dos "cuerpos": uno de carne y hueso, histórico, "que lava los platos"; otro interior, que está solo en lo que escribe, y no entiende. También reflota la idea del "dolor creativo", una idea que concuerda con la expresada por Joyce Carol Oates (1938) en su también reciente libro autobiográfico "A widow's story" (Memorias de una viuda), en el que dice: "Hay personas -afortunadas ellas- que pueden experimentar la vida sin la menor necesidad de añadir nada a ella, ningún esfuerzo 'creativo'; y hay otras -¿malditas ellas?- para quienes las actividades de su cerebro y su imaginación son lo más importante. Es posible que para estos individuos el mundo sea infinitamente rico, satisfactorio y seductor, pero no es lo más importante. El mundo puede interpretarse como un regalo que sólo se obtiene si uno ha creado algo por encima del mundo".


¿Le resulta extraño este cuerpo de sesenticinco años?

A veces ni me miro. Bueno, me miro al espejo cuando me afeito y me peino. A veces sorprende ver una foto sacada hace tiempo y notar cómo se ha cambiado; el pelo, la cara, no son como hace treina años, es como una broma. Pero tampoco me deprime.

¿Pero se siente usted mismo?

Me siento diferente y me siento igual al mismo tiempo.

"Diario de invierno" rompe una regla de la autobiografía: está escrita en segunda persona. ¿Hay un Auster que vive y otro que escribe?

Creo que es así, siempre hice la distinción entre el yo que escribe y el biográfico, el hombre que paga sus impuestos, que saca la basura y lava los platos. Ese no es el mismo tipo que escribe mis libros.

¿Cuál es la diferencia entre ellos?

No sé, el que escribe es el ser invisible que me habita, pero no soy exactamente yo, no es mi yo físico o biográfico.

¿Con cuál estamos hablando ahora?

Con el ser biográfico, el que lava los platos.

¿El otro es mejor?

No compiten, son simplemente diferentes.

¿Lo trata bien o lo hace sufrir?

Ambas cosas. Lo mejor y lo peor, está todo ahí. Sólo que no es accesible para nadie más, la única forma que tiene de presentarse es en los libros que escribe, ustedes no pueden conocerlo hablando conmigo. Por eso no puedo discutir sobre mi trabajo, porque no lo entiendo muy bien. Cuando la gente pregunta por qué esto, por qué aquello, no puedo responder. Puedo decir cómo, o cuándo, pero nunca por qué, que es lo que los demás quieren saber.

Este es un libro expresamente autobiográfico y aparecen muchas anécdotas que leímos en sus novelas. ¿Qué pasa cuando usa su vida como materia prima para la ficción?

Escribir no ficción da el mismo trabajo que escribir ficción. La diferencia es esta: con la no ficción, particularmente con el trabajo autobiográfico, uno ya conoce los hechos, algo que no pasa cuando se escribe una novela. Todo lo demás es igual. Hay que hacer el mismo esfuerzo por escribir buenas frases, para hablar de la manera más real que se pueda. Así que sí, mis novelas a veces toman cosas prestadas de mi vida, pero el hecho de poner ese material en una novela lo cambia, lo ficcionaliza, lo convierte en otra cosa.

Pero "Diario..." puede leerse como una clave del resto de su narrativa: la verdad de su vida.

Sí. Pero es un libro que habla básicamente de mi yo físico. Placeres físicos y dolores físicos. No tengo grandes problemas físicos. No tengo ninguna enfermedad, los anteojos no me molestan, supongo que lo que me preocuparía es mi pasión por los cigarrillos, tengo más tos que la que tendría que tener y sé que eso me va a hacer mucho daño al final. Pero no puedo parar y parte de mí no quiere parar. Yo sé que Beckett, que me gusta mucho, murió a los ochentitres y era un gran fumador, tenía un enfisema, bebía, y eso probablemente lo mató. Pero él decía que no se arrepentía de haber fumado porque había demasiado placer en eso. Hay un librito sobre Beckett, se llama "How it was" (Cómo fue), lo escribió Anne Atik, una joven poeta norteamericana. Ella cuenta que cuando le dijo que iba a dejar de fumar, él respondió: "¿Y qué haremos? ¿Cómo vamos a vivir? ¿Cómo pasaremos la noche?". No es que sea un buen ejemplo... "Diario..." es el libro del cuerpo. Pero ahora viene el otro, el de las ideas. Después de meses de pensar qué hacer empecé algo nuevo: estoy tratando de escribir una historia de mi mente, del desarrollo de mis pensamientos, así que voy muy para atrás, hasta cuando era chico, y trato de recordar qué pensaba sobre las cosas.

¿Trata de forzar excursiones por la memoria?

No, no. Simplemente me siento ahí y las cosas vuelven. El animismo de la infancia, por ejemplo. Recuerdo un bol con arvejas; yo pensaba que cada arveja tenía una personalidad distinta. O una cosa sobrecogedora que me pasó cuando tenía seis años, la primera vez que fui al cine de noche. Había visto dos o tres películas antes, películas de Disney, y de pronto, en 1953, fui a ver "The war of the worlds" (La guerra de los mundos). Ahí estaba yo, un niñito estúpido que creía en Dios y en su poder bondadoso y entonces vienen los marcianos y comienzan a exterminar a los seres humanos.

¿Iba con sus padres?

No recuerdo, ese es el punto, sólo recuerdo que estaba allí. Debió de haber sido con mis padres. Y claro, los terrícolas están muy asustados y se defienden y atacan a los marcianos, pero las armas no sirven para nada. Uno de los protagonistas es un ministro, un hombre de Dios, que les dice que se equivocan, que no luchen, que sólo son criaturas como nosotros y va hacia una de las naves espaciales diciendo que no se enojen, que Dios los ama. Y los marcianos salen y lo eliminan. O sea que Dios no tiene efecto sobre el demonio.

Eso fue una crisis de fe...

No sé si alguna vez me recuperé.

¿Y quién le habló de Dios?

No recuerdo, mi madre debió de haberme dicho que había un Dios, y que estaba en todas partes. En fin, ahora estoy escribiendo esto, veamos si lo puedo sostener, puede que no termine nunca, no lo sé, pero lo voy a intentar.

Algo llamativo en el libro es que no habla sobre su escritura, ni cuándo empezó.

En este libro que estoy escribiendo ahora voy a hablar sobre la decisión de convertirme en escritor. Tampoco hay mucho en realidad, apenas la determinación de hacerlo, cuando era joven.

Lo que aparece aquí es el relato de un "epifánico momento de claridad", cuando usted vuelve a escribir y empieza a ser quien es hoy. ¿Cada libro tiene su momento epifánico? ¿Usted puede convocarlo?

No, no puedo convocarlo. Finalmente aprendí, y ya tenía treintiún años y había estado escribiendo mucho tiempo, que tenía que cambiar mi acercamiento a la escritura. Aprendí a dejar las cosas ir. Antes de eso me imponía mucha presión, todo tenía que tener doble, triple, cuádruple significado. Estaba trabajando demasiado duro, creo, y esta experiencia, esta epifanía, como la quieran llamar, me permitió relajarme y confiar en mi instinto. Antes era demasiado consciente. Construía cosas por adelantado, en vez de ir descubriéndolas. Aún estoy en eso.

El cuerpo, escribió, es donde todo empieza y donde todo termina: "Sin duda eres una persona precaria y dolida, un hombre que lleva una herida en su interior desde el principio mismo (¿por qué, si no, te has pasado toda tu vida adulta vertiendo palabras como sangre en una hoja de papel?)". ¿Cuál es esa herida original?

Creo que alguien se convierte en artista, particularmente en escritor, porque no está del todo integrado. Algo está mal en nosotros, sufrimos por algo, es como si el mundo no fuera suficiente, entonces uno siente que tiene que crear cosas e incorporarlas al mundo. Una persona saludable estaría contenta con tomar la vida como viene y disfrutar la belleza de estar vivo... no se tiene que preocupar por crear nada. Alcanza con hacer un trabajo interesante, amar a alguien, comer buena comida, vivir todo lo que se pueda, morir. Esa parece una linda forma de vivir. Otros, como yo, estamos atormentados, tenemos una enfermedad, y la única manera de soportarla es haciendo arte. Es decir, si estoy haciendo esto, es porque algo está mal. ¿Qué es lo que está mal? Difícil decirlo porque estas heridas se producen cuando se es muy joven.

¿Existe la posibilidad de despertarse y pensar que ya no tiene que escribir más?

Me encantaría, ya escribí un montón de libros, así que todo lo que haga ahora va a ser muy importante para mí. Si muero hoy, ya he dejado muchas cosas.

Aquí usted dice que estuvo casi siempre enamorado. ¿Cómo sabe cuándo está enamorado? ¿Cómo se expresa? ¿Cómo se expresa el amor?

Lo siento, es una emoción; uno no lo decide. Es un deseo, deseo de estar con esa persona, es una especie de encantamiento con esa persona. Y también un deseo físico tremendo.

¿Y cómo cambia eso según pasa el tiempo?

He pasado la mitad de mi vida con Siri, treintiún años juntos. Y cuando miro hacia atrás, veo que seguimos evolucionando, que las cosas siguen cambiando. Lo más gracioso después de haber estado con alguien durante tanto tiempo es que se termina tan ligado emocionalmente, mentalmente, que muchas veces uno sabe exactamente lo que el otro va a decir. Por ejemplo, el año pasado, volvimos a tener la misma respuesta ante algo. Sacamos a colación la misma historia para describir algo. Y me di vuelta y le dije: "Si viviéramos juntos durante cien años, seríamos la misma persona".

Esto de reencontrar las mismas anécdotas nos hizo pensar en su obra. ¿La piensa como un todo, un gran texto?

Creo que todo está conectado, aunque cada vez trato de escribir un libro nuevo, hacer un nuevo acercamiento. Repienso todo. Pero después uno sigue descubriéndose a sí mismo. No se puede escapar. Así que sí, creo que todo es parte del mismo proyecto incompleto. Sea cual sea ese proyecto.

¿Intenta un nuevo acercamiento a qué?

Supongo que a mis sentimientos sobre el mundo.

En "Diario...", así como cuenta la historia de sus heridas, cuenta la de sus casas. Contando qué pasó en cada casa, se despliega su biografía. ¿La lista sirvió para recordar?

No había olvidado nada. Podría haber agregado más lugares, pero incluí aquellos donde pasé un año por lo menos. No podía recordar las direcciones de las casas donde vivíamos cuando era un bebé, nunca supe las dos primeras direcciones, pero entonces no sé, buscando algo, encontré mi libro de bebé, que mi madre había escrito, y ahí estaba todo. Esto tiene que ver con la manera en que encaré este trabajo: mi cuerpo a la intemperie, mi cuerpo adentro, protegido. ¿Dónde me guarecí? Haciendo la lista de mis casas puedo contar detalles de lo que pasé.

Es amarga la mirada sobre su padre en "La invención de la soledad". Y acá no lo es tanto. ¿Cambió su forma de verlo?

No mucho, pero siento mucha compasión por él, entendí sus problemas, las tragedias de la vida que lo hicieron quien era; simplemente no lo culpo. Una de las entradas del nuevo libro serán todos los sueños que tuve con él, aunque nunca puedo recordar de qué hablamos. Hablo con él muchas noches, nos sentamos en la habitación a charlar.

¿Qué le dieron sus padres?

Como trato de expresar en el libro, mi madre me dio un amor muy intenso. Quizás todo lo bueno que hay en mí vino de ella.

¿Qué hay de bueno en usted?

Soy amable, no busco peleas, trato de ser un buen amigo, un buen marido, trato de pensar en los demás antes que en mí, soy perseverante, hago bien mi trabajo y trato de tener una postura ética en la vida y de mantenerla. Claro que me equivoco todo el tiempo, pero hago lo mejor que puedo; eso viene de mi madre. De mi padre no sé, creo que la perseverancia también, porque a él realmente no le importaba lo que pensara la gente, podía comportarse muy mal algunas veces y le daba lo mismo cómo reaccionaban los demás. Hay algo admirable en eso.