9 de diciembre de 2011

Almudena Grandes: "Empezar a escribir es una consecuencia de haber leído mucho, es como atravesar un espejo. Leer y escribir son actos especulares" (1)

Almudena Grandes (1960) nació en Madrid y estudió Geografía e Historia en la Universidad Complutense de esa ciudad. Vinculada al mundo editorial como escritora de encargo, adquirió el reconocimiento del gran público con su primera novela "Las edades de Lulú", con la que ganó el XI premio de narrativa erótica La Sonrisa Vertical en 1989. A ésta le siguieron "Te llamaré Viernes", "Malena es un nombre de tango", "Atlas de geografía humana", "Los aires difíciles", "Castillos de cartón" y "El corazón helado". También ha publicado los tomos de cuentos "Modelos de mujer" y "Estaciones de paso", y el volumen "Mercado de Barceló", una recopilación de artículos publicados entre 1999 y 2002 en el diario "El País". Controvertida entre otras cosas por sus posiciones políticas de izquierda, su militancia antifranquista y su tenaz defensa de las corridas de toros, Grandes se ha hecho conocida tanto por su vigoroso don narrativo como por la afilada franqueza de las columnas que firma en el diario "El País". Su obra es una de las de mayor proyección internacional dentro de la literatura española contemporánea, y varias de sus novelas han sido llevadas al cine. Recientemente ha encarado un ambicioso proyecto narrativo, integrado por seis novelas independientes que comparten un espíritu y una denominación común: "Episodios de una guerra interminable". La primera entrega, "Inés y la alegría" -aparecida en septiembre de 2010-, acaba de recibir en México los premios Sor Juana Inés de la Cruz e Iberoamericano de Novela Elena Poniatowska. La novela, basada en hechos históricos vinculados con la Guerra Civil Española, cuenta la historia de Inés, quien, tras haber apoyado la causa de la República, vive recluida y vigilada en casa de su hermano, partidario de la dictadura impuesta al fin de la guerra. Impulsada por las noticias que difunde una radio clandestina, Inés se une a la operación Reconquista de España, organizada por guerrilleros españoles que colaboraron con la Resistencia francesa y que, tras el desembarco aliado en Normandía, están convencidos de que es posible invadir y establecer un gobierno republicano en el norte de su país. Así, este relato épico narra la historia de la frustrada invasión del valle de Arán, una operación militar desconocida por la inmensa mayoría de los españoles, que sucedió entre el 19 y el 27 de octubre de 1944 con el propósito de restaurar la República y desalojar a Franco del poder. Lo que sigue es la primera parte de una síntesis editada de tres entrevistas que la autora concedió a Diana Fernández Irusta para el diario "La Nación" del 19 de septiembre de 2010, a Silvina Friera para el diario "Página/12" del 3 de diciembre de 2011, y a Clarita Spitz para la revista "Letra Urbana" nº 19 del  9 de diciembre de 2011.


"Llevo muchos años viviendo una época que no es la mía", dijo hace tres años cuando publicó "El corazón helado", una novela de casi mil páginas en la que, a través de la historia de dos familias madrileñas, recorrió los efectos de la Guerra Civil que desangró su país entre 1936 y 1939, y el de la dictadura que siguió después, narrando las vidas de tres generaciones -los combatientes, sus hijos y sus nietos-, arrasadas por la guerra y su pesada carga de herencias. Tras semejante empresa podría suponerse que el tema de la conflagración española estaría de algún modo saldado. Sin embargo aquel no tan lejano acontecimiento, con su sabor a trauma irresuelto y su enorme caudal de contradicciones, sigue brotando de su pluma.

En realidad, el tema me ha estado guiñando el ojo siempre, desde el principio. Hay libros que uno los escribe cuando puede y no cuando quiere. Yo tenía que tener cuarenta y tantos años, mayor seguridad en mí misma y la sensación de ser capaz de afrontar el desafío. Recién entonces pude escribir algo como "El corazón helado".

¿Y ahora? ¿Cómo sigue la vida luego de ese libro?

Tras terminarlo estuve mucho tiempo paralizada. Con el empeño que supuso esa novela... Era muy difícil. No iba a encarar otro libro de esa envergadura. Pero a ver, tampoco podía pensar en una novela negra de doscientas páginas. Generalmente, cuando estoy en esa situación de no saber qué hacer, termino dedicándome a cosas raras. Esta vez, decidí que iba a filmar una película.

¿Como contrapartida a los numerosos films que se hicieron a partir de sus novelas?

No, en realidad lo que pasaba es que me habían quedado muchas historias fuera de "El corazón helado". Una es la de la invasión del valle de Arán. ¡Me llama tanto la atención que actualmente nadie sepa nada de aquello! Ocurrió en 1944, en plena dictadura franquista: 4.000 hombres armados cruzaron la frontera entre España y Francia, y lograron que durante nueve días el valle de Arán estuviera en manos republicanas. Estuve un año y medio, desde el otoño de 2006 hasta principios de 2008, intentando escribir un guión sobre todo esto. Pero la película resultó ser carísima. Los productores me decían: "¿Realmente quieres ver a 4.000 hombres bajando por los Pirineos?". Nadie la compró, y creo que esa fue una de las mejores cosas que me han pasado en la vida. Porque tuve una especie de iluminación: "Tengo que escribir novelas, que es lo que sé hacer", me dije. Así que decidí hacer una especie de "Episodios nacionales" del siglo XX, tomando como referente los que escribió Benito Pérez Galdós a fines del siglo XIX. Como España es un país ingrato, Galdós está considerado un escritor antiguo y polvoriento. Sin embargo, el modelo de los "Episodios..." se anticipa en muchos años a un tipo de novela que ahora mismo está de moda, la que mezcla ficción y no ficción. Decidí hacer lo mismo que Galdós. En una época distinta, de una manera distinta, pero siguiendo el mismo modelo. Me inventé historias de ficción situadas en escenarios reales, con los personajes de la historia verdadera interactuando con mis personajes de ficción.

De Benito Pérez Galdós además de la admiración, ¿siente que ha influido en alguna manera en su obra?

Tuve una experiencia básica como lectora y como escritora a mis quince años, cuando descubrí a Galdós, que ha sido un escritor muy importante para mí. Lo descubrí por casualidad y también a través del abuelo aunque él ya no vivía porque en la casa donde veraneábamos, en la sierra de Madrid, había pocos libros. Mi madre me daba dinero para comprar en la Feria del Libro, pero a mediados de julio me los había leído todos. Cuando me había leído todo lo que había en esa casa, después de darle muchas vueltas me atreví a coger esos libros que me daban tanto miedo y tuve la suerte que la primera novela que encontré fue "Tormento" de Benito Pérez Galdós. Me deslumbró mucho, me di cuenta de lo difícil que era el país en el que yo vivía. Porque para una niña del franquismo la historia de un cura que persigue a una huérfana y la hunde, era como de ciencia ficción. ¿Cómo es posible que aquí haya pasado algo así? ¿Qué clase de vida había en este país para que un escritor haya podido contar esto? Galdós fue fundamental para mí como lectora y luego como escritora. Creo que los maestros del XIX son los auténticos amos de este género, los que sabían de verdad qué era escribir una novela.

¿A qué atribuye esto?

Yo creo que el siglo XIX fue la gran época de la novela porque en aquel momento los novelistas todavía eran salvajes e inocentes y entonces podían asumir la tarea de crear mundos completos. Cuando pienso en Galdós, Tolstoy, Flaubert o Dickens veo como una sabana africana inmensa con un árbol o dos, una manada de elefantes y delante un personaje pequeñito mirándolo todo. Tenían el mundo entero para ellos. Sin embargo, cuando pienso en mi o cualquier escritor contemporáneo y veo a un personaje, lo veo del mismo tamaño pero, en una autopista de California con diecisiete carriles prohibidos, semáforos y desvíos. Nosotros hemos perdimos la inocencia y el estado salvaje. Deberíamos aspirar a la ambición de aquellos escritores, aunque no estamos en la misma situación sigo pensando que un novelista puede aspirar legítimamente a crear un mundo completo, a crear mundos completos.

"Inés y la alegría" es la primera de una serie de novelas históricas que tituló "Episodios de una guerra interminable". Cuéntenos un poco cómo surge este proyecto. Alguna vez ha dicho que la literatura llena los huecos que deja la Historia. ¿Qué encuentra usted para rellenar esos huecos, esos vacíos de Historia con la historia?

Tenía ganas de escribir una novela de mil páginas porque es el estigma de Cervantes: una vez en la vida tienes que escribir una novela de mil páginas. Cuando terminé de escribir "El corazón helado" me quedé un poco vacía. Era difícil encontrar que escribir después. Otra novela de mil páginas no podía ser. Tampoco podía escribir una novela negra de doscientas páginas porque mis lectores se iban a sentir muy desorientados. Aparte, "El corazón helado" es una obra muy peculiar que a mí me afectó mucho, porque es verdad que la novela es mía pero el tema no es mío, es de todos mis compatriotas. Es el gran tema pendiente de mi generación. No era fácil continuar después de eso. Cuando empecé a escribir "El corazón helado" yo creí que ya lo sabía todo sobre la Guerra Civil española que es una cosa que suele pasar a los españoles, todos creen que lo saben todo sobre la Guerra Civil. Pero había un par de temas que yo no dominaba mucho y empecé a leer para cubrir lo que pensé que eran unas par de lagunas pequeñas y entonces descubrí que yo no sabía nada. La Historia y la historia son la realidad y la ficción. Cuando descubrí que yo no sabía nada sobre la Guerra Civil me enganché al tema, empecé a leer ya no para documentarme, leía para mí, para comprender y mientras lo hacía fui descubriendo historias de la posguerra que me gustaban mucho. Me parecía que tenían una novela detrás, pero ya no podía meterlas en la mía porque yo había exiliado a los republicanos, entonces si yo contaba el exilio no podía contar la posguerra en el interior, era incompatible. Tenía una serie de historias que me daban vueltas en la cabeza, que pensaba en ellas de vez en cuando, las mimaba, las sacaba a tomar el aire, sabía que tenía algo allí. La más impresionante de todas era la de la invasión del Valle de Arán. Me fascinó la historia en sí y más me fascinó que yo no supiera nada. Como siempre escribo a partir de una imagen, imaginaba una mujer a caballo que iba hacia los guerrilleros con una pistola y 5 kilos de rosquillas... no sé porqué, pero las había. Le di vueltas a esa imagen y en un momento de ese proceso comprendí que tenía que escribir una novela, porque es lo que yo sé hacer. Lo que todas esas historias que yo tenía en la cabeza me iban a permitir hacer era una interpretación moderna y personal de los "Episodios nacionales" de mi querido Don Benito.

¿Serán varios libros?

Seis novelas, que van de la inmediata posguerra hasta el año '64. Cuentan la historia de la resistencia a la dictadura desde ángulos diferentes. La primera acaba de salir publicada, se titula "Inés y la alegría", y se basa en la invasión del valle de Arán. Está narrada desde la perspectiva de una mujer republicana, una chica de buena familia de Madrid que se hace comunista durante la guerra. En 1944, cuando se entera de que va a haber una invasión, roba un caballo y, con cinco kilos de rosquillas y 3.000 pesetas, se va a buscar a los guerrilleros. Los encuentra y se convierte en la cocinera del cuartel general. El personaje es una ficción hecha con muchos pedacitos de la verdad. Inés tiene un poco de todos los desclasados de la República, que hubo muchos. Cantidad de familias que apoyaban el golpe de Estado tenían hijos republicanos, que fueron muy radicales, y lo dieron todo.

¿Su familia estuvo vinculada con esta resistencia?

Hubo de todo. Mi abuelo paterno era un republicano moderado, que tenía un hermano socialista radical y otro hermano de la Falange. Mi abuelo materno era militar de carrera y se sublevó contra la República. El suyo es un caso muy llamativo porque en 1941 dimitió de un puesto ministerial y, a la vez, pidió la baja en el Ejército. Nunca quiso contar por qué lo había hecho. En Madrid, mi familia vivió la defensa de la ciudad, la represión atroz que vino después; el hambre de antes, durante y después de la guerra.

¿Qué significan estas herencias?

En España es muy claro lo que pasó. La segunda generación, la de mis padres, se crió en el silencio. Ni siquiera era algo así como "no hables de la guerra, que es horrible porque pasó esto y lo otro". Lo que se decía era: "No hablemos de cosas tristes". Y ya. Los secretos se fueron pudriendo sin que nadie los aireara. Esa es la generación que hizo la transición del fin de la dictadura al retorno democrático entre 1975 y principios de los '80. Luego está la mía, que es la que ha venido a mirar esta historia. Dicen que cada generación tiende a reivindicar a los abuelos en contra de los padres. En nuestro caso, ese vínculo es inevitable: nos parecemos mucho a nuestros abuelos y nada a nuestros padres. Es que en España el progreso jamás ha sido una línea recta. Hubo un momento de progreso, un retroceso brutal y luego otra vez adelante. Entonces llegamos nosotros, los primeros que en muchos años vivimos en una España sin miedo. Fuimos los que aprendimos idiomas y anduvimos por el mundo: los de la movida, los de la fiebre española. Hasta que de repente cumplimos cuarenta años, que es la edad de hacerte preguntas y ponerte a pensar. Así que también fuimos los primeros que nos atrevimos a preguntar.

Como varios de sus personajes, acusados de "preguntar demasiado".

Preguntan porque son valientes. De hecho, creo que la expansión del movimiento de la memoria en España ha sido posible porque es la consecuencia de los procesos interiores de mucha gente de mi edad. Desde hace diez o quince años muchos hemos estado recuperando los lazos con el pasado de forma individual, familiar, íntima. Hasta que nos dimos cuenta de que no estábamos solos, de que éramos centenares, miles de ciudadanos atravesando el mismo proceso.

¿En busca de reparar viejas heridas?

No solamente eso; también se trata de pensar en el futuro. Plantear cuál es la situación real del Estado español en este momento y de qué modo se puede superar la debilidad congénita de la democracia española. Porque institucionalmente la transición fue un éxito indiscutible, que produjo la democracia más sólida y estable que haya habido jamás en España, pero moralmente ha sido un fracaso. Produjo un Estado sin memoria ni raíces. Es muy vistosa, lúcida, sale bien en las fotos, pero está edificada en el aire.

¿Por qué la invasión del valle de Arán es un hecho tan poco conocido para los españoles?

A ninguno de los centros de poder que intervinieron en aquella crisis les interesaba que se supiera. Para Franco fue una humillación que un ejército que venía de Francia cruzara los Pirineos tranquilamente. La invasión de Arán reveló una deficiencia estructural del régimen. Franco consiguió tener a España en un puño, pero jamás controló los Pirineos, que fue la valla de un jardín que todo el mundo cruzaba en ambas direcciones cuando le venía bien. Al Partido Comunista de España tampoco le interesaba que se supiera, porque la invasión de Arán, aparte del intento de derrocar a Franco, fue un asalto al poder dentro del partido. Alabar la invasión era alabar a Jesús Monzón, que era el que había organizado la invasión y el dirigente que según la dirección de Moscú había usurpado el poder en el Partido Comunista. A los Aliados tampoco les interesaba porque habían dejado a una parte del ejército de la resistencia francesa con el culo al aire, desasistidos en España. Todos los centros de poder, incluso antagónicos entre sí, se unieron para que no se hablara de la invasión.

Hay un momento que impresiona mucho en la novela, cuando uno de los personajes, Galán, llega a liberar a unos presos y recibe un golpe muy duro al ver cómo huyen despavoridos y no se suman a la guerrilla. ¿Cómo explica esta reacción?

Este episodio es real, aunque lo cambié de día y de lugar. Lo que demuestra es que España había cambiado porque el terror es un recurso sumamente eficaz. En 1944, España llevaba cinco años sumida en un terror incondicional y la gente tenía miedo. Era un país de gente atemorizada. Lo que dice Inés en la novela sirve para explicar lo que pasaba. Inés le dice a Galán que él está equivocado, que España no era un país pacificado sino un país ocupado. Y ocupado mediante el terror; por eso la primera reacción de los presos fue salir corriendo. Luego los que se arrepintieron, que fueron algunos pocos, dijeron que habían tenido miedo, que no sabían si era una trampa. El miedo se había apoderado absolutamente de ellos y es un ejemplo de cómo el único país de Europa que le había plantado cara al fascismo pudo convertirse en un país de cobardes en sólo cinco años, al aplicarse un terror sistemático sobre la población civil.

Inés rompe con su clase social y se convierte en una "traidora". ¿Por qué le interesa este tipo de personajes?

Siempre me han interesado los desclasados de la Guerra Civil. El golpe de Estado se dio en verano; yo no sé si algún historiador ha investigado a fondo eso, pero tengo la impresión de que se dio en verano para facilitar que todas las familias que apoyaran el golpe estuvieran seguras en sus lugares de veraneo. Siempre me han interesado mucho estas historias, incluso familias como la de Laín Entralgo, en la que había un hermano comunista y otro falangista. Inés es una mujer desclasada, pero la soledad le da la oportunidad de mirar al mundo. Ella se define a sí misma como una niña que siempre ha mirado a la calle desde unas ventanas con visillos de puntillas. El hecho de estar sola en Madrid cuando sucede el golpe le permite abrir la puerta y salir, superar esa barrera de las puntillas. Y descubre el mundo y toma sus propias decisiones, que la llevan a abrazar la causa contraria a los intereses de su familia. Siempre me ha gustado mucho esta ambigüedad de quienes no han traicionado nada, pero fueron considerados traidores de su clase.

Hay otro personaje clave en la transformación de Inés: Virtudes, la empleada de la familia.

Sí, es cierto, le da la ocasión de saltar. Inés es un personaje que oscila entre dos prototipos. Su infancia es la de una niña española de clase alta, que recibe una educación que no le sirve para nada porque se supone que se va a casar a los dieciocho años y va a tener muchos hijos. Pero luego con el tiempo y su propia evolución, se convierte en el prototipo de la mujer republicana; eran mujeres que podían con todo, las que trabajaban, criaban a los hijos, llevaban la casa y mantenían a la familia cuando su marido estaba en la clandestinidad, en el monte o en la cárcel. Las mujeres republicanas mantenían alto el ánimo, eran las guardianas de la ideología. Inés se convierte en un ejemplo de todo eso. Y acaba encontrando un lugar entre mujeres como ella.

Lo que escribe sucede en España, pero eso ¿sucede necesariamente en España o podría ser universal?

Yo espero que aunque sea un tema español pueda tener lectores fuera de España. La única forma de llegar a lo universal es empezar por lo local. Esos abordajes teóricamente universales suele salir fatales porque es muy mal punto de partida. Hay que escribir sobre lo que se conoce, sobre lo que uno tiene cerca y de lo que a uno le interesa. Luego lo que ocurre es el milagro de la comunicación, que se asienta en el principio de que todos los seres humanos somos básicamente parecidísimos.

La memoria es un tema que está presente en su trabajo desde sus primeras novelas. ¿Comparte todo esto con sus hijos?

Mira, creo que en este tema, el de la memoria, estábamos al límite. Es lo que pasa con las terceras generaciones: nosotros habíamos conocido gente que vivió esa época, teníamos relatos de primera mano. Si no los recuperábamos, se perdían. Mis hijos han nacido en democracia, así que lo que saben del franquismo lo saben por los libros o las películas; no tienen ninguna experiencia directa de aquello. A la gente de su generación le interesa mucho esto, porque es como la gran épica a su alcance. En países como Francia, Inglaterra o incluso Alemania, que hicieron su propio relato, con héroes y villanos que todo el mundo conoce, la gente de veinte años puede permitirse decir "qué aburrimiento; eso a mí no me interesa". Pero en un país donde no hay panteón ni héroes o villanos oficiales, la posibilidad de conquistar una épica es demasiado tentadora. Aunque haya cosas en la historia reciente de España muy difíciles de entender.

Si se trata de temas difíciles de entender, también los hay en las pequeñas historias familiares, una cuestión que aparece en toda su obra.

La familia es uno de los grandes temas. Bueno, yo vengo de un determinado tipo de familia. La vida es diferente para alguien que se cría en una familia nuclear (madre, padre, hijo), que para alguien que viene de una familia como la mía: muy extensa, donde se mantienen muchas relaciones entre tíos abuelos, sobrinos nietos, primos, primos segundos, tíos. Una gran familia se articula como un mundo en miniatura. Siempre digo que los que venimos de familias grandes tenemos más desarrolladas las habilidades sociales y la noción de los mecanismos del poder. Viví en un medio en el que, por debajo del nivel general del cariño, había unos maremotos terroríficos, unas batallas por las influencias... Ni siquiera se peleaba por el dinero: la cuestión era imponer tu modo de ver las cosas. De repente, algo tan idiota como una boda o una cena de Nochebuena podía convertirse en una batalla campal. He aprendido a mirar el mundo a partir de mi familia, en lo fácil y en lo complicado.