20 de enero de 2011

Crónicas de Marilyn (3). Epílogo

Pablo Di Masso, en su espléndido artículo "La chica que sedujo a Jack y a Bob", cuenta otra anécdota que pinta cabalmente lo que significaba Marilyn Monroe en los años '50: "Pichi González la vio venir de lejos. Era la única mujer que conocía que practicara jogging. No era frecuente en los años cincuenta. Cuando Marilyn llegó hasta su quiosco de periódicos le entregó un par de revistas de cine. Ella le sonrió, le preguntó por su mujer, Susana, y se alejó trotando. No parecía una diva inaccesible para quien sus únicos amigos eran los diamantes. Era una chica sin maquillar, hermosa y natural. Un día, cuando ella pasó corriendo a su lado, un tipo vinculado a 'la industria' sonrió y dijo, creyéndose gracioso: 'Es la zorra del siglo XX
(Twentieth Century Fox), por eso sólo hay un gran estudio para ella'. Pichi González le arrancó el periódico de las manos. Le devolvió las monedas arrojándolas a sus pies y le dijo que no quería volver a verlo por allí. Tal vez sólo sea una anécdota. Pero eso es lo que Marilyn provocaba: los sentimientos más diversos". Lo que sigue es la tercera y última parte de la crónica escrita por Di Masso.

Lo que se dio en llamar "The wrong door raid" (Redada en la puerta equivocada), también podría titularse "El error portográfico de Sinatra". Un verdadero sainete serie D, que demuestra, una vez más y hasta el ridículo, que la realidad supera con mucho a la fantasía. Incluida la fantasía erótica. Pocos días antes de los sucesos del divorcio, un DiMaggio terriblemente celoso ideó con su amigo Frank Sinatra (1915-1998), un plan miserable. Varios meses antes, Joe había contratado a un detective privado para que siguiera a Marilyn Monroe y ver si la podía pescar en alguna trampa cornamental. Sospechaba que ella se veía en situación húmeda con Hal Schaefer (1925), con quien Marilyn trabajaba en la grabación de sus canciones. El "huelebraguetas" de alquiler, en este caso sí vale el mote, le dijo a Joe que había seguido a su esposa hasta la misma dirección (8122 de Waring Avenue) en numerosas ocasiones. Allí vivía Sheila Stuart, una actriz vinculada a Schaefer. Alertado por el detective, Joe llegó furioso y pretendió entrar por la fuerza en el apartamento de Stuart y descubrir qué hacía Marilyn y con quién. El "private eye" le pidió que se calmara durante unos minutos y telefoneó a Sinatra, que apareció rápidamente con unos cuantos secuaces. Algunos de ellos rompieron la puerta del encargado y entraron en el piso señalado como si estuvieran filmando un episodio de "Los intocables" (Sinatra afirma que se mantuvo alejado, en el coche, y luego llevó a los tribunales al detective privado Philip Irwin). Dentro sólo hallaron a una mujer madura, Florence Kotz, sentada en la cama, aterrorizada, pidiendo ayuda a gritos. La puerta del piso de Sheila se hallaba unos metros más allá. Un gag digno de Jerry Lewis. Sheila, Marilyn y un invitado huyeron deprisa tras oír la invasión de los derrumbapuertas. DiMaggio y Sinatra fueron demandados por Florence Kotz y tras algún tiempo se llegó a un acuerdo económico... muy modesto. DiMaggio siempre sospechó que el misterioso huésped de Sheila era Hal Schaefer. Obviamente, Marilyn y Hal rechazaron tan absurda idea...
En 1955 Marilyn estaba dividida. Continuaba viendo a DiMaggio, pero iba a casarse con Arthur Miller (1915-2005). Un salto demasiado largo, incluso para ella. El dramaturgo, el tipo comprometido y respetado, tenía una esposa, Mary Grace Slattery, una editora católica y metida en política desde los años cuarenta. Según los mentideros más fiables, Miller se inspiró en su suegro para escribir "Death of a salesman" (Muerte de un viajante). El lazo familiar, sin embargo, se deshilachaba: "La idea de sacar a Marilyn de mi vida me resultaba insoportable", confesó Miller. Ella estaba encantada con lo que él representaba. Era el tipo que había escrito la premiada "The crucible" (Los brujas de Salem), una obra teatral sobre los juicios de Salem de 1692, y una clara referencia a la actualizada "caza de brujas". Del psicópata senador republicano Joseph McCarthy (1908-1957) alguien oyó decir a Marilyn: "Es una mala persona. Ha destrozado la vida a gente fantástica de Hollywood. Ese tipejo debe de tener un problema allí abajo... ¿ya sabes? Le debe funcionar mal el rabo y está resentido. Seguramente eyacula cada vez que consigue cargarse a alguien con talento". Casarse con Miller, rodar con Laurence Olivier (1907-1989), estudiar con Strasberg. Marilyn procuraba crear la escenografía adecuada para ser tomada en serio. ¿Cómo diablos fueron tan pocos quienes se dieron cuenta entonces de su talento para la comedia, de su aguda vis cómica, de su capacidad intuitiva para transmitir las sensaciones más difíciles de componer...? El panorama que veía desde el puente era difícil de asumir. Su dependencia de las drogas, su dependencia de médicos y psiquiatras y su "marilynadicción" eran una bomba de relojería. Llevaba el enemigo dentro.
Ives Montand (1921-1991) no era un ídolo en Estados Unidos. La famosa era Simone Signoret (1921-1985), su esposa, que en 1958 había rodado con Laurence Harvey (1928-1973) "Room at the top" (Un lugar en la cumbre), del director inglés Jack Clayton (1921-1995). Mientras avanza "Let's make love" (El multimillonario), los Montand y los Miller toman copas en el Polo Lounge. El romance con Montand, tal vez tan libre y desenfadado como el que viviera años antes con Kazan, puso un poco de aire fresco en la atmósfera recargada que vivía Marilyn. No es para nada increíble que la reina del glamour y el "seductorix" que llegó de la Galia dieran origen a los rumores más jugosos. Entre ellos, uno que se ha repetido a lo largo de las andanzas de Marilyn: ella acudía a la habitación de Ives envuelta en un abrigo de visón. Y debajo sólo llevaba puesta una gota de perfume. "Junto con mi marido y Marlon Brando, Ives Montand es el hombre más atrac­tivo que he conocido".
En la época en que se filmaba "El multimillonario", Marilyn fue invitada a participar como embajadora de buena voluntad a un agasajo al premier soviético, Nikita Jruschev (1894-1971). El sólido mandamás del poder rojo seguramente había visto sus películas. "Me estrechó la mano con fuerza y me miró a los ojos como un hombre mira a una mujer", declaró la embajadora, con un estilo de depurado realismo socialista. Desde ese momento, Marilyn contó, entre sus numerosas excentricidades, la de haber detenido durante unos cuantos segundos el apogeo de la Guerra Fría.


Los biógrafos no se ponen de acuerdo. ¿Qué sucedió realmente entre los Kennedy y Marilyn? Por el momento sólo parece confirmado un único encuentro sexual entre John Fitzgerald Kennedy (1917-1963) y Marilyn. Ya se conocían de la casa de Peter Lawford (1923-1984), cuñadísimo de John y Robert, vía matrimonio con su hermana Pat. Lawford era una especie de chulo de lujo y bien relacionado; de una parte, el universo de la política; de la otra, la farándula hollywoodiana. En el medio, un JFK que llevaba un audaz hombre lobo en la bragueta. Su pasión por las rubias le llevó a conocer a Janet Leigh (1927-2004), Angie Dickinson (1931) y Kim Novak (1933). Y a Marilyn. En todas las ocasiones en que se vieron, cuatro en total, fue porque coincidieron en alguna fiesta de notables. La primera en casa de los Lawford y, tras el ágape, Peter la llevó de regreso a casa en su chulomóvil. La segunda en la residencia neoyorquina de Fifi Fell, una riquísima viuda que daba una cena en honor de JFK. La tercera en casa de Bing Crosby (1903-1977), en Palm Springs. Después de la fiesta. Marilyn telefoneó, desde la habitación que compartía con Kennedy, a su amigo y masajista Ralph Roberts para preguntarle algo relacionado con una lesión muscular. El presidente llevaba el infierno en la espalda. Según Roberts, el propio John Fitzgerald cogió luego el auricular para agradecerle su intervención. Tal vez el consejo de Ralph facilitara nuevos safaris presidenciales por la sabana marilynesca. La cuarta ocasión fue cuando una Marilyn bellísima, drogada, bebida y encantadora, acudió al Madison Square Garden para cantarle "Happy birthday" a Mr. President. No hay pruebas de que Bobby gozara de su paisaje desnudo. Quienes defienden la teoría de la inocencia sexual de Robert Kennedy (1925-1968), afirman que J. Edgar Hoover (1895-1972), el todopoderoso y perverso mandamás del FBI durante toda su vida, y que iba detrás del fiscal general de Estados Unidos, le hubiera despedazado con semejante información. Tampoco hay pruebas de que Marilyn estuviera ligada libidinosamente a la mafia. Según el actor egipcio Alex D'Arcy (1908-1996, amigo de Marilyn y del hampón Roselli, "jamás hubo ninguna relación entre ella y los señores Johnny Roselli, Bugsy Siegel y Sam Giancana".


A lo largo de su vida, Marilyn Monroe pasó por demasiados consultorios médicos... y por unos pocos divanes. Sobre todo, por el gabinete del doctor Ralph Greenson (1911-1979), en Los Angeles, el psiquiatra que estableció con ella una relación poco ortodoxa de mutua dependencia. En fin... que a Marilyn nunca le faltaban las píldoras. Le sobraban por docenas. Tras las malas críticas obtenidas por "Los inadaptados" y "El multimillonario", agobiada por su divorcio de Miller, exhausta por el rodaje en el desierto y terriblemente impresionada por la muerte de Clark Gable, Marilyn estaba desquiciada. Su terapeuta en Nueva York, la doctora Marianne Kris (1900-1980), decidió internarla. Para espanto de Marilyn lo hizo en el pabellón de los pacientes más perturbados en la Payne Whitney Clinic, la división psiquiátrica del New York Hospital. Para Marilyn fue como si, finalmente, y siguiendo la tradición familiar, se hubiese convertido en la loca absoluta que siempre había temido ser. Tras numerosos ruegos, persuadió a una enfermera para que le enviara una nota a Paula y Lee Strasberg; les escribió: "La Dra. Kris me internó en un hospital bajo el cuidado de dos médicos idiotas. Estos dos tipos no deberían ser mis médicos. Estoy encerrada con esta pobre gente chiflada. Estoy segura de terminar yo misma igual de chiflada si continúo viviendo esta pesadilla. Por favor, ayúdenme. Este es el último lugar en el que debería estar. Estoy en el piso de los peligrosos. Es como una celda". El diabólico episodio acabó cuando consiguió hacer una llamada telefónica y localizó a Joe DiMaggio en Florida. No se habían visto durante seis años. DiMaggio fue a Nueva York y le dijo a la Dra. Kris que si Marilyn no estaba fuera al día siguiente le destrozaría el hospital piedra a piedra. Marilyn salió de su infierno y la Dra. Kris reconoció: "He hecho algo terrible... terrible..."-
Marilyn tuvo que ser internada en el Instituto Neurológico de la Universidad de Columbia para proceder a su recuperación: estaba deprimida, anoréxica y temblaba inconteniblemente. Desde allí le escribió al Dr. Greenson una carta de una cordura, una sensatez y una coherencia absolutas, que desmiente su supuesto estado de grave deterioro. A pesar de sus tribulaciones Marilyn tenía claro qué ocurría con su vida. El guionista y productor Walter Bernstein (1919) dijo, refiriéndose al psiquiatra: "En mi opinión ella era una buena inversión para tipos como Greenson, no sólo desde un punto de vista financiero, ocupándose de ella, sino en la fabricación de su enfermedad. Tanto para él como para muchos otros, era una necesidad que Marilyn estuviera enferma, necesitara de la gente y dependiera de ella. Había algo siniestro en Ralph Greenson. Y su influencia sobre ella era bien conocida". La actriz Susan Strasberg (1938-1999), hija de Lee y Paula, confirmó esta opinión: muchos pacientes del loquero se sentían sumamente incómodos por su permanente recurrencia a temas sexuales y por sus demandas de confesiones inguinalmente íntimas.
En junio de 1961, Marilyn marchó a Las Vegas para celebrar el 44º cumpleaños de Dean Martin (1917-1995). La razón fundamental era que desde ese mes y hasta finales de año vivió un romance serio con Frank Sinatra. Todos quienes les conocieron bien, incluidos los amigos más entrañables de Marilyn, coinciden en que Sinatra estaba profundamente enamorado de ella. Tanto como para no acudir a una invitación a comer con el presidente Kennedy, en casa de Peter Lawford, porque estaba esperando a Marilyn y ella no aparecía. "La Voz" se mostraba posesivo, era el jefe de un clan y estaba acostumbrado a que la tribu bailara a sus sones. Y todos conocen el encanto de los sones de Sinatra, capaces de llevar a sus legiones... volando a la luna. A Marilyn le encantaban sus canciones pero no su actitud. Sin embargo, vivía aquel romance con su ingenioso buen humor de siempre. Un buen día, su amiga Pat Newcomb fue a visitarla al hospital, donde la habían intervenido por sus eternos problemas gástricos, y le llevó un cachorro pequeñito. Marilyn, abrazó con ternura al chucho. "Te llamarás Maf Honey en honor de Frank" dijo, haciendo alusión a las relaciones del cantante con la mafia. En el momento del bautismo Frankie entonaba "Chicago"...


Di Masso remata el artículo citando la conclusión a que su amigo Romano Groba -aquel de Horco Molle- arribó en el St. Regis de Nueva York en agosto de 1992 cuando se cumplían 
treinta años de la muerte de Marilyn. Allí, en la calle 55 y la Quinta Avenida, Marilyn había conocido a Salvador Dalí (1904-1989) y acariciado al joven leopardo que el exótico pintor de Cadaqués sujetaba al extremo de una cadena de oro. "Marilyn los jodió a todos -dijo Groba-. Era hermosa y era ingenua; tenía el perfil de la víctima integral en un Hollywood caníbal. Sin embargo, utilizó su niñez de amor escaso y su ambición desesperada para construirse una leyenda casi desde que era un bebé. Sí, sufrió mucho; pero todo el mundo sufre. Ella consiguió llegar a lo más alto, y quedarse allí a pesar de la pandilla de hijos de puta que la saquearon centímetro a centímetro. Marilyn es una mujer siempre diferente, porque cada uno la diseña a su gusto. Para mí es una muchacha inteligente, con un enorme talento, ingeniosa y enmascarada por un cuerpo que ponía en pie de guerra hasta a los obispos de la Liga Católica Norteamericana. Me gusta creer que se los folló a todos, los Kennedy incluidos. A los sesentones jefazos de los estudios, a los fotógrafos más depredadores, a viajantes de comercio que buscaban sexo rápido en el Hollywood Boulevard, a chicos cariñosos y latinos, a seductores internacionales, a actores con pedigrí y también a algún mafioso bien dotado. Ella también era una antropófaga. ¿Hoffa ordenó su muerte? ¿Papá Kennedy? ¿La patética CIA? ¡A la mierda con todos ellos! El mutis lo decidió sola, según su estilo exuberante. Y al final se tomó varias pildoras o se puso un enema y, en el último momento, descolgó el teléfono, una vez más, para contarle alguna fechoría a alguien que tampoco le servía. Se murió desguarnecida, bellísima, desnuda y feliz. Estaba a punto de volver a casarse con DiMaggio y los disparates siempre la divertían. En fin, prefiero el lado canalla de su vida".