13 de diciembre de 2010

Julio Verne: "El gran pesar de mi vida ha sido el hecho de que nunca he tenido lugar alguno en la literatura francesa" (2)

Hasta el siglo XVIII no existía una literatura propiamente juvenil. A los jóvenes se les destinaba para los libros de texto de la escuela las obras de la literatura clásica de Grecia y Roma. Cuando el latín dejó de ser la lengua de la literatura por antonomasia se creó la necesidad de construir, dentro de la ella, una parcela específica para los chicos. Así, libros como "Robinson Crusoe" de Daniel Defoe (1660-1731), "Gulliver's travels" (Los viajes de Gulliver) de Jonathan Swift (1667-1745) y "Alice's adventures in Wonderland" (Alicia en el País de las Maravillas) de Lewis Carroll (1832-1898) por ejemplo, pasaron a engrosar las bibliotecas juveniles. Pero, un análisis detenido de estas obras revela que, bajo formas aparentemente inocentes, subyacen discursos repletos de críticas, innovaciones y simbologías que suponen verdaderas revoluciones en las concepciones literarias. Tal es el caso de Carroll, que aportó una visión enteramente nueva de la infancia: frente a la concepción de que un niño no puede aportar nada hasta que llegue a ser adulto, él describió un mundo autónomo en el que todo es incierto y los acontecimientos traspasan los límites de la lógica. De todos modos es dudoso que este tipo de literatura pueda ser considerada una lectura sólo para adolescentes, algo que también sucede con Swift, pionero de la literatura fantástica y, ante todo, reconocido como uno de los escritores satíricos más grandes de Europa. Sus críticas a la sociedad de la época son corrosivas: la corrupción de la administración pública, los vicios y flaquezas de quienes gobiernan, la complacencia de quienes son gobernados fueron descriptas con crudeza, pero los jóvenes lectores no llegaron a entresacar todo el contenido crítico de estos relatos que, de algún modo, se convirtieron en inofensivas obras destinadas esencialmente a condenar los aspectos más censurables de una sociedad imperfecta. En Verne, asimismo, hay otro tipo de lecturas subterráneas. Durante muchos años, su obra fue considerada como literatura de recreo y descanso, despojada de cualquier intención o significado complejo. En esto tuvo que ver, quizás, la introducción que hizo Hetzel, su editor, en el primer volumen de la edición ilustrada de los "Voyages extraordinaires" (Viajes extraordinarios): "Las obras aparecidas y las que tienen que aparecer de Julio Verne tienen el propósito de resumir todos los conocimientos geográficos, geológicos, físicos y astronómicos amasados por la ciencia moderna, y de rehacer bajo la forma atrayente y pintoresca que le es propia, la historia del universo". Sin embargo, para el historiador francés Jean Chesneaux (1922-2007), las novelas de Verne encubren algo más. Sus primeros trabajos, por ejemplo, están influidos por lo que él define como socialismo romántico, que no es más que "aquel movimiento que apareció tras la Revolución Francesa al abrigo de la estabilidad napoleónica, y cuyos elementos definitorios son su fe en el hombre y en el progreso". Es muy probable que Verne se haya impregnado del romanticismo cuando, con veinte años de edad, vivió los fragores de la Revolución de 1848 y ésta pudo haber avivado en él su sentimiento en pro de la libertad y en contra del despotismo. Empero, en los trabajos que comenzaron a aparecer a partir de la década del '80 se respira otra atmósfera. Y es aquí donde Chesneaux esgrime su tesis sobre el individualismo libertario de Verne, cuando aparece en él "un mayor interés hacia las cuestiones políticas y sociales, y un cierto pesimismo hacia el papel de la ciencia y de la industria en el progreso de la humanidad, lo que lo llevó a adoptar posturas cada vez más radicales, más rebeldes y más individualistas. Sus personajes se volvieron cada vez más solitarios y reticentes al contacto con la sociedad, y la ciencia, por último, ya no buscaba una utilidad social sino que se había convertido en una aliada del poder, tanto económico como político".


¿Siempre quiso ser escritor?

Yo no puedo recordar la época en la cual yo no escribía, o al menos intentaba ser un escritor. Conoce que soy bretón de nacimiento. Mi padre estaba consagrado a la literatura y aún cuando era demasiado modesto para hacer algún esfuerzo por popularizar su trabajo, era un poeta. Quizás fue por esto que comencé mi carrera literaria escribiendo poesías -siguiendo, tal vez, el ejemplo de los literatos franceses en ciernes de la época-, las cuales tomaban la forma de tragedias en cinco actos. No obstante, aunque disfrutaba mucho el trabajo dramático, percibí desde el primer momento que no me traería nada en materia de fortuna. Y nunca he perdido mi amor por la escena y todo lo que esté conectado en alguna forma a la vida teatral. Una de las alegrías más reconfortantes que me ha traído mi historia como escritor ha sido, precisamente, la puesta en escena exitosa de muchas de mis novelas, en especial "Michel Strogoff" (Miguel Strogoff). Me han preguntado a menudo que fue lo que me dio la idea de escribir lo que, a la búsqueda de un nombre mejor, serían las novelas de género científico. Yo siempre me he consagrado al estudio de la Geografía, tanto como la mayoría de las personas se deleitan al estudiar la Historia o tomar partes en investigaciones históricas. Pienso que mi amor por los mapas y por los grandes exploradores me llevaron a componer la primera de la larga serie de novelas geográficas: "Cinco semanas en globo". Disfruté mucho al escribir la historia y debo agregar que tanto en aquella como en todas mis novelas, las cuales están basadas en una previa investigación, he tratado que los hechos narrados en ellas estén lo más cercano posible a la vida real. Una vez que la historia fue terminada le envié el manuscrito al conocido editor francés Jules Hetzel, quien leyó el cuento, se interesó en él y me hizo una oferta que yo acepté. Puedo decirle que este excelente hombre y su hijo se convirtieron y han continuado siendo mis grandes amigos y la casa editorial está por publicar mi septuagésima novela.

Creo que usted ha agregado sus laureles como dramaturgo a sus otros triunfos.

Sí, usted sabe que nosotros tenemos en Francia un proverbio que dice que un hombre siempre termina regresando a su viejo amor. Como le dije anteriormente, siempre siento un deleite especial con todo lo que tiene que ver con el mundo dramático; mi debut literario fue como dramaturgo y de las tantas satisfacciones que he recibido por mi labor, ninguna me dio más satisfacción que mi retorno a la escena.

¿Cuál de sus historias ha sido la más exitosa en el teatro?

"Miguel Strogoff" fue quizás la más popular. Se escenificó en varios lugares del mundo. Luego, "La vuelta al mundo en ochenta días" tuvo mucho éxito y más recientemente "Matías Sandorf" fue representada en París. Mi historia "Le Docteur Ox" (El Doctor Ox) fue tomada como base de una opereta hace unos diecisiete años. En una época yo mismo me encargaba de montar mis piezas teatrales, pero ahora mi contacto con el mundo teatral sólo se limita a visitar el teatro de nuestra ciudad. Debo admitir que en varias ocasiones buenas compañías de teatro nos han honrado en el pueblo con su presencia.

¿Su amor por la Geografía no lo previno que poseía una gran inclinación por las ciencias?

No me considero un científico, pero me siento afortunado de haber nacido en una época de descubrimientos notables y quizás de algunas maravillosas invenciones. Muchos fenómenos científicos aparentemente imposibles descritos en mis novelas se han convertido en realidad. Todo es una mera coincidencia, y sin dudas se debe al hecho de que incluso al inventar fenómenos científicos siempre he tratado de que todo parezca tan verdadero y simple como sea posible. En cuanto a la exactitud de mis descripciones debo eso en gran medida al hecho que, incluso antes de que yo comience a escribir una novela, siempre hago numerosos apuntes de cada libro, periódico, revista o reporte científico a los que tengo acceso. Estas notas eran y son clasificadas según el tema al que pertenecen. No tengo ni que decirle cuan valiosas han sido para mí muchas de ellas. Estoy subscrito a más de veinte periódicos y soy un asiduo lector de cada publicación científica. Incluso, además de mi trabajo, una de las cosas que más disfruto es leer u oír cualquier reseña sobre un nuevo descubrimiento o experimento en los mundos de la Ciencia, la Astronomía, la Meteorología o la Fisiología.

¿Cree que estas lecturas misceláneas le sugieren cualquier nueva idea para sus historias o depende usted totalmente de su propia imaginación?

Es imposible decir lo que lo hace pensar a uno en el esqueleto de una historia, a veces una cosa, a veces otra. Frecuentemente me ha ocurrido que he tenido una idea en mi cerebro durante años y han sido muchos años después cuando he tenido la oportunidad de desarrollarla en el papel, pero siempre que esto me pasa dejo plasmado una nota sobre la idea en cuestión. Por supuesto, yo sí he podido definir el principio de algunos de mis libros. Por ejemplo, "La vuelta al mundo en ochenta días" fue el resultado de la lectura de una propaganda turística que fue publicada en un periódico. El párrafo que llamó mi atención mencionó el hecho de que, actualmente, sería bastante posible que un hombre viajara alrededor del mundo en solo ochenta días. Inmediatamente se me ocurrió la idea de que el viajero, beneficiado por la diferencia horaria, podría adelantar o retrasar un día en el viaje. Fue esta idea inicial la que realmente dirigió toda la acción de la novela. Quizás recordará que mi héroe, el señor Phileas Fogg, debido a esta circunstancia llegó a casa en tiempo para ganar su apuesta, cuando él había imaginado que había arribado a Londres un día después.

Hablando de Phileas Fogg, al contrario de la mayoría de los escritores franceses, usted parece disfrutar dándole a sus héroes nacionalidad inglesa o extranjera.

Sí, yo considero que los miembros de la raza angloparlante siempre fabrican excelentes héroes, sobre todo cuando se trata de una historia de aventuras o de descubrimientos científicos. Admiro el aplomo y las cualidades de esa nación que siempre intenta ir hacía adelante, y que ha plantado el pabellón británico en una gran porción de la superficie del planeta.

Sus historias también difieren de las de sus coterráneos, considerando que en ellas el sexo femenino juega un pequeño papel.

Niego esa afirmación por completo. Tome por ejemplo a Mistress Branican y a las encantadoras jóvenes que aparecen en muchas de mis novelas. Siempre que haya alguna necesidad de introducir el elemento femenino, allí lo encontrará. El amor es una pasión absorbente y deja poco espacio para algo más en el corazón humano; mis héroes necesitan de mucho ingenio para llegar a sus propósitos finales y la presencia de una encantadora joven puede interferir en sus objetivos. Siempre he deseado al escribir mis novelas que ellas luego se pongan, sin la menor vacilación, en las manos de todas las personas jóvenes, y por esta razón he evitado escrupulosamente cualquier escena que provoque que un chico piense que a su hermana no le gustaría leerla.

En su biblioteca hay ejemplares muy usados de Homero, Virgilio, Montaigne y Shakespeare. También hay ediciones de libros de Fenimore Cooper, Dickens y Scott que denotan un uso constante. Además hay muchas de las más famosas novelas inglesas.

Estos libros le mostrarán cuan sincero es mi afecto por la Gran Bretaña. Toda mi vida me he deleitado con los trabajos del señor Walter Scott y le puedo asegurar que, durante una inolvidable gira a las islas británicas, pasé mis días más felices en Escocia. Aún veo, como en una visión, la hermosa y pintoresca Edimburgo, con el corazón de la ciudad y sus muchos recuerdos memorables; la región montañosa Highlands y las salvajes Hébridas. Por supuesto, para alguien que está familiarizado con los trabajos de Scott existen muy pocos distritos de su tierra nativa que no tenga alguna asociación con el escritor y su trabajo inmortal.

Me gustaría que me diera usted su opinión acerca de los libros de aventuras que leen en nuestro tiempo los jóvenes. Por supuesto, usted sabe que Inglaterra lleva la delantera con respecto a este tipo de literatura.

Sí. De hecho, muy notable con ese clásico, admirado por igual tanto por jóvenes como por adultos, llamado "Robinson Crusoe". Desde mi punto de vista, el gran mérito del libro es que fue al parecer la primera historia escrita sobre el tema. Todos nosotros hemos escritos sobre robinsones; es una pregunta discutible si cualquiera de ellos hubieran visto la luz de no haber tenido un prototipo tan famoso.

¿Y en qué lugar ubica al resto de los escritores ingleses de novelas de aventuras?

Infelizmente, solo he podido leer aquellos trabajos que han sido traducidos al francés. Nunca me canso de leer las obras de Fenimore Cooper; algunas de sus novelas merecen la verdadera inmortalidad y estoy seguro que serán aún recordadas mucho después de cuando los llamados gigantes literarios de estos tiempos sean olvidados. Disfruto mucho las animadas historias del capitán Marryat. Debido a mi desafortunada incapacidad de leer en inglés no estoy tan familiarizado, tanto como debo estarlo, con autores como Mayne Read y Robert Louis Stevenson. No obstante, de este último me gusta mucho "Treasure island" (La isla del tesoro), de la cual poseo una traducción. Cuando la leo me parece que la obra tiene una frescura extraordinaria en el estilo y un poder enorme. No he mencionado al escritor inglés que considero como el maestro de todos. El es Charles Dickens. Considero que el autor de "Nicholas Nickleby" y "David Copperfield" posee sentimiento, humor, argumentos y poder descriptivo. Cualquiera de estas características le hubiera elaborado una buena reputación a cualquier mortal menos dotado; pero insisto nuevamente, él es uno de aquellos cuya fama pudiera irse desvaneciendo pero nunca desaparecerá.

¿Ha seguido usted alguna vez el ejemplo de tantos de sus propios personajes, viajando, como fácilmente podría haber hecho, por varios lugares del mundo?

Sí, de hecho soy un aficionado apasionado a los viajes. En algunas ocasiones pasaba una gran parte de cada año navegando en mi yate, el St. Michel. Puedo decirle que soy devoto del mar y no puedo imaginar nada más ideal que la vida de un marinero. Pero junto a la edad me llegó un amor fuerte por la paz y la quietud y... ahora sólo viajo con la imaginación.