26 de diciembre de 2010

John Saxe Fernández: "No se puede analizar adecuadamente la globalización sin una referencia histórica y contemporánea al fenómeno del colonialismo y del imperialismo"

John Saxe Fernández (1944) nació en Costa Rica y es ciudadano mexicano. Realizó sus estudios en la Brandeis University, la Washington University y la Universidad Nacional Autónoma de México. En la Facultad de Filosofía y Letras de esta última obtuvo su doctorado en Estudios Latinoamericanos. Ha ejercido la docencia en la Hofstra University y en la California State University, ambas de Estados Unidos, y es profesor titular de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Habitual editorialista de los diarios "Excélsior" y "La Jornada" de México, sus artículos se centran en el análisis de la dependencia estratégica como elemento de comprensión del mundo contemporáneo. Según Saxe Fernández, dicha dependencia es inherente al sistema capitalista ya que "la dinámica de la economía industrial capitalista ha sido de tal naturaleza que la necesidad de nuevas fuentes de materias primas, de mercados y de suministros baratos de mano de obra se han ampliado constantemente y han desempeñado un papel preponderante en todas las etapas del conflicto internacional y en las crisis económicas". El ejemplo más acabado de dependencia estratégica es el caso del petróleo, aunque, claro, no es el único. Históricamente, el saqueo de los recursos naturales y la explotación de los pueblos latinoamericanos ha sido sustancial en la geopolítica imperial hemisférica, tanto como dispositivo para la acumulación de capital como para resolver aquella dependencia estratégica. Esto ha ocurrido en épocas de colonialismo, más tarde con el imperialismo y actualmente con la globalización. Acerca de esta problemática aluden los múltiples ensayos de Saxe Fernández, entre ellos "Globalizacion, imperialismo y clase social", "Terror e imperio. La hegemonía política y económica de Estados Unidos", "Tercera vía y neoliberalismo", "La nueva oligarquía latinoamericana", "Globalización. Crítica a un paradigma" y "Petróleo y estrategia. México y Estados Unidos en el contexto de la politica global". También ha publicado varios libros como "Globalizacion del terror. Amenaza bioterrorista", "América Latina en la post Guerra Fría. Tendencias y alternativas" e "Imperialismo y Banco Mundial en América Latina", escritos en colaboración con otros prestigiosos sociólogos y economistas. La revista "Herramienta", en su nº 13 ( julio de 2000), publicó una extensa entrevista al investigador realizada por Karina Moreno, en la que desarrolló con amplitud estas temáticas que, una década después, están más vigentes que nunca.
 

¿Qué es lo que sustenta el paradigma de la globalización? ¿Cuál es su crítica fundamental y cómo entiende usted este proceso?

Creo que la globalización debe ser enfocada desde dos perspectivas. Primero, desde una perspectiva científica. Eso quiere decir que por globalización entendemos el largo proceso de internacionalización económica que se ha ido desarrollando en los últimos cinco siglos. Es un proceso multisecular que actualmente se debe estudiar con detenimiento en los flujos de tecnología, los flujos de capital y los flujos de mercancías. Podemos identificar, por consiguiente, elementos de continuidad, en relación con otros períodos, y de discontinuidad. Uno de los elementos centrales de continuidad es que nos enfrentamos a un proceso de globalización entendida como internacionalización económica, el cual, cabe aclarar, continúa ocurriendo en un marco de referencia de relaciones de dominación y de apropiación de excedentes por parte de los países capitalistas centrales en relación con la periferia. En ese sentido no hay cambio, incluso llego a pensar que éstas son variables independientes del orden político, es decir, es un contexto internacional muy asimétrico, con los dados cargados a favor de los países capitalistas centrales. Esto significa que no se puede analizar adecuadamente la globalización sin una referencia histórica y contemporánea al fenómeno del colonialismo y del imperialismo.

En referencia a fenómenos como el imperialismo y el colonialismo: ¿qué papel juega Estados Unidos en el orden mundial vigente, y cuáles son las relaciones que América Latina establece con dicho orden?

Después de la Segunda Guerra Mundial se consolidó el cambio hegemónico. Desde Europa, y fundamentalmente desde Inglaterra, se trasladó hacia los Estados Unidos. Estados Unidos apareció como el sucesor de la "pax británica", algo que se estaba dando prácticamente desde el último cuarto del siglo XIX para acá. Los procesos de sucesión hegemónica son procesos sumamente extendidos en el tiempo, y este último proceso de sucesión hegemónica ha llevado, ha acarreado, está vinculado con dos grandes conflagraciones: la Primera y la Segunda Guerra Mundial. En la Primera Guerra Mundial quedaba claro el ascenso de los Estados Unidos, meteórico a partir del período inmediatamente posterior a la guerra civil. Y la América Latina ha sido una región muy sometida a una forma de imperialismo u otra, de tal suerte que, históricamente, esta característica nos ha signado, sobre todo a cierta fracción importante de las clases que se relacionan hacia afuera. Incluso las clases más vinculadas con el proceso independentista tienen más que ver con importadores y exportadores, vinculados hacia afuera. Esta clase ha sido signada por la colonialidad, en su forma de pensar y por la colonialidad en su forma de hacer los negocios. Ellos siempre han estado muy satisfechos con una coparticipación en la apropiación del excedente, ese es otro elemento interno que permanece en América Latina en nuestros días. A partir de la Segunda Guerra Mundial, e incluso antes -esto ya se venía pensando pocos años antes de que los Estados Unidos ingresaran como beligerantes en ella-, ya quedaba muy claro para el liderato estadounidense y el liderato inglés que no se podía seguir con las formas y las estructuras coloniales que habían tipificado el período anterior, y es ahí donde empezó a surgir, sobre todo desde el Consejo de Relaciones Exteriores, que aglutinaba a un sector sumamente poderoso de la clase dominante de los Estados Unidos: banqueros, empresarios, petroleros, etcétera. ¿Cómo sería la estructura en la eventualidad de que Estados Unidos entrara en la guerra? No había duda de que, cualquiera fuera la coalición en que participara la economía de los Estados Unidos, muy probablemente ganaría simplemente por las dimensiones de la movilización de recursos humanos y materiales para la guerra: el Estado de Guerra de los Estados Unidos. Y entonces se fue planteando la necesidad de organismos que permitieran la absorción de los mercados y las economías del Tercer Mundo, es decir, que permitieran esta persistencia en el orden de la dominación. Los mismos eran definidos ahora no desde Londres sino desde Washington, surgiendo tres grandes ejes institucionales que eran la base de esta forma de internacionalización económica: el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y un organismo que se quería que estableciera una regencia de las relaciones comerciales, que fue rechazado por el Senado de los Estados Unidos, quedando algo parecido a eso que fue después llamado GATT (General Agreement on Tariffs and Trade). Entonces, hay que entender esencialmente que tanto el Banco Mundial como el Fondo Monetario Internacional fueron las formas en que el capitalismo estadounidense se planteó, por primera vez, cómo articular la relación de los Estados Unidos con economías centrales como la de ellos, como podían ser Australia, Argentina (que era considerada, a finales de los treinta y principios de los cuarenta, como una economía central) y desde luego Inglaterra. Y, después de la guerra, las naciones que serían vencidas.

¿Y cómo continúa articulándose este liderazgo estadounidense?

Se articulará en un proceso que los estadounidenses denominan en sus trabajos "Memoranda al Presidente Roosevelt". Este proceso es interpretado, por un lado, como una necesidad de "integración horizontal"; y simultáneamente, lo que permite que los mismos organismos sirvan para forjar vínculos de dependencia o mantener los vínculos de dependencia con las naciones que ellos llaman "tropicales", es decir, los proveedores de mano de obra barata y de materia prima estratégica (Brasil, México, Africa, Asia, etcétera), y a eso le llamaron ellos "integración vertical". El diseño institucional del FMI y del BM fue un diseño central para la perpetuación de la colonialidad, pero sin formato de colonialidad. En un largo proceso, se dio así forma a la internacionalización económica, lo que, desde la perspectiva de los países capitalistas centrales, ha sido altamente exitoso. Si revisamos la transferencia de excedentes de los países subdesarrollados o de los países pobres a los países ricos, y tomamos, por ejemplo, el período que va de 1974 a 1995, notamos un creciente aumento de la apropiación de excedentes que va de u$s 430.000 millones en el primer quinquenio a aproximadamente un billón de dólares en el último quinquenio -en castellano, ya que en inglés sería un trillón 600.000 millones-, dando un total aproximado de u$s 4.438.000 millones, que incluyen varios rubros entre los que están, desde luego: Servicio de la Deuda, Transferencias Unilaterales, Términos de Intercambio, Fugas de Capital, Errores y Omisiones, Pago de Regalías, etcétera. Nosotros hicimos un cálculo, en el Seminario de la Teoría del Desarrollo, sobre este elemento persistente en este tipo de internacionalización económica, en la relación de América Latina con los países capitalistas centrales, y desde luego, principalmente con los Estados Unidos, y siguiendo más o menos los mismos rubros que le mencioné anteriormente, y adoptando una postura sumamente conservadora desde el punto de vista estadístico también con datos del FMI, del BM, de la CEPAL, ajustados al PIB de los Estados Unidos de 1990, nos da una transferencia neta de América Latina hacia afuera de 2 billones 100.000 millones de dólares, esto (le estoy haciendo la salvedad) excluyendo los montos reales de las ganancias que salen de la región por parte de las corporaciones multinacionales. Esas corporaciones operan desde una base nacional: estadounidense, alemana, japonesa, etcétera, y practican sus operaciones globalmente en sentido estricto, no son empresas privadas, son corporaciones que operan desde una base, el Estado. Y esa es una transferencia todavía mayor, porque hay subfacturaciones y hay una serie de mecanismos que permiten esconder cuál es realmente la transferencia de éstas. Además, se habla mucho del tamaño de la Inversión Extranjera Directa (IED) en América Latina, pero no se habla de las dimensiones de las reinversiones que hacen las corporaciones, que son presentadas como si fueran flujos netos hacia la región, cuando no lo son. Aproximadamente el 50% de toda la IED en América Latina viene de reinversiones, es decir, de ganancias obtenidas en las mismas economías nuestras; y este es uno de los elementos importantes. El otro rubro sobre el cual no hay suficientes datos pero sí informes técnicos independientes, que indican que es inmenso, es el rubro de fugas de capital. Algunos analistas piensan que el rubro fugas de capital y estos montos extras que se llevan las corporaciones es mayor que el total del Servicio de la Deuda. Nosotros hemos pagado un Servicio de la Deuda aproximado, en América Latina, al billón de dólares. Sólo el servicio de la deuda es el principal rubro de exacción. Es decir, es una economía de tributación. Estamos hablando de América Latina como un área esencialmente tributaria, y hemos notado importantes cambios en este fenómeno de la tributación. El eje tributario fundamental histórico de América Latina ha sido, por el tamaño de su economía y por su peso demográfico, Brasil. Luego pasó de Brasil a México. México tiene una población menor, o sea, una economía menor que la brasileña. En estos momentos México representa el 31% de todo el servicio de la deuda de América Latina, y Brasil el 28% de la deuda externa latinoamericana, seguido por Argentina con el 10% y Venezuela, con el 8%. Es decir que en estos pocos países está más del 75/80% de todo el servicio de la deuda, fundamentalmente en México y Brasil. Lo mismo ocurre en otros rubros, aunque no voy a entrar en detalles. La idea central es que no podemos hablar de globalización sin estos referentes empíricos, y el concepto de imperialismo es un concepto mucho más viable, desde el punto de vista de los referentes que hay que explicar, que el concepto de globalización. Entonces la globalización, entendida como internacionalización económica, es un fenómeno que no puede analizarse científicamente, de manera adecuada, sin una referencia exacta y específica al problema del imperialismo y, desde luego, el otro asunto central, el de las clases sociales. Hago referencia a los que se benefician de este esquema de internacionalización económica y a aquellos que algunos llaman las víctimas de este proceso, principalmente la clase trabajadora, crecientemente la clase media, e incluso algunas fracciones de la pequeña burguesía compradora, afectadas cuando llegan empresas multinacionales a quitarles el espacio de importación y exportación, etcétera. Conforme se va acentuando, las contradicciones que va generando el esquema son muy grandes.

Usted mencionaba cómo se desempeñan históricamente los mecanismos y herramientas del capital, me refiero a instrumentos como el FMI y el Banco Mundial. ¿Podemos, a partir de este análisis, indagar acerca de la función del Estado-Nación en los países centrales? Algunos teóricos afirman que éste se vuelve preponderante en la actualidad, y que es claramente proteccionista, en contraposición al discurso globalizacionista, que insiste en su desaparición. Pues bien, ¿cuál sería su visión acerca del Estado-Nación en la periferia? ¿Se vislumbran cambios sustantivos? ¿Qué diferencia encuentra entre el centro y la periferia?

Si bien todavía no hemos llegado ahí, la pregunta es muy pertinente; yo creo que existe un Estado muy activo. Yo coincidiría en esto con James Petras, que ha sido el único analista, prácticamente hasta ahora, que ha profundizado seriamente respecto a este asunto. Yo tiendo a coincidir plenamente con él en el sentido de que, al contrario de lo que suele afirmarse, lejos de que el Estado-Nación esté perdiendo centralidad en este proceso de internacionalización económica, su papel es absolutamente fundamental. Los programas de ajuste estructural (Fondo Monetario Internacional) no se podrían aplicar sin un Estado que los llevara a cabo y adelante. En la periferia, pues, es central el papel del Estado regulador. Lo que pasa es que el meollo del asunto consiste en que el Estado es hegemonizado por una clase oligarquizante, que está oligarquizándose. Entonces, creo que, en gran parte, ese discurso fácil que dice que el Estado ya no es importante, es precisamente para disminuir o para opacar la percepción del hecho más relevante, que es precisamente la hegemonización del Estado por parte del grupo que más gana con este proceso de internacionalización y de todo el aparato externo que más gana, que son las grandes corporaciones que están apoderándose, a precio de barata, de los servicios públicos, de la electricidad, del petróleo, de la minería, del cobre, etcétera. Y en ese sentido es muy importante, creo yo, que entre los grupos que están siendo afectados se entienda la centralidad enorme del Estado. Es decir, nunca el Estado había sido tan determinante como hoy en la implantación de este esquema, y nunca el Estado ha sido tan importante en el planteamiento de alternativas como en la actualidad. Pero a su vez, el Estado metropolitano, también, es un estado muy antiguo, que ciertamente regula a las empresas, pero las apoya, las subsidia. En el caso de los Estados Unidos pues, tenemos un Estado con uno de los sectores paraestatales de mayor dimensión planetaria. Esto ha sido así siempre: a lo largo de la Guerra Fría y contemporáneamente. Dicho estado se cristaliza en la siguiente conjunción de fuerzas: la Administración Militar, el Congreso y la Gran Industria Bélica -que es una industria que no opera bajo ningún parámetro de lo que podríamos llamar capitalismo de "juego limpio". Existe todo un sector del Estado y de la economía de los Estados Unidos desde el cual se subsidia al sector privado de una manera muy significativa. El 80% de toda la investigación y desarrollo que se hacen en los Estados Unidos es subvencionada por el Pentágono y no opera bajo los parámetros del mercado, ni mucho menos. Hay un comprador, que es el Pentágono, y hay un conjunto de gente que puede proveerle al Pentágono las cosas, pero ahí no hay una relación de mercado, sino una relación contractual, una relación de intereses burocráticos o de intereses empresariales, pero de ninguna manera una relación de mercado. Si revisáramos el mundo y realizáramos una especie de suspensión fenomenológica a lo Husserl, y nos dejáramos tomar un momento por los datos, y después volviéramos otra vez al aparato conceptual, nos daríamos cuenta de estos hechos. El Estado estadounidense, al igual que el europeo, es un Estado proteccionista, regulador. En Estados Unidos ninguna empresa extranjera puede llegar y hacer fácilmente perforación minera o perforación petrolera, porque por razones de seguridad nacional está rotundamente prohibido. Y como éstas, existen una serie amplia de grandes regulaciones. Lo mismo, por ejemplo en el caso de América Latina: hay mucho misticismo con el libre comercio. Mientras hablamos del libre comercio se nos olvida que el 57% de todas las exportaciones latinoamericanas son exportaciones hechas por firmas multinacionales que operan en América Latina, en lo que se llama comercio intra-firma, que es comercio administrado. Entonces, es muy importante revisar este discurso.

En su libro "Globalización. Crítica a un paradigma" usted se refiere a la globalización con el nombre de "globalismo pop". ¿Podría aclararnos a qué se refiere específicamente esta caracterización de la globalización?

Sí, la otra vertiente de la globalización es lo que yo llamaría el "globalismo pop". Esta es una vertiente que no se inscribiría en el campo de la economía y de la historia económica, sino en el campo de la sociología del conocimiento, en el campo de la fabricación de las ideologías, de los mitos y de las fábulas de control. Esta es una ideología conservadora. Yo he llamado a esta ideología, a este discurso determinista, a este discurso fácil, que se pone de moda, que es, por otra parte, una oferta que siguen muchos públicos académicos y políticos, yo he llamado a eso "globalismo pop". Y el mismo tiene que ser estudiado como lo que es, un discurso del poder, una prédica que dice que no hay opciones, que el Estado se está desmantelando, en fin, todos los elementos contenidos en el discurso de la globalización que escuchamos a diario, como si hubiera una fuerza externa que dirimiera todos estos acontecimientos, y no hubiera nada que hacer. Una especie de sobredeterminación, es el TINA (There is not alternative). Y en realidad, lo que estamos planteando nosotros es que el análisis científico mostraría el TIAA (There is an alternative). Entonces, creo que una de las funciones centrales del libro "Globalización, Crítica a un paradigma", con los autores que nos han acompañado en este trabajo, entre los que destaca James Petras, ha sido primero que nada, construir un contradiscurso, pero desde una fundamentación científica.

¿Y cuál sería la alternativa?

Bueno, como usted comprenderá, esa es una pregunta que se hace mucho. Yo creo que, más bien, no es "si se puede construir"; ya se está construyendo, ya hay alternativas en proceso de construcción. ¿Dónde están las alternativas? Bueno, lo podemos ver en Argentina, lo podemos ver en el movimiento de democratización universitaria por acá y por allá. Lo podemos ver en los movimientos obreros en Francia, lo podemos ver en el movimiento de los Sin Tierra en Brasil, lo podemos ver en los movimientos de los campesinos cocaleros en Bolivia, lo podemos ver en todo ese flujo de fuerzas que está ahora aglutinándose alrededor del liderato de Chávez, aunque no sabemos qué podría pasar ahí, simplemente hay que observar con detalle. La alternativa ya está dándose, en el caso mexicano, pues lo tenemos prácticamente en el Movimiento Zapatista, que era algo que salió precisamente en momentos en que acababa de salir un libro que hablaba de la utopía desarmada y, bueno, fue muy interesante observar la contradicción entre la realidad y la retórica.

A partir de aquí, ¿qué articulación podemos establecer entre lucha de clases, imperialismo y Estado-Nación, para el caso de América Latina?

Para establecer dicha articulación hay que mirar dónde se está construyendo la alternativa, de tal suerte que parte de nuestra función para elaborar dichos fenómenos es precisamente la reapropiación de las palabras, de palabras fundamentales como la palabra imperialismo, la reapropiación del estudio de procesos centrales, como es la relación entre los procesos de internacionalización económica antes mencionados y las clases sociales, las afectadas y las beneficiadas, y las que a veces se benefician, y las que a veces no se benefician. Y en el caso mexicano es terriblemente importante. ¿Por qué? Porque en el caso mexicano ha habido una revolución social de 1910 a 1917 que dejó una herencia muy importante, que no se puede desechar tan fácilmente, que es el legado del nacionalismo revolucionario mexicano, que tiene una vertiente que es muy importante que es la del dominio de la nación sobre los recursos estratégicos. Y en estos momentos, si revisamos en detalle lo que está ocurriendo en el país, pues nos encontramos con que ya hay una resistencia muy significativa de parte del Sindicato Mexicano de Electricistas, por ejemplo, a los proyectos de privatización de la electricidad, que conlleva la privatización petrolera; y lo mismo sucede en otros sindicatos, los independientes de las universidades y otros sindicatos muy afectados por los procesos de privatización, que es como si dijéramos la joya del programa del Fondo Monetario Internacional: es el caso de los azucareros, aproximadamente el 80% de la planta sindical azucarera ha estado en huelga, ¿por qué? Porque la privatización ha sido un verdadero y rotundo fracaso. Entonces yo creo, que cuando los académicos vamos a responder a la pregunta que usted hace: ¿dónde están las alternativas?, debemos dejar a un lado esa actitud impotente: que las alternativas quién sabe por dónde andarán, por ahí. Eso es falso, están aquí. Nada más que hay que volver la vista y estudiar a la sociedad. En este momento, yo estoy por iniciar un trabajo de investigación a lo largo de todas las pequeñas poblaciones mexicanas, de aquí hasta la frontera, que han sido dejadas sin servicio de carga y sin servicio de pasajeros, por la privatización de los ferrocarriles. Y aquí estamos hablando entonces de las víctimas. Entonces, es terriblemente importante ver el predicamento de las víctimas; pero, también igualmente importante es ver las ventajas obtenidas por los beneficiarios. Estoy hablando de los señores Slim, estoy hablando de los megamillonarios, y estoy hablando de un proceso muy importante que vuelve a vincular esto con los problemas que se vienen dando en la relación de América Latina con los Estados Unidos, prácticamente desde la Guerra Civil para acá, y es lo que podríamos llamar, en el sentido estricto del término, la "presidencia imperial", que es una de sus características centrales. Por "presidencia imperial" no me estoy refiriendo aquí a lo que así llama Enrique Krauze, que no es otra cosa que la autocracia presidencial mexicana, esto es, una autocracia presidencial. Tiene otro significado, no se deben confundir los términos. La presidencia imperial, tal y como la describe muy bien Arthur Schlesinger en su libro "Imperial president" (La pesidencia imperial) de 1971, está localizada en Washington y tiene una característica muy especial que es la que se irá observando desde los setenta del siglo pasado en adelante: una muy fuerte supeditación de la política militar y exterior de los Estados Unidos a las necesidades del aparato estadounidense. Un aparato desde entonces agobiado por la sobreproducción, agobiado por crisis deflacionarias muy grandes, y con una necesidad, consecuentemente, de expandirse en los mercados y las inversiones. Toda la política de Blaine, por ejemplo, fue una política centrada en la necesidad de incorporar a América Latina, con acuerdos comerciales bilaterales. En 1889 y 1890, Blaine hizo ese esfuerzo en las Conferencias Interamericanas. Estos son los antecedentes del llamado Tratado Norteamericano de Libre Comercio, y entonces es terriblemente importante destacar que este proceso de centrifugación capitalista tiene un efecto sobre las sociedades en las que actúa. La misma sociedad estadounidense fue desestabilizada rotundamente. Para 1870 tenemos unas brutales represiones para con los huelguistas mineros y los huelguistas ferroviarios. Para eso hay que leer "A people's history of the United States" (La otra historia de Estados Unidos) de Howard Zinn, que es la historia desde la perspectiva de los afectados por el capitalismo estadounidense, para darse una idea de cómo el capitalismo desestabiliza hacia adentro a los Estados Unidos; pero también de cómo él mismo se estabiliza hacia afuera. Podemos observar así, cómo la expansión de este esquema, que es profundamente depredador, desestabiliza profundamente a México, desestabiliza profundamente a China, desestabiliza profundamente a El Salvador y al Caribe. Entonces, este proceso de desestabilidad es el que estamos viviendo ahora, que está programado fácticamente por el Fondo Monetario Internacional -porque quien lea las Cartas de Intención verá que esto es un diseño para generar una explosión social, porque es una hiperconcentración del ingreso, es un despojo salarial, todo lo que usted sabe…-, y que es acompañado paralelamente por la necesidad de establecer algún tipo de orden que permita otro ciclo de acumulación. A dicho proceso lo denominaremos una centripetación del poder policíaco militar, en manos de una presidencia imperial. Además, por su condición, tiene la capacidad de proyectar el poder policíaco militar para restablecer el orden desestabilizado por el accionar del capitalismo, del expansionismo y del imperialismo, específicamente. En el caso de México es muy claro. En México, en 1864 se producían más granos, más arroz, más frijoles, más maíz que en 1910, pero en 1910 teníamos muchos más ferrocarriles, estábamos mucho más modernizados, pero los campesinos habían sido despojados de sus tierras, como están siendo despojados hoy, habían sido pauperizados, proletarizados, etcétera. De tal suerte que dicha situación es un proceso que lleva a un estallido del porfiriato, a un estallido revolucionario en 1910. Y es por esa razón que las similitudes son tan grandes, a nivel histórico, entre lo que está ocurriendo ahora con el llamado neoliberalismo (que es la aplicación de los recetarios fondomonetaristas y del Banco Mundial, el llamado Consenso de Washington, que es el consenso "entre ellos") con el período porfirista, que yo me atrevo a sugerir que el nombre históricamente correcto para entender lo que está ocurriendo ahora, es el concepto de "neoporfirismo". Estamos viviendo en un neoporfirismo, tenemos muchos elementos que son grandes problemas hacia el siglo XXI, pero tenemos una cantidad de elementos regresivos del siglo XIX, cosas que creíamos superadas. Entonces, creo que así debe de estudiarse el imperialismo en la actualidad. Creo que no podemos hacer un planteamiento de cuáles son las alternativas, si no vemos qué es lo que se está creando, qué es lo que la población ya está creando como alternativas; y por otra parte, estudiar esto con ojos claros, conceptualmente y teóricamente claros, para lo cual, yo creo conveniente hacer esa suspensión fenomenológica de la que le hablaba antes.