25 de julio de 2010

Julio Cortázar: "Es muy difícil crear un personaje que no piensa, un hombre que no piensa, que siente"

En 1959, dentro del volúmen "Las armas secretas", Julio Cortázar (1914-1984) incluyó un cuento largo que no se parecía en nada a los relatos fantásticos que había publicado hasta entonces. Se trata, claro está, de "El perseguidor", la historia de los últimos días de Johnny Carter, un virtuoso saxofonista que guarda evidentes relaciones biográficas con Charlie Parker (1920-1955), aquel legendario músico estadounidense que renovó la estética del jazz. Cuatro años después de su muerte, Cortázar homenajeó su fugaz existencia escribiendo este relato que trata sobre las extrañas relaciones que el músico tiene con el tiempo y la realidad, y sobre el conflicto entre él y un crítico de jazz -el personaje Bruno V.- que es quien relata la historia. Cada capítulo de "El perseguidor" está narrado en un tiempo verbal diferente. El propio Cortázar aseguró que el relato nació a partir de su idea de componer narrativamente. 
Luego de descartar que el protagonista fuese un escritor o un pintor, finalmente, tras leer 
una biografía de Charlie Parker, construyó esta "nouvelle" con elementos específicos de la estructura del jazz, con todo lo que éste tiene de huidizo y rupturista. En una entrevista que le concedió a Evelyn Picon Garfield en 1978, Cortázar dice que "en 'El perseguidor' hay una especie de final de una etapa anterior y comienzo de una nueva visión del mundo: el descubrimiento de mi prójimo, el descubrimiento de mis semejantes. Hasta ese momento era muy vago y nebuloso... Me di cuenta muchos años después que si yo no hubiera escrito 'El perseguidor', habría sido incapaz de escribir 'Rayuela'... En principio están ya contenidos allí los problemas de 'Rayuela'. El problema de un hombre que descubre de golpe, Johnny en un caso y Oliveira en el otro, que una fatalidad biológica lo ha hecho nacer y lo ha metido en un mundo que él no acepta, Johnny por sus motivos y Oliveira por motivos más intelectuales, más elaborados, más metafísicos. Pero se parecen mucho en esencia". Unos años antes, charlando con Luis Harss, había dicho: "Cuando escribí 'El perseguidor' había llegado un momento en que sentí que debía ocuparme de algo que estaba mucho más cerca de mí mismo. En ese cuento dejé de sentirme seguro. Abordé un problema de tipo existencial, de tipo humano que luego se amplificó en obras posteriores. El tema fantástico por lo fantástico mismo, dejó de interesarme en la medida en que antes me absorbía. Por ese entonces había llegado a la plena conciencia de la peligrosa perfección del cuentista que, alcanzando cierto nivel de realización sigue así invariablemente. En 'El perseguidor' quise renunciar a toda invención y ponerme dentro de mi propio terreno personal, es decir, mirarme un poco a mí mismo. Y mirarme a mí mismo era mirar al hombre, mirar también a mi prójimo, yo había mirado muy poco al género humano hasta que escribí 'El perseguidor'". "Demasiado frágil para durar", había dicho el trompetista Dizzy Gillespie (1917-1993) sobre Charlie Parker. Todo lo contrario de lo que podría decirse de "El perseguidor", un clásico de la literatura del siglo XX y un acierto literario imperecedero de Cortázar. En "Los cuentos: un juego mágico", uno de los capítulos del libro "La fascinación de las palabras" que el periodista uruguayo Omar Prego Gadea publicó en 1997, Cortázar se refiere a "El perseguidor".

  
En "El perseguidor" se nota como una especie de ruptura. Tú dijiste en otra entrevista que no es ahí que tuviste por primera vez conciencia del peso, de la gravitación de un personaje, pero sí que en este cuento lo que importa es el personaje, que empezaste a tener una mayor visión existencial de la literatura. Lo que puede parecer paradójico es que tú no conociste al personaje en cuestión, a Charlie Parker.

No, yo no lo conocí personalmente, aunque sí estéticamente, porque me tocó vivir en el momento en que Charlie Parker renovó completamente la estética del jazz y después de un período en que nadie creía y la gente estaba desconcertada por un sistema de sonidos que no tenía nada que ver con lo habitual, se dieron cuenta de que allí había un genio de la música. Y entonces la anécdota de ese cuento es la siguiente: a mí me perseguía desde hacía varios meses una historia, un cuento largo, en el que por primera vez yo me enfrentaba con un semejante. Porque la verdad es que, como decís vos, hay una ruptura en "El perseguidor". En todos los cuentos precedentes, los personajes pueden estar vivos, pueden comunicarle algo al lector, pero si se analiza bien -es como en los cuentos de Borges- los personajes son marionetas al servicio de una acción fantástica.

Son cuentos de situaciones.

Claro. Cuentos en los que los personajes están situados, cada uno de ellos, pero no son lo determinante del cuento. Con una que otra excepción. Antes de "El perseguidor" yo ya había escrito algunos cuentos que no tienen nada de fantástico , que son muy humanos, como "Final del juego". Eso ya eran caminos que se me iban abriendo. Pero la primera vez que se me planteó eso que vos llamás existencial -y es cierto-, es decir el diálogo, el enfrentamiento con un semejante, con alguien que no es un doble mío, sino que es otro ser humano que no está puesto al servicio de una historia fantástica, en la que la historia es el personaje, contiene al personaje, está determinada por el personaje, fue en "El perseguidor". ¿Por qué fue Charlie Parker? Primero porque yo acababa de descubrirlo como músico, había ido comprando sus discos, lo escuchaba con un infinito amor, pero nunca lo conocí personalmente. Me perseguía la idea de ese cuento y al principio con la típica deformación profesional, me dije: "Bueno, el personaje tendría que ser un escritor, un escritor es un tipo problemático". Pero no me decidía porque me parecía aburrido, me parecía un poco tópico tomar un escritor. Pensé en un pintor, pero tampoco me entusiasmaba mucho. Tenía que ser un individuo que respondiera a características muy especiales. Es decir, todo eso que sale de "El perseguidor": un individuo que al mismo tiempo tiene una capacidad intuitiva enorme y que es muy ignorante, primario. Es muy difícil crear un personaje que no piensa, un hombre que no piensa, que siente. Que siente y reacciona en su música, en sus amores, en sus vicios en su desgracia, en todo. Y en ese momento murió Charlie Parker. Yo leí en un diario una pequeña biografía suya -creo que era de Charles Delonnay- en la que se daba una serie de detalles que yo no conocía. Por ejemplo, los períodos de locura que había tenido, cómo había estado internado en Estados Unidos, sus problemas de familia, la muerte de su hija, todo eso. Fue una iluminación. Terminé de leer ese artículo y al otro día o ese mismo día, no me acuerdo, empecé a escribir el cuento. Porque de inmediato sentí que el personaje era él; porque su forma de ser, las anécdotas que yo conocía de él, su música, su inocencia, su ignorancia, toda la complejidad del personaje, era lo que yo había estado buscando.

Lo que habías estado persiguiendo. El perseguidor eras vos.

Sí. Pero si yo no hubiera leído esa biografía o esa necrológica de Charlie Parker, tal vez no hubiera escrito el cuento. Porque estaba muy perdido, no encontraba al personaje.

Un escritor en busca de su personaje. Pero además, por lo que yo sé, tuviste otras dificultades.

Hubo una doble dificultad. La primera me concierne a mí. Yo empecé a escribir "El perseguidor" profundamente embalado y escribí casi de un tirón toda la primera secuencia, esa que transcurre en la pieza del hotel, cuando Bruno va a visitar a Johnny y lo encuentra enfermo, con Dédée. Eso toma unas veinte páginas, es bastante largo. Bruno le deja algún dinero y se va, se mete en un café y trata de olvidarse, con la ambivalencia típica del personaje. Y ahí me bloqueé. Al otro día quise seguir el cuento y nada. Releí las veinte páginas y nada. Quedé totalmente bloqueado, me era imposible seguir. Entonces metí todo eso en un cajón y pasaron tres meses, una cosa muy excepcional en mi trabajo de cuentista, porque a mí los cuentos me salen de un tirón. Pasaron tres meses, entonces, me dieron un contrato en las Naciones Unidas, en Ginebra. Tenía que pasarme tres meses en una pensión y me puse a sacar papeles. Entre ellos iban esas veinte páginas, pero yo no me di cuenta. Metí todo en una maleta y me fui. Hasta que un día, en la pensión, buscando no sé qué papel, salió eso. Después de tres meses vos te releés como si eso que estás leyendo fuera de otro, ¿no? Leí, y seguí, seguí, terminé las veinte páginas, me senté a la máquina, puse una hoja y en tres días terminé el cuento. Nunca me he podido explicar la razón del bloqueo y mucho menos la razón de que haya podido empalmarlo. Pero creo que si yo no contara esto nadie se daría cuenta de que el cuento estuvo interrumpido.

Yo creo que no hay ninguna censura y los críticos no han dicho nada al respecto.

Las censuras son literarias, cada capítulo está escrito en un tiempo de verbo diferente. Está hecho a propósito, porque son alusiones musicales. Y salió así hasta el final. En cuanto a la segunda dificultad a la que aludiste, ocurrió que a mí el cuento me gustó mucho. Por esa época me fui a Buenos Aires y se lo di a leer a un amigo a quien yo le tenía plena confianza, era uno de esos lectores privados que tienen muchos escritores. Lo leyó y como era un tipo que no tenía pelos en la lengua me dijo: "Tiralo". "Tiralo; es demasiado largo", me dijo. Y agregó: "No tiene sentido". Bueno, tuve la debilidad de desobedecerle y me traje el cuento de vuelta a París. Y entonces lo leyó Aurora y le gustó enormemente. Esto no quiere decir que yo consulte mucho a otras personas; tal vez se trate de una extraña vanidad. Pero una vez que yo he conseguido lo que creo que tengo que conseguir, me importa un bledo que les guste o no les guste. De todos modos, lo di a leer a dos o tres personas. Ese cuento dio lugar a otro cuento largo, "Las armas secretas", ahí ya se armó el libro y se publicó.

Onetti me dijo que había sido uno de los primeros lectores de "El perseguidor" y que de inmediato te escribió una carta -él, que suele escribir muy pocas cartas- declarándote su total entusiasmo.

Onetti hizo mucho más que eso. Esto que te voy a contar lo supe por Dolly Muhr. Onetti leyó "El perseguidor", se fue al cuarto de baño de su casa y rompió el espejo de un puñetazo.

Exactamente. Onetti nos contó eso un día a mi mujer y a mí, allá en Montevideo. Fue esa secuencia -vos empezás esa parte del cuento abriéndola con esa sola palabra, "secuencias"- de la muerte de Bee, la hija mayor de Johnny y Lan.

Nadie ha tenido una reacción que me pueda conmover más.