25 de diciembre de 2009

Elvio Romero. Cinco apreciaciones sobre el poeta paraguayo

El poeta paraguayo Elvio Romero (1926-2004) nació en Yegros, departamento de Caazapá. Durante la Guerra del Chaco, siendo él un niño, su familia se trasladó a Asunción. Hacia 1940 se intensificaron los movimientos estudiantiles y obreros contra el ascenso del fascismo en el Paraguay, con la llegada al poder del general Higinio Morínigo. Por entonces es cuando se incorpora a la vida literaria de Asunción compartiendo tertulias con un grupo de escritores vanguardistas entre los que se encontraban Josefina Pla (1903-1999), Hérib Campos Cervera (1905-1953), Oscar Ferreiro (1921-2004) y otros altos exponentes de las letras paraguayas de la época, los que renovaron la poesía y la prosa de su país a nivel continental.
Publicó sus primeros poemas en 1942, poniendo ya de manifiesto su compromiso social e ideológico con una visión dramática del mundo que, en aquel tiempo, asistía al enfrentamiento de las democracias contra el nazismo durante la Segunda Guerra Mundial. En 1944, recibió el premio "Paul Verlaine" -otorgado por el Centro de Informaciones Francesas- por su poema "En Francia no hay muertos", dedicado a los guerrilleros que formaban parte de la denominada Resistencia. Al estallar la Guerra Civil en 1946 tomó parte de la fracción democrática, a cuya derrota le siguieron cruentas persecuciones que lo llevaron a exiliarse en la Argentina, en Presidencia Roque Sáenz Peña, Chaco, primero y, posteriormente en Buenos Aires, desde donde ofreció a América Latina el testimonio poético de las vicisitudes y los padecimientos de su país.
En 1948 publicó "Días roturados", que tuvo una amplia resonancia entre los críticos, al que siguieron "Resoles áridos", "Despiertan las fogatas", "El sol bajo las raíces" y "De cara al corazón". En 1958 publicó una emotiva biografía: "Miguel Hernández. Destino y poesía", mientras viajaba sucesivamente a Uruguay, Brasil, Cuba, Francia, Italia y Oriente Medio ofreciendo conferencias en los principales centros culturales. Ya consagrado como la voz poética paraguaya más conocida en el mundo hispano parlante, continuó publicando sus poemas. Así se sucediron "Esta guitarra dura", "Un relámpago herido", "Los innombrables", "Destierro y atardecer", "El viejo fuego", "Libro de la migración", "Los valles imaginarios", "Flechas en un arco tendido" y "Fabulaciones". También escribió el ensayo "El poeta y sus encrucijadas" a la vez que numerosos músicos paraguayos, argentinos y uruguayos ponían melodía a muchos de sus poemas y dos textos suyos -"María de la Paz" y "Pyhare Pyte"- eran musicalizados por el compositor paraguayo José Asunción Flores (1904-1972) e interpretados por la orquesta y coro del Teatro Bolshoi de Moscú.Después de muchos años de exilio, tras la caída de la dictadura del general Alfredo Stroessner, Romero retornó a su país acompañando -justamente- los restos de su entrañable amigo, el gran compositor que había fallecido en Buenos Aires unos años antes. En Paraguay colaboró en el Suplemento Cultural del diario asunceño "Ultima Hora" del que fue responsable de la sección "Páginas escogidas", seleccionando y difundiendo textos de la literatura universal. A fines de 1991 recibió el Primer Premio Nacional de Literatura, que acababa de instituir el Congreso de su país y, poco después, fue designado miembro de número de la Academia Paraguaya de la Lengua Española y socio del PEN Club del Paraguay. Más tarde regresó a la Argentina para desempeñar funciones diplomáticas en carácter de Agregado Cultural de la Embajada Paraguaya en Buenos Aires, lo que no le impidió viajar constantemente a su país para participar en numerosas actividades, destacándose sus encuentros con la juventud y el campesinado, ofreciendo coloquios y realizando lecturas de sus poemas. Considerado por su vasto y denso poemario una de las voces más sobresalientes de América, la obra de este exquisito versificador ha sido traducida a varias lenguas y sus libros se utilizan como material de estudio en diversas universidades del mundo. Elvio Romero ha recibido el elogio y el reconocimiento de notables escritores, entre ellos Rafael Alberti, Nicolás Guillén, y tres ganadores del Premio Nobel de Literatura: Gabriela Mistral, Miguel Angel Asturias y Pablo Neruda.

RAFAEL ALBERTI (1902-1999). Poeta y dramaturgo español. Considerado como uno de los grandes poetas del panorama literario de su país, formó parte de la Generación del 27. Activo participante en las revueltas estudiantiles, apoyó el advenimiento de la República y fundó la revista revolucionaria "Octubre". Durante la Guerra Civil militó activamente en política y a partir de 1939 partió al exilio. Francia, Chile, Argentina e Italia fueron sus lugares de residencia hasta su regreso a España en 1977. Entre sus libros de poesía más importantes se cuentan "Marinero en tierra", "Sobre los ángeles", "Cal y canto", "Sermones y moradas", "La arboleda perdida", "Entre el clavel y la espada", "Retornos de lo vivo lejano", "Coplas de Juan Panadero" y "La primavera de los pueblos". Entre sus obras teatrales figuran "Fermín Galán", "El adefesio" y "Noche de guerra en el Museo del Prado". Fue distinguido con el Premio Nacional de Literatura en 1925 y con el Premio Cervantes en 1983. En 1948 escribió "Elvio Romero. Poeta paraguayo", poema que dice así:

Las alas, sí, las alas,/ contra la vida quieta./ Cante, llore el poeta/ volando entre las balas./ Por los Signos del día,/ también tú señalado;/ clavel arrebatado/ y espada de agonía./ ¡Oh adolescencia, aurora/ apenas reluciente/ y abierta ya en la frente/ la estrella anunciadora!/ Cándida luz en vuelo/ velos hacia la tierra,/ sabes más de la guerra/ que del tranquilo cielo./ Casi recién nacida,/ lumbre madura y fuerte,/ sabes más de la muerte/ quizás que de la vida./ Y tu nombre aromado/ huele más que a romero,/ a pólvora, a reguero/ de cuerpo ensangrentado./ Las auras populares/ te ciñen de grandeza/ y una dulce tristeza/ de niños sin hogares./ La patria encadenada/ y herida se sostiene/ sin sueño y te mantiene/ el alma desterrada./ Que nada la domina,/ por mucho que le duela./ Su corazón en vela/ de lejos te ilumina./ Y mientras que penando/ sin luz va el enemigo/ la Libertad contigo/ regresará cantando.


MIGUEL ANGEL ASTURIAS (1899-1974). Es el poeta y novelista más importante de Guatemala. Estudió en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad de San Carlos donde se graduó en Derecho y obtuvo el título de licenciado con su tesis "El problema social del indio". Ejerció la docencia universitaria, fundó el "Diario del Aire", primer radio periódico del país y vivió una agitada vida cultural y académica. En el período revolucionario de 1944 a 1954 desempeñó varios cargos diplomáticos. Sus obras más destacadas son "Leyendas de Guatemala", "Sonetos", "Con el rehén en los dientes", "El señor Presidente", "Cuentos del Cuyito", "Sien de alondra", "Hombres de maíz", "Viento fuerte", "Los ojos de los enterrados", "Tres de cuatro soles" y "Viernes de Dolores". En 1966 ganó el premio Lenin de la Paz, y en 1967 se le otorgó el Premio Nobel de Literatura. En 1956 escribió el siguiente texto sobre Elvio Romero:

Lo que caracteriza la poesía de Elvio Romero es su sabor a tierra, a madera, a agua, a sol, el rigor con que trata sus temas, no abandonándose ni un solo momento a la facilidad del verso, y el querer interpretar el drama de su país joyoso de naturaleza y triste de existencia, como muchos de nuestros países. Pocas voces americanas tan hondas y fieles al hombre y sus problemas, y por eso universal. Poesía invadida, llamo yo a esta poesía. Poesía invadida por la vida, por el juego y el fuego de la vida. Pero no la vida como la concibe el europeo, chato siempre ante nuestro mundo maravilloso y mágico, sino como la concebimos nosotros. Elvio Romero, como todos los auténticos poetas de América, no tiene que poblar un mundo vacío con su imaginación. Ese mundo ya existe. Interpretarlo es su papel. Lo real es lo poético en América, no lo imaginado o ficticio. Y por eso se nos queda tanta geografía dispersa en flores, en astros, en piedras, en aves, cuando leemos los poemas de este inspirado poeta paraguayo. Por los intersticios de tanto prodigio como va cantando, se escapa el dolor de los pueblos, gemido y protesta pero también esperanza y fe. Pero estos sentimientos y pensamientos nacidos del paisaje que se torna lúcido y que por momentos llegan a ser opresores, son rotos por el poeta que les "nombra". Romper el encantamiento "nombrándolos" es el arte de Elvio Romero, el encantamiento natural, ya que son transpuestos a sus poemas en el logro de otro encanto, el de la poesía, el sobrenatural. Sobre la naturaleza van sus versos arrastrando raíces de sangre viva, de vértigo, contraste y metamorfosis. Lo formal, si cuenta, cuenta poco en poetas en que hay una tempestad atronadora, en los cuales lo que se dice se expande y al expandirse crea o recrea, del mundo nuevo, su vibración auténtica.

NICOLAS GUILLEN (1902-1989). Poeta nacional de Cuba. Trabajó como tipógrafo antes de dedicarse al periodismo y darse a conocer como escritor. Desde su juventud participó intensamente en la vida cultural y política cubana, lo que le costó el exilio en varias ocasiones. Tras el triunfo de la Revolución en 1959 desempeñó cargos y misiones diplomáticas. Inició su producción literaria en el ámbito de las experiencias vanguardistas de los años veinte y pronto se convirtió en el representante más destacado de la poesía afroantillana. Luego evolucionó hacia las preocupaciones políticas y sociales, algo que iría acentuando con el paso de los años. En 1961, cuando se fundó la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), Guillén fue electo Presidente, cargo que ocupó hasta su muerte. Ha publicado "Motivos de son", "Sóngoro cosongo", "Poemas mulatos", "West Indies Ltd.", "Cantos para soldados y sones para turistas", "El son entero", "La paloma de vuelo popular", "El gran zoo", "La rueda dentada", "El diario que a diario", "Por el mar de las Antillas anda un barco de papel" y la colección de trabajos periodísticos "Prosa de prisa". En 1958 escribió "Hacia el Paraguay lejano", dedicado a Elvio Romero, poeta, y José Asunción Flores, músico; paraguayos en el exilio. El poema dice así:

Elvio Romero, mi hermano,/ yo partiría en un vuelo/ de avión o de ave marina,/ mar a mar y cielo a cielo,/ hacia el Paraguay lejano,/ de lumbre sangrienta y fina./ Le llevaría mi mano/ derecha y aprendería de ti,/ gota a gota, el guaraní./ Le llevaría mi piel/ cubana y le pediría que a mí,/ ay, me fuera concedido/ su corazón ver un día,/ que nunca vi./ Que sí/ (me respondió Elvio Romero)/ que no;/ hermano, será primero/ que pueda ir yo./ Maestro José Asunción,/ Flores lleva tu apellido/ y flores tu corazón./ ¿No me será permitido/ volar, volar y volar,/ volar y ver/ el territorio encendido/ donde subiste a nacer,/ volar y ver?/ Verte el gran río, vestido/ de selvas, volar y ver;/ y verte el pueblo, teñido/ de sangre, volar y ver/ y tu guitarra, que besa/ como una novia en la noche,/ volar y ver./ Que sí, que no,/ quiero, no quiero/ (José Asunción respondió);/ hermano, será primero/ que pueda ir yo...

PABLO NERUDA (1904-1973). Poeta chileno, uno de los más grandes juglares del siglo XX. Escritor, diplomático, Premio Nacional de Literatura, Premio Nobel de Literatura, Premio Lenin de la Paz y Doctor Honoris Causa de la Universidad de Oxford, buena parte de su obra refleja un acentuado compromiso político. Enormemente imaginativo, Neruda fue simbolista en sus comienzos, para unirse posteriormente al surrealismo y derivar, finalmente, hacia el realismo. Falleció unos pocos días después del golpe fascista que acabó con la democracia en su país. De su obra poética, se destacan títulos como "Crepusculario", "Veinte poemas de amor y una canción desesperada", "Residencia en la tierra", "Tercera residencia", "Canto general", "Los versos del capitán", "Odas elementales", "Extravagario", "Memorial de Isla Negra" y "Confieso que he vivido". Así evocó Neruda a su gran amigo Elvio Romero:

No recuerdo exactamente cuándo conocí a Elvio Romero, que luego sería mi hermano del alma y de militancia política; creo que fue allá por 1948 ó 49, en Buenos Aires; y tampoco no recuerdo en casa de quién. ¿En la de María Rosa Oliver, en la de Enrique Amorim o en la de Raúl González Tuñón? Bueno, en la de alguno de ellos era. Importa poco eso ahora porque el recuerdo de Elvio no se irá de mi memoria. Y, créase o no, me hace bien recordar episodios del pasado vividos en compañía de amigos y en una ciudad como la querida Buenos Aires, llena de encanto y de magia. Con Elvio, Jorge Amado, Volodia Teitelboim, Diego Rivera, participamos en Viena en un Congreso por la paz; era la época de la guerra fría y estábamos por la lucha de la no proliferación de las armas nucleares. Compartí con él momentos de plena amistad en mi casa en Buenos Aires, muchos años después en Isla Negra. Se maravillaba de mis caracolas, de mis mascarones de proa, de la colección de barcos en miniatura, de los colmillos de elefante, de la brújula china.

GABRIELA MISTRAL (1889-1957). Escritora chilena. Hija de un maestro rural, publicó sus primeros versos en un diario de su pueblo natal a los quince años de edad. En 1910 obtuvo el título de Maestra en Santiago, y cuatro años después se produjo su consagración poética con "Los sonetos de la muerte" que aparecerían luego en su libro "Desolación". Más tarde dejó la enseñanza para desarrollar tareas diplomáticas, aunque nunca dejó de escribir. Su obra poética surgió del modernismo, derivando luego hacia un estilo personal signado por la ausencia de retórica y el gusto por un lenguaje coloquial y simple, de gran musicalidad. Galardonada con el Premio Nacional y el premio Nobel de Literatura, su bibliografía comprende, entre otros, "Tala", "Poemas de las madres", "Lagar", "Los Motivos de San Francisco" y "Poema de Chile". Póstumamente se publicaron "Epistolario" y sus "Recados contando a Chile", originales prosas periodísticas dispersas en distintas publicaciones desde 1925. En marzo de 1950, tras leer "Resoles áridos", le escribió a Elvio Romero:

Pocas veces, Elvio Romero, muy pocas, he sentido la tierra como acostada sobre un libro, según el caso de "Resoles" y yo, soy como usted, una terrícola, y por sangre sanjuanina, una argentinófila. Por lo cual he leído sus "Resoles" con una emoción particular. Muchas veces he pensado que debería ya recogerme a tierra nuestra, argentina o uruguaya, en vez de embarcar una vez más hacia Europa. Pero allá vuelvo de nuevo: me voy a Napóles como cónsul de Chile. Su libro ultra-terrícola ha logrado, a la vez que el olor de Gea, una técnica cabal, consumada. Y este casamiento de la forma cultísima con el fondo rural, parece un derrotero de Virgilio. ¡Mis parabienes! Gracias, muchas gracias por esa lectura preciosa. Mi vista es pobre; excuse la letra.