30 de junio de 2009

Katherine Mansfield: una chica cansada (1)

Katherine Mansfield (1888-1923) es el nombre que adoptó Kathleen Beauchamp para firmar su producción literaria. Hija de un destacado hombre de negocios, nació en Wellington, Nueva Zelanda, y a los trece años viajó a Inglaterra para estudiar en el Queen's College de Londres, donde permaneció hasta los dieciocho, encargándose además de la publicación de la revista del colegio. Durante estos años en Londres se interesó intensamente por la música, que estudió de manera sistemática, llegando a ser una muy buena violoncelista.
En 1906, completados sus estudios, regresó contra su voluntad a su país natal, rebelándose frente a lo que consideraba el estrecho provincianismo de una remota ciudad colonial. Pero al cabo de dos años logró persuadir a sus padres para que le permitieran volver a Inglaterra con una asignación mensual, la que, pese a los avatares de una relación que a veces pareció a punto de quebrarse, recibió puntualmente -incrementada además de manera periódica- hasta el día de su muerte. En lo inmediato, la motivó la partida a Inglaterra de una familia de músicos de Wellington a quienes su familia se hallaba estrechamente ligada. Pero su mayor deseo era, en realidad, sumergirse en el intenso y estimulante clima cultural de Londres.
Deslumbrada por la visión de Europa, trató de introducirse en un sistema de vida totalmente diferente del que habla co­nocido en su país de origen. En los comienzos de su estadía en Inglaterra llevó una existencia bohemia que le produjo grandes frustraciones, reflejadas en los corrosivos textos de su primer libro, "In a german pension" (En una pensión alemana) de 1911. Colaboró en diversas publicaciones londinenses y a partir de 1912 se vinculó al crítico literario John Middleton Murry (1889-1957), a quien conoció en casa del novelista W.L. George (1882-1926), y con el que, tras una serie de avatares -dos matrimonios, un aborto, múltiples relaciones lésbicas- finalmen­te se casó en 1918.
La guerra ejerció un influjo decisivo en el curso de su obra: incorporado al ejército, un hermano su­yo llegó a territorio británico de paso hacia las trincheras de Francia, donde murió en acción poco después de unirse a las fuerzas expedicionarias del Reino Unido y sus colonias. Este acontecimiento -el breve reencuentro y la separación defi­nitiva- devolvió a la escritora a los tempranos recuerdos de su infancia neozelandesa que prevalecen en muchos de los relatos que corresponden al ciclo de su mayor madurez poética. A raíz de este episodio, en noviembre de 1915 escribió en su Diario (su hermano había muerto el 7 de octubre de ese mismo año): "Creo que durante mucho tiempo he sabido que la vida había terminado para mí, pero nunca me di cuenta ni lo reconocí hasta que murió mi hermano. Entonces, ¿por qué no me suicido? Porque siento que tengo un deber que cumplir para con la hermosa época en que ambos estábamos vivos. Quiero escribir acerca de ella, y él quería que lo hiciera. Lo charlamos en un cuartito en Londres... Muy bien: se hará".
Otro de los factores que tuvo fundamental gravitación en el desenvolvimiento de sus criterios artísticos fue la lectura de los cuentos de Anton Chejov (1860-1904), que por entonces comenzaban a traducirse al inglés. La estructura no clásica de las narraciones del escritor ruso, la preeminencia de la atmósfera sobre la peripecia, fue el modelo a partir del cual buscó la evocación de he­chos cotidianos que, pese a su aparente trivialidad, se car­gaban de sentido al revelar las condiciones esenciales de la existencia humana. La propia escritora apeló en su Diario, una y otra vez, a Chejov. Así, el 5 de julio de 1918, escribió: "¡Ah, Chejov! ¿Por qué estás muerto? ¿Por qué no puedo conversar contigo en una gran sala un tanto oscura, al declinar la tarde, cuando la luz es verde gracias a los árboles que se sacuden afuera?".Durante sus últimos años sufrió una enfermedad respiratoria que derivó en tu­berculosis; en razón de su mala salud, dejó de escribir en 1922 e ingresó en el Institut pour le Developpement Harmonieux de l'Homme (Instituto para el Desarrollo Armonioso del Hombre) un establecimiento de medicina alternativa en Fontainebleau, cerca de París, que dirigía el teósofo George Gurdjieff (1872-1949), creador de un tratamiento basado en curas homeopáticas que incluían una disciplina física y mental, y que contemplaba al hombre como un todo de cuerpo y alma. Allí, no obstante, finalmente murió.
En vida, sólo publicó tres volúmenes con sus cuentos; el resto de su obra, fue supervisado posteriormente por su marido. Sus relatos se hallan recogidos en una serie de volúmenes: "Bliss and other stories" (Felicidad y otros cuentos), "The garden party and other stories" (La fiesta en el jardín y otros cuentos), "The doves' nest and other stories" (El nido de la paloma y otros cuentos) y "Something childish and other stories" (Algo infantil y otros cuentos). De gran valor para un mejor conocimiento de la autora son las obras "The letters of Katherine Mansfield" (Cartas) y "The journal of Katherine Mansfield" (Diario), publicados originalmente entre 1927 y 1928.
Katherine Mansfield pidió en su testamento fechado el 14 de agosto de 1922 que, tras su muerte, se destruyeran sus escritos inéditos. El encargado de eliminarlos debió ser Murry, su esposo, quien, por el contrario, se dedicó durante los siguientes treinta años a reunir cartas, poemas y relatos inéditos, y publicarlos. En dicho testa­mento, la escritora pidió a su marido que "publique lo oportuno y destruya y queme todo lo posible", además de dejarle una carta que debía abrirse sólo después de su muerte en la que le expresaba: "Te dejo todos mis manuscritos para que hagas con ellos lo que quieras. Examínalos detenida­mente algún día, mi amor, y destruye todo lo que no utilices. Por favor destruye todas las cartas que no quieras conservar y todos los papeles". Como ya se dijo, Murry publicó y transcribió casi todo. Primero lo hizo en el periódico que dirigía, "The Adelphi", y luego los publicó en forma de libros.Christian Karlson Stead (1932), poeta, novelista y editor neozelandés expresó que "la promoción que hizo Murry de los restos literarios de su esposa le redituó oprobio y ganancias, e hizo crecer la fama de ella. Lo bueno y lo malo parecen inextricablemente mezclados en este trabajo de Murry, siempre a favor de ella. Finalmente, al publicar una cantidad cada vez mayor de los papeles privados de su esposa que revelaban tensiones en el matrimonio, Murry se autoerigió pública­mente en el rol del marido que le había fallado".
Murry, obviamente, no coincidió con esta opinión, y al prologar la edición del "Diario", escribió: "Exceptuando una sola entrada, el Diario comienza en 1914. Los 'grandes diarios quejosos' de los que habla Katherine Mansfield (14 de febrero de 1916) fueron todos destruidos. Era inflexible con su propio pasado y no dudo que lo que ha perdurado es casi todo lo que, por una u otra razón, ella deseó que perdurara". Lo cierto es que el material del "Diario" arrojó una luz interesante sobre la personalidad y la obra de la escritora, sobre la que el propio Murry apuntó: "No existe prosista inglés con quien se la pueda relacionar. Muchos escritores han intenta­do continuar su obra, pero ninguno ha logrado resultados comparables. Su secreto murió con ella. Y de los muchos críticos que han tratado de definir la cualidad de su obra que la torna tan inimitable, cada uno se ha visto obligado a abandonar, entristecido, el intento".Lo mismo ocurrió con, por ejemplo, la reedición de "En una pensión alemana", el primer libro de Katherine Mansfield, que fue publicado originalmente cuando la escritora te­nía veintiún años. Los apuntes y cuentos que lo com­ponen aparecieron primeramente en la revista "The New Age" durante los dos años previos a su publicación. Por entonces Murry dirigía junto a Mansfield la revista "Rhythm" (que pasó a llamarse "The Blue Review" en sus últimos números), una publicación que se ocupaba de las corrientes vanguardistas en literatura y pintura.
Cuando luego de la muerte de su esposa decidió reeditarla, escribió una breve nota preliminar en la que explicaba que "el libro obtuvo un éxito considerable desde que salió a luz y pronto alcanzó la tercera edición. Entonces el impresor, falto de crédito, quebró. Al desalojar el local, las planchas de estereotipia desaparecieron, y con ellas todas las esperanzas de Katherine de cobrar derechos. Ella no se sintió excesivamente contrariada. Pronto había empezado a ver el libro con despego y más tarde lo miró con hostilidad. Repre­sentaba para ella una fase juvenil de acritud y crudo cinismo de la que deseaba desposeerse para siempre. Al estallar la guerra con Alemania, uno o dos edi­tores le hicieron ofertas tentadoras por los derechos de publicación; pero, aún cuando estaba ya muy ne­cesitada de dinero, se negó en absoluto. Este hecho permitirá juzgar de lo extraño que el libro se había vuelto para ella. Y, sin duda, hubiera obtenido un gran éxito de público en aquellos momentos, cuando la animosidad hacia las cosas de Alemania era gene­ral. Momentos, en que, como durante otros muchos de su vida, quinientas libras esterlinas hubieran significado una riqueza incalculable para ella. Pero nada pudo decidirla a publicarlo otra vez. En parte, por estimar que de por sí el libro era indigno de ello. Pero, sobre todo, como bien lo recuerdo, por creer indigno de sí misma el sacar provecho del odio que a la sazón se abatía sobre Alemania".A continuación siguió un período durante el cual escribió mucho y no publicó nada, hasta que en 1917, con la aparición de "Prelude" (Preludio), rompió el silencio. Cuando en 1920 apareció "Bliss" (Felicidad) y obtuvo un rápido éxito, nuevamente fue instada a permitir la reaparición de "En una pensión alemana". Murry cuenta que le transmitió la propuesta y su réplica fue: "No quiero de ningún modo que se reimprima. Es algo demasiado prematuro, y hoy en día ni siquiera la reconozco. Quiero decir que no me hago responsable de ella. No pue­do lanzar al público una cosa así. No tiene calidad suficiente. Pero si me en­vía la nota a que se refiere, correspon­dería ofreciéndole un nuevo libro para el primero de mayo. Más ni por un mo­mento quiero tomar en cuenta la oferta de reimprimirla. Es algo entera­mente juvenil y no lo que yo pretendía, sino una mentira. ¡No, jamás!".
"Yo repliqué a esto -continúa Murry- que el autor, cuando ha dado deliberadamente a la publicidad un libro, no puede deshacerse de él de esa manera. Y que la cau­sa de sentirse tan exigente con su primera obra, no era otra que el haber esperado demasiado para publicar la segunda. En realidad, no se trataba de un buen libro, sino de un libro verdaderamente nota­ble para haber sido escrito a los diecinueve años. Y, sobre todo, que no podía aniquilarlo negándose a re­imprimirlo. El libro existía irrevo­cablemente". En una carta a su amiga, la escritora inglesa Beatrice Hastings (1879-1943), Katherine Mansfield comentó acerca de "En una pensión alemana" y la posibilidad de relanzarlo: "Es justo lo que dices acerca del libro. Pero he de hacer un prólogo diciendo que se trata de un trabajo muy prematuro, o simplemente a qué edad fue escrito. Porque, Betsy, ya sabes que no es nada para sentirse orgullosa. De no ha­berme aconsejado tú, lo hubiera tirado por la borda. Pero, desde luego, haré lo contrario, y sin duda así se aireará mi nombre. Lástima que no sea mejor. La verdad es que me siento avergonzada de él. Tendré que esforzarme para escribir otro que sea decoroso; eso es todo". Katherine Mansfield jamás alcanzó a escribir aquel prólogo.El crítico cinematográfico argentino Alberto Tabbia (1939-1997) escribió en 1988 -al conmemorarse el centenario del nacimiento de la escritora- un extenso artículo en "La Nación" titulado "Luces y sombras de una cuentista rebelde". En él decía: "En 1911, en casa de unos amigos, conoció a John Middleton Murry, un joven escritor que editaba una revista literaria. Al despedirse, Katherine lo invitó a tomar el té y, dos meses después del primer encuentro, le propuso que se mudara a su departamento. Esta relación (se casaron en 1918) había de ser muy importante para ambos. Fue una unión tormentosa agravada por la salud declinante de ella y por el egoísmo y la torpeza de él. Separados, no cesaban de escribirse; ella le reprochaba muchas cosas, se consideraba desprotegida pero no dejaba de extrañarlo, una contradicción que la acompañó hasta el final".
Murry fue retratado con suma dureza por Aldous Huxley (1894-1963), quien lo tomó como modelo para uno de los personajes de su novela "Point counter point" (Contrapunto) de 1928. Y para Leonard Woolf (1880-1969), "Murry pervirtió, dañó y destruyó a Katherine, tanto al ser humano como a la escritora. Fue una artista cabal pero su talento era el de un realismo intenso con un notable sentido del humor y la ironía, de un cinismo básico. Pero se vio enredada en el pegajoso sentimentalismo de Murry y escribió en contra de su propia naturaleza".
"La imagen de Katherine que Murry, como su albacea literario, ofreció al mundo -finaliza Tabbia en el artículo citado-, cercenando muchas veces el texto de las cartas y del Diario para hacer de ella un ser extraordinariamente angelical, sin contrastes, no le ha hecho mucho favor. Se necesitó el esfuerzo y la dedicación de algunos estudiosos que han investigado su vida y su obra para devolver a la luz una Katherine Mansfield íntegra en su dimensión humana. A su manera, con una gran dosis de coraje, sin ideología ni seguidores, libró una batalla solitaria contra los prejuicios e ideas heredadas de su época".
Más allá de las críticas que despertó la publicación póstuma del Diario por parte de Murry -tildada por algunos de indiscreta e inoportuna, y con claras connotaciones de carácter comercial, y, además, de haber interpretado en sentido inverso los verdaderos deseos de la escritora en cuanto a la destrucción o conservación de esos manuscritos- sus páginas constituyen una exposición detallada y ejemplificada de las dotes peculiares y sutiles de observación de Katherine Mansfield con su perspicaz entretejido de sentimientos y percepciones.