21 de enero de 2009

Viviane Forrester: "Hoy la insurgencia es un acto indispensable y vital"

Viviane Forrester (1925) es una novelista, ensayista y crítica literaria ampliamente reconocida por su severo enjuiciamiento al neoliberalismo y la globalización que actualmente dominan las políticas económicas del mundo. Escribe sus reseñas sobre libros en "Le Monde" y es colaboradora de "Le Nouvel Observateur" y "La Quinzaine Littéraire". Entre sus novelas se pueden mencionar "Le grand festin" (La gran fiesta), "Vestiges" (Vestigios), "Le jeu des poignards" (El juego de los puñales) y "L'oeil de la nuit" (El ojo de la noche) entre otras, pero debe su prestigio internacional a sus ensayos, entre los que sobresalen "Virginia Woolf ", "La violence du calme" (La violencia en calma), "Van Gogh ou l'enterrement dans les blés" (Van Gogh o el entierro en los trigales), "L'horreur économique" (El horror económico), "Une étrange dictature" (Una extraña dictadura) y el reciente "Le crime occidental" (El crimen occidental). En este último, la escritora gala desarrolla un enfoque novedoso sobre la vinculación entre la Segunda Guerra Mundial y el perenne conflicto en Medio Oriente: a pesar de que los Aliados lucharon y vencieron en una guerra clásica contra la Alemania expansionista, la guerra contra la ideología del nazismo nunca tuvo lugar. El fenómeno del racismo, presente en el germen del conflicto, no fue resuelto; sólo se lo consideró por su macabra perversidad y se repararon sus consecuencias extremas, pero no se lo examinó ni se deliberó sobre su sustancia ni sus orígenes. Si bien en un principio las democracias occidentales se opusieron a esa ideología, eso no se tradujo en una reacción concreta de rechazo y enfrentamiento contra los maltratos y las persecuciones a los gitanos, los eslavos y -fundamentalmente- los judíos durante el Tercer Reich. Forrester, proveniente de una familia de banqueros que se refugió en el sur de Francia al comienzo de la guerra, subraya la hipocresía ante el genocidio ocurrido en la Segunda Guerra Mundial y sostiene que en Occidente se creó un sentimiento de culpabilidad ante el horror del exterminio, pero fue acompañado por el deseo de dejarlo atrás, por lo que el racismo jamás fue erradicado. Para la ensayista francesa, los israelíes y los palestinos no son víctimas unos de los otros, sino que unos y otros lo son de una larga historia europea que los condujo a un conflicto artificial e interminable, producto de aquella irresolución. Estas afirmaciones provocaron una oleada de críticas -desde diferentes asociaciones judías, en este caso-, algo a que la autora está acostumbrada. Ya había levantado polvareda cuando en "El horror económico" aseguró que "día tras día somos testigos del fiasco del ultraliberalismo. Día tras día este sistema ideológico basado en el dogma de la autorregulación de la economía llamada de mercado muestra su incapacidad para gestionarse a sí mismo, controlar lo que promueve o dominar lo que desencadena. Resistir significa en primer lugar rechazar. Hoy, la insurgencia consiste en ese rechazo que no tiene nada de negativo, que es un acto indispensable, vital". En la edición del 9 de marzo de 2005 del diario "La Nación" apareció la siguiente entrevista realizada por el periodista Patricio Arana, en la que la intelectual francesa se explayó sobre la gigantesca impostura que representan las actuales relaciones económicas y sobre los titubeos de las grandes potencias ante los horrores de la Segunda Guerra Mundial.En su último libro dice que no se ganó por completo la Segunda Guerra Mundial...

La Segunda Guerra Mundial fue una guerra heroica y victoriosa para los aliados, pero al fin y al cabo fue una guerra clásica contra la Alemania expansionista. De hecho, se tomaron su tiempo para hacerla, ya que podría haberse evitado mucho antes, pero dejaron que Hitler invadiera varios países antes de actuar. Sin embargo, la guerra contra la ideología nazi y el antisemitismo nazi no existió. Hubo un consentimiento subterráneo de los diferentes países implicados antes, durante y después de la guerra, y una vez terminada algo quedó sin resolver.
¿Cómo explica que no se haya librado esa batalla final?
En Occidente se instaló un sentimiento de culpa frente al horror del exterminio, pero estuvo acompañado por el deseo de dejar atrás ese período, rechazando lo que había pasado. Finalmente, la culpabilidad y el sentimiento antisemita no fueron erradicados. La enormidad de lo que pasó en los campos de exterminio nazis en toda Europa hizo que, en comparación, el antisemitismo común pareciera inocente. Se creyó posible solucionar lo que se llamó la "cuestión judía", aunque aborrezco que se la llame así, porque, al fin y al cabo, no era una cuestión judía, sino, más bien, una cuestión europea.
¿Occidente intentó desligarse de su responsabilidad?
La palabra 'Shoah' es muy linda, pero llamar al horror nazi con un nombre hebreo hace que ese horror sea únicamente judío: un destino judío, una historia judía. De esta manera, se transfiere la historia a Medio Oriente... Insisto: no era una historia judía, sino occidental. Repito que todo transcurrió en Europa occidental. Fue una cuestión europea: los judíos eran ciudadanos de los diferentes países europeos. No se detuvo, no se fusiló ni se sometió al gas a judíos, sino a franceses, belgas, alemanes...
¿Occidente se equivocó al creer que todo se había solucionado?
No quiero decir que se quisieron deshacer de los judíos enviándolos fuera de Europa, sino que intentaron deshacerse de este asunto, concluirlo, sin jamás lograrlo. No estoy de acuerdo con los sionistas que quisieron volver a su tierra ancestral, pero lo hicieron siguiendo una causa. Pero en aquel entonces los judíos necesitaban un refugio, y entonces se les dio Israel.
Se les dio un refugio...
Que después de la guerra los judíos hayan necesitado un refugio o se les haya querido dar uno es aberrante. Eticamente, no puede aceptarse. Lo que digo es un tabú, pero no debería serlo. Occidente está muy cómodo con la idea de que se creó un refugio para los judíos, pero sea uno palestino o israelí no se habla de manera racional de estos problemas. Se dijeron que concluiría el problema en Medio Oriente, pero en el fondo importaba poco o nada lo que pasaría allí. Si se enfrentaban judíos y palestinos, ya no sería responsabilidad de Occidente. De esta manera, Occidente se quiso deshacer de esta culpabilidad y responsabilidad, e incluso de la responsabilidad actual: se pelean entre ellos; que se las arreglen entre ellos... A más de medio siglo de la creación del Estado de Israel y de la supuesta creación del Estado palestino, no se debería comprender la situación como la simple continuación de la historia. Al principio era confuso, pero hoy los judíos y los palestinos están trágicamente unidos.
A menudo se registran en Francia ataques antisemitas. ¿Cree que resurge cierto tipo de racismo?
Hay racismo, y hace mucho que permitimos esto. No es como durante la guerra. No tiene nada que ver. Hay antisemitas en Francia. Siempre los hubo. Hay antisemitismo en los partidos de extrema derecha, pero también en esas poblaciones desheredadas que siempre fueron maltratadas en este país.
Esas poblaciones desheredadas que se agrupan según sus credos -musulmán, judío o católico- sienten que pertenecen a un grupo, a una comunidad. ¿Es esto negativo?
Los jóvenes tienen mucha energía, pero no se encauza en un movimiento político. Entonces se crean los comunitarismos. Insidiosamente, hay un regreso de lo religioso y de los comunitarismos. Hace diez años poco importaba si uno era bretón o corso. Ya no es el caso hoy, y es lo peor que puede pasar. No hay más política, hay comunitarismos.
Sus dos libros, "El crimen occidental" y "El horror económico", terminan con la palabra respeto...
La democracia es el respeto. La democracia es el sistema donde nadie puede ser considerado molesto, superfluo o inútil.
Desde que publicó "El horror económico" en 1996, ¿siente que hubo algún cambio?
En los últimos nueve años hubo cambios, y poco a poco la gente se dio cuenta de que tenía razón en estar indignada. Es curioso que en nuestra época se piense que los logros que tuvimos durante el siglo XX son arcaicos y que se considere moderno el regreso a la organización de la sociedad que existía en el siglo XIX. Evidentemente, si se considera que la organización de ese siglo era mejor, estamos en el buen camino... Lamentablemente, este pensamiento se instaló con mucha arrogancia.
¿Sigue creyendo que es imposible oponerse a la globalización?
Habría que dejar de utilizar la palabra globalización, que no quiere decir nada. Estamos frente a un fenómeno monstruoso. La globalización es algo gigantesco, enorme, que no se sabe de dónde sale. No tiene forma ni ideas políticas y no quiere decir nada. Frente a este fenómeno uno se siente muy pequeñito, como país o grupo, y como esto no tiene sentido, no se puede darle un sentido a la réplica. Vivimos en una dictadura muy peligrosa, porque no se ve...
¿Y cómo es esta dictadura?
Es más que una dictadura del pensamiento. Cuando en Francia se discuten problemas económicos, infinidad de soluciones presentadas no pueden llevarse a la práctica porque la Unión Europea no lo permite. Esto es una dictadura, ya que hay sólo una cosa que se puede hacer... No se puede vivir económicamente haciendo sólo una cosa, yendo en una única dirección. Esta es una extraña dictadura. Quizá la quieran llamar globalización, pero no lo es: es una política que destruye la economía en todos lados y cuyas fuerzas son invisibles.