18 de agosto de 2008

Roman Polanski: "Si se habla de una película es gracias al director, que fue la estrella de su realización"

A mediados de 1970, el director cinematográfico Roman Polanski (1933) se encontraba en Nueva York trabajando en un nuevo proyecto tras el éxito obtenido con su recordada "Rosemary's baby" (El bebé de Rosemary). El nuevo film iba a mostrar la historia de una partida de colonos norteamericanos que, en el invierno de 1846, tuvieron que recurrir al canibalismo para sobrevivir. Finalmente la película no se realizó, pero el crítico de cine de la revista "Newsday", Joseph Gelmis (1935), aprovechó la oportunidad para entrevistar al director polaco. La versión en castellano fue publicada en Buenos Aires por la revista "Filmar y Ver" nº 7 de junio de 1974.¿Cómo entró usted en el teatro polaco?

Fui a ver un programa de radio para niños. Me preguntaron qué pensaba del programa. Yo dije: "Creo que los niños son muy cursis". Les im­presionó mi descaro. Me pidieron que entrase a formar parte del programa. Acepté y trabajé en la radio. Y de la radio me llevaron al teatro estatal, cuando tenía catorce años. Trabajé en el teatro durante seis años. La mayoría de las veces me da­ban papeles pequeños. Nunca tuve una preparación teatral. Yo quería asistir a una escuela de interpretación, pero no me admitieron. Lo intenté tres veces. No era solamente a causa de las malas notas. Se debía a que yo ya estaba trabajando y los profesores pensaban que estaría amanerado, y no les gustaba. Ahora les estoy enormemente agrade­cido por no haberme aceptado, por­que hoy día estaría actuando en cual­quier teatro de Polonia en lugar de es­tar haciendo lo que hago. Algunos años más tarde, cuando ya había pasado por la Escuela de Cine y me había hecho director, me encontré a menudo en la situación de filmar pruebas de la gente que me había impedido ingre­sar en la escuela de interpretación. Jamás utilicé a ninguno de ellos. Y no lo hacía por vengarme, porque para entonces sólo sentía compasión de los pobres imbéciles. Eran, sencillamen­te, demasiado malos.

¿Era usted buen actor?

Yo siempre he sido un actor muy bueno. Cuando interpreté "Fils du régiment" (El hijo del regimiento) tuve un éxito fabuloso. La obra triunfó solamente gracias a mí. Y tuve unas críticas fabulosas.

¿Le convirtió el éxito en una per­sona difícil de tratar?

No. Siempre he sido orgulloso y fatuo, asi que no me cambió en abso­luto. Yo gustaba de la gente. Gustaba a los actores. Siempre me trataron co­mo a un igual. Contaban chistes ma­rranos delante de mí. Y yo les contaba chistes marranos a ellos. Fue entonces cuando aprendí qué significaba real­mente ser un mal cómico. Conocí a mu­chos de ellos. Faltaba a la escuela muy a me­nudo para ir a sentarme en la platea de un teatro a contemplar ensayos de obras en la que yo no intervenía.

¿Qué sacó de bueno de la Escue­la de Cine, exactamente?

Creo que me hizo muchísimo bien, tal como lo veo ahora. Mientras estaba en la Escuela, tenía la impre­sión de que estaba perdiendo el tiem­po, como todos mis compañeros. Ya sabe, cuando se es joven, se tiene al­go dentro. Te rebelas contra todo. Ahora, cuando, lo recuerdo, pienso que era formidable, sobre todo el tiempo que pasé sentado en aquellas largas escaleras de madera de la Escuela, un viejo palacio que había pertenecido a algún empresario lanero de Lodz, que es una ciudad industrial. Nos sentábamos en aquellas escaleras y discutíamos sobre el cine y la vida. Veíamos cientos de películas. Había proyecciones constantes, prácticamente desde las ocho de la mañana hasta las ocho de la noche.

¿Qué control artístico tiene un di­rector -usted, por ejemplo- sobre su película?

Solamente puedo hablar de mi propia experiencia. He tenido un com­pleto control sobre todo lo que he he­cho, excluyendo el desagradable inci­dente que me ocurrió con "The fearless vampire killers" (La danza de los vampiros) y, en parte, con "Cul-de-sac" (Callejón sin salida), donde Martín Ransohoff introdujo cambios cuando las películas ya esta­ban acabadas. Cortó "La danza de los vampiros" justo antes de su estreno en los Estados Unidos. En los demás paí­ses, mi versión es la que se ha exhi­bido. Compró "Callejón sin salida" y también la cortó. Considerando el hecho de que estos cortes se hicieron aquí y posteriormente, en cierto sentido he disfrutado realmen­te de un completo control sobre todas mis películas. Si no lo tuve en las ver­siones de esas dos películas que se exhibieron en los Estados Unidos, se debió únicamente a mi ingenuidad. A "Callejón sin salida" le cortaron cerca de ocho minutos, entre cortes breves y escenas completas. La atmósfera, el tono de película desaparecieron, porque Ransohoff pensó que las escenas sin diá­logo no tenían valor.

Si produjese sus películas, ¿ten­dría usted más poder o mayor control sobre ellas?

La mayoría de mis películas las he hecho en Europa. Y en Europa no hace falta que seas el productor para gozar del control total sobre tu pelícu­la. Eso es una concepción de Holly­wood, ya que se han dividido las fun­ciones, y es el productor quien realmente toma las decisiones y contrata al director y, por lo tanto, éste pasa a un papel de subordinado. En Europa, el director es quien controla la película, fundamentalmente. El productor sola­mente se ocupa de los asuntos finan­cieros.

¿Se ha convertido el director en la "superestrella"?

Para mí, el director es siempre una "superestrella". Las mejores películas lo son única­mente a causa del director. Si se habla de "Citizen Kane" (El ciudadano), de "Otto e mezzo" (Ocho y medio) o de "Shichinin no samurai" (Los siete samurais), es gracias al director, que fue la estrella de su realización. El hace la película, él la crea.

¿Cuál es la mejor manera de aprender a hacer cine, y cómo se pue­de entrar actualmente en el mundo del cine como director?

Pienso que en nuestra sociedad las escuelas de cine podrían ser el me­jor camino para aprender a hacer cine. Pero no existe un camino. Yo, desde luego, encontraría un camino si estuvie­se empezando a hacer cine. Lo más importante es tener decisión. Si al­guien quiere de verdad hacerlo, al final lo logrará. Yo rodaría una película en 16 mm., trataría de reunir algunas co­sas. Lo que fuese, en lugar de permane­cer sentado en cualquier parte hablan­do de ello.

¿Ve usted algún problema espe­cial para hacer un western?

Me gustan los westerns. Son par­te del cine, igual que las películas de terror. Para mí, el hecho de que otros directores europeos hayan intentado ha­cer westerns y hayan fracasado, carece totalmente de importancia. El único problema que podríamos tener sería por parte de las personas escrupulo­sas, porque estamos trabajando en "The donner party" (La partida Donner) con al­go que el cine nunca había tratado antes.

¿El canibalismo?

Sí, sí, lo sé. Pero no tiene nada que ver con mis películas anteriores. ¿Qué le hace pensar que yo esté obse­sionado por lo estrambótico?