13 de agosto de 2008

James Ellroy: "No tengo ni puñetera idea de lo que pasa en el mundo"

James Ellroy (1948) es el valor más sobresaliente de la actual novela negra norteamericana. En sus novelas "Brown's requiem" (Réquiem por Brown), "The black dahlia" (La dalia negra), "L.A. confidential" (Los Angeles confidencial) y "White jazz" (Jazz blanco), protagonizadas por personajes ambiguos, brutales y oscuros, ha cultivado un estilo directo, mordaz, cruel y violento, poniendo de relieve el feroz submundo norteamericano. A comienzos de 1994, cuando pasó por Barcelona para la presentación de una de sus novelas, fue entrevistado por el periodista argentino Alberto Szpunberg (1940), quien por entonces colaboraba en la revista barcelonesa "Co & Co", en cuyo nº 12 de febrero de 1994 apareció el reportaje.


En "Réquiem por Brown" escribió: "Tomé el cadáver por las muñecas y tiré. El brazo izquierdo se descoyun­tó, saliendo despedido y rociando ma­teria en descomposición. Un trozo de carne seccionada me saltó a la cara...". Mire la fotografía de la primera página del diario: en el ángulo izquier­do se ven los pies del cuerpo de un hombre, un brazo extendido hacia la nada y una cabeza que emerge de la blanca desolación junto a un char­co oscuro. ¿Reconoce a alguien?

¿Sarajevo?

También en "Ré­quiem...", unos párrafos más adelante, escribió: "Todo lo que alcancé a ver fue un chorrito de sangre que le salía de la boca. Le puse la pistola en la sien y disparé tres veces. El cráneo se cascó como un huevo. Estaba seguro de que había muerto, pero por si acaso le vacié las tres balas que me quedaban en su nu­ca". Mire ese cuerpo echado sobre la nieve, ese charco oscuro...

Ah, sí, Sarajevo...

¿Cree que hay alguna relación en­tre la violencia de sus libros y esta vio­lencia?

Bueno, sólo sé que hay guerra en Bosnia, pero no sé mucho más... Sé que hace poco hubo unos incendios en Los Angeles, sé que unos días antes unos polis apalearon a un negro... Sé que el resto de América no está mejor, sé que existe el sida... Pero no sigo las noticias y nunca entro en detalles, por­que no tengo ni puñetera idea de lo que pasa en el mundo...

Dan ga­nas de creerle. En realidad le creo. Hasta los torturados policías de sus novelas sienten la necesidad de creer...

Porque aún en las pá­ginas más ensangrentadas de mis libros hay un momento en que "sopla una ligera brisa y el cielo, de tan oscu­ro, hace resaltar las estrellas".

¿Este es un momen­to de distensión?

Mis días son tranquilos. Me levanto no muy tarde. Tomo una taza de café con Helen, mi mujer. Ella también es escritora y trabajamos jun­tos en casa. A veces me viene a visitar el perro de mi ex. Lo llevo a pasear. A la vuelta me tomo otra taza de café y me pongo a trabajar. Trabajo hasta la una y media. Me tomo un vaso de zu­mo de zanahoria orgánica...

¿Orgánica?

Sí, cultivada sin abonos químicos... Bueno, tomo un zumo de zanahoria con chile. Después me voy al gimnasio y hago pesas. Vuelvo a casa, duermo un poco la siesta. Luego me reúno con mi mujer y hablamos un poco y trabajo un poco más y ya está. Escribo todos los días y no me distraigo escribiendo otras cosas. Trabajo siem­pre en lo mismo hasta que lo termino.

Su imagen de escritor ordenado, además de ecologista, me desconcier­ta...

Soy un ser absolutamente feliz y pacífico...

Hasta ahora, su fama era la de ser un violento...

Ah, no. Eso es un invento de los periodistas. Han dicho de mí cualquier cosa: que soy fascista, marxista, antisemita, homosexual, racista...

Realmente, el Ellroy que tengo de­lante es un hombre educadísimo, hace bromas, tiene la sonrisa tan fácil como sus personajes el gatillo. Hasta afirma que no cree que el mal sea inherente a la naturaleza humana...

Son las condiciones sociales...

El 15 de enero de 1947, en un descampado de Los Angeles, apareció el cadáver desnudo y seccionado en dos de una mujer joven. Se llamaba Elizabeth Short, tenía veintidós años, y un periodista la bautizó como "la Dalia Negra". El médico forense determinó que la habían torturado sistemática­mente durante días...

Sí. Y ella había conservado el cono­cimiento durante su martirio. Nunca se encontró al asesino... Mi madre también fue asesi­nada, en junio del mismo 1958, y mi padre -un especialista en burlar al fis­co que frecuentaba la cama de Rita Hayworth- me introdujo en la lec­tura de la novela negra y me dejó como primer mandamiento: "Tírate a todas las camareras que te sirvan". De joven pasé muchas tem­poradas en la cárcel, entraba en las casas y robaba bragas y sostenes y comulgaba con las drogas en los lavabos de los bares, birlaba inhaladores de Benzedrex y me masturbaba con las fo­tos de "Playboy"; dormía en los parques de noche y, durante el día, deliraba en las esquinas. De niño nunca vi dibujos anima­dos ni "Snow White" (Blancanieves) ni "The wizard of Oz" (El mago de Oz)...

Esa historia ya está muy divulgada. Usted ya no vive en Los An­geles, sino en Connecticut, a media hora de nueva York...

Sí, y en Connecticut se puede aca­riciar hasta a los perros que andan por la calle.

Pero entre una costa de Estados Unidos y la otra han pasado más de treinta años...

La memoria es como una mezcla, una extraña simbiosis entre el enton­ces y el ahora. Yo soy débil, mi padre lo fue, usted lo es, todos los seres huma­nos somos débiles y las defensas de nuestros deseos son muy débiles en comparación con las exigencias de la sociedad...

Pero usted escribe lo que desea y su editor le exige que escriba lo que usted desea escribir... ¿o es pura casualidad, como en las películas?

Afortunadamente, nunca he tenido problemas con mi editor. Aunque mu­chas veces la editorial me pidió que cambiase alguna parte de mis libros...

¿Y cómo ha reaccionado?

Hace muchos años que trabajo con el mismo editor y estamos muy bien sintonizados. Ningún editor me ha pedido jamás que hiciera algo en contra de mi voluntad. Me han pedido que saque un poco de Marilyn Monroe de mi último libro, porque me dijeron que hacía una publicidad un poco ne­gativa de ella. Al principio no me gus­tó, pero luego me pareció que el editor tenía razón...

¿Qué es eso de Marilyn Monroe?

Es "American tabloid" (América), lo que estoy escribiendo ahora, sobre la época de los Kennedy, de 1957 a 1965: la mafia, Jimmy Hoffa, los cubanos de Miami, Howard Hughes, Sam Giancana. Es­cribo sobre Kennedy y no creo que ha­ya sido una buena persona, pero, como ve, he salido del mundo violento...

Vaya no violencia esa que ha terminado con la muerte de Kennedy y la lluvia de napalm sobre Vietnam y el fin de la "inocencia norteame­ricana"...

Me resulta gracioso el empeño de Clinton en parecerse a Kennedy. Este tuvo una historia con Marilyn Monroe, y sé de fuentes confidenciales que ahora Clinton quiere tener también una historia similar, pero con Sharon Stone, que es la americana rubia de este año...

¿Estados Unidos ha vuelto a la época de la "inocencia"?

Una mierda... Ya no hay inocencia en ningún rincón del mundo, sino ordenadores, faxes, satélites...

¿Sueña con un mundo mejor?

Cuanto más complejos son tus li­bros, más te alejas de lo que le gusta a la gente, y eso implica ciertos riesgos, como recibir todo tipo de críticas. En Estados Unidos hay mucha presión para que uno escriba libros protagoni­zados por un héroe, así el lector tiene a alguien con quien identificarse. Aquí en Europa no se siente esta presión. En Europa nadie te dice que hay un personaje que gusta o no, pero en Estados Unidos sí.

¿No le preocupa que alguien se identifique con sus personajes... Fritz Brown o Lloyd Hopkins o David Klein?

Creo que la literatura siempre produce algún efecto, que puede ser negativo o no, pero siempre influye... Aunque la influencia de la literatura es ambigua. Lo máximo que puede lograr la literatura es inducir a la compasión...

¿Compasión hacia qué o hacia quién?

Bueno, no sé. Yo escribo libros, y la gente puede leerlos o no. Hay chi­cos jóvenes o punks a quienes les gus­tan mis libros porque están llenos de sexo y violencia, pero creo que no entienden nada. Uno nunca puede saber cómo va a reaccionar la gente ante un libro. Creo que nadie debería compro­meterse. De todos modos, yo vendo muchos libros...