16 de mayo de 2008

Karpov-Korchnoi: guerra fría en Baguio

En la década de los 70, el campeonato mundial de ajedrez era todavía un acontecimiento que se celebraba cada tres años, organizado por la FIDE (Fédération International Des Echecs), la Federa­ción Mundial de Ajedrez. En 1972, Robert "Bobby" Fischer (1943-2008) apareció en los titulares de los diarios de todo el mundo cuando derrotó al entonces campeón, el ruso Boris Spassky. Fischer había logrado romper el monopolio soviético del mundo del ajedrez y al hacerlo, conquistó el interés de muchos millones de personas que, con anterioridad, no habían mostrado inclinación por el juego. Pero algo sucedió con Bobby Fischer y el Campeonato Mundial desde ese momento.
Según las reglas de la FIDE, Fischer tenía la obligación de defender su título tres años después, esto es, en 1975. Su contrin­cante iba a ser un aguerrido y emprendedor ruso llamado Anatoly Karpov, quien, inesperadamente, había barrido toda oposición (in­cluyendo la de Spassky) en una reñida serie de torneos de calificación y de matches, hasta convertirse en el contrincante oficial para el título. Pero, claro está, Fischer como norteame­ricano y Karpov como ruso -con lo que eso implicaba en los años de la Guerra Fría- empezaron a discutir sobre los términos y condiciones del próximo match. Los soviéticos ne­gociaron hábilmente en nombre de Karpov, mientras que Fis­cher planteó sus exigencias -inaceptables para la reglamentación de entonces- de un modo mucho más termi­nante. La FIDE tuvo que arbitrar en el conflicto y decidió en contra de Fischer, despojándolo del título por incomparecencia. De este modo, Anatoly Karpov, un joven de aspecto delicado y modesto procedente de Zlatoust, una pequeña ciudad de los Urales, llegó a convertirse en campeón mundial con apenas veinticuatro años de edad y sin necesidad de tener que mover un solo peón.Suceder a Bobby Fischer, incuestionablemente uno de los jugadores más magnéticos de todos los tiempos, podría haber sido considerado como una perspectiva bastante desalentadora, pero Karpov demostró hallarse a la altura de la tarea. La historia había demostrado que los campeones mundiales raramente competían en grandes torneos durante sus reinados, prefiriendo descansar en sus laureles hasta que se les presentase el siguiente match por el Campeo­nato Mundial. Pero no fue así con Karpov. Decidido a demostrar que no era un simple campeón de papel, jugó con gran frecuencia en los grandes acontecimientos internacionales consiguiendo resultados fenomenales. Alcanzó el primer puesto prácticamente en todos los torneos donde jugó, y de sus cente­nares de partidas contra los mejores jugadores del mundo, sólo perdió unas pocas. Los estudiosos del ajedrez que predijeron que Fis­cher podría aniquilar fácilmente a Karpov, empezaron a tragarse sus pa­labras. Los rusos se encontraban, una vez más, al frente del ajedrez mundial, con Karpov a la cabeza.
En 1974, cuando Karpov es­taba luchando por el derecho a ser el aspirante al Campeonato Mundial, le había ganado a Spassky con cierta facilidad y aún tenía que ganar un último match. Su contrincante era Viktor Korchnoi, otro ruso. Korchnoi no era ningún recién llegado al mundo del ajedrez. Había sido un importante gran maestro durante unos veinte años, pero nunca había llegado a las máximas alturas. A la edad de cua­renta y tres años, se consideraba que aquélla era su última oportunidad para ganar al Campeonato Mundial. Korchnoi quería jugar en su ciudad natal de Leningrado, pero el match se llevó a cabo en Moscú, a un total de 24 partidas. Después de una durísima y prolongada con­tienda, Karpov se alzó victorioso con el margen más estrecho posible: 12,5 a 11,5.
Korchnoi no se sintió feliz con el resultado. Creía que las autoridades soviéticas habían favorecido injustamente a su rival. Por ejemplo, Karpov dispuso de una gran cantidad de grandes maestros para ayudarle en su preparación y análisis, mientras que Korchnoi experimentó grandes dificultades para encontrar a alguien dispuesto a hacerlo. Parece no haber dudas en cuanto a que los rusos deseaban que ganase Kar­pov, la joven estrella en ascenso miembro del partido, en quien depositaban sus esperanzas de recuperar el título mun­dial que estaba en manos de Fischer.
Korchnoi expresó su desagrado en una entrevista con­cedida a un periodista yugoslavo. En desquite, la Federación Soviética de Ajedrez le impuso san­ciones, suspendiendo sus apariciones en torneos y prohibiéndole desplazarse al extranjero para jugar. Más tarde, las restricciones fueron levantadas gradualmente y en el verano de 1976 se le permitió viajar a Amsterdam para jugar en el torneo internacional IBM. Ya no regresó. Una vez finalizado el torneo, en lugar de presentarse en la embajada soviética, se dirigió a una comisaría de policía y so­licitó asilo político.
Así pues, Korchnoi desertó, abandonando a su esposa e hijo, quienes quedaron en la Unión Soviética.
En su país fue denunciado como traidor, en una carta firmada por casi todos sus grandes maestros. Curiosamente, faltaban las firmas de Karpov y de Spassky. La Federación Soviética de Ajedrez también hizo esfuerzos para expulsar a Korch­noi del nuevo torneo de candidatos al Campeonato Mundial, pero fracasaron. Korchnoi permaneció en Holanda un año, y des­pués se trasladó a Alemania y a Suiza. Durante ese período (1977/78), ganó el derecho a ser el contrincante de Karpov con victorias alcanzadas en matches contra Tigran Petrosian (1929-1984), Lev Polugaevsky (1934-1995) y el ya mencionado Spassky. Estos tres últimos eran soviéticos y cada uno de los matches se caracterizó por una gran tensión política. Hubo disputas de poca monta, acusaciones y denuncias de todo tipo, desde espionaje hasta hipnotismo. Todos estos episodios hicieron recordar al match Fischer-Spassky de 1972, durante el cual los soviéticos se que­jaron de que la silla de Fischer había sido "preparada" para perturbar la concentración de Spassky. La silla en cuestión fue desmontada por completo y se examinó al detalle cada tornillo y cada tuerca, hasta que la queja soviética de alguna manera quedó comprobada: se encontraron tres moscas muertas.
Así pues, y a pesar de todos los contratiempos, el escenario quedó montado. De un lado, Karpov, el brillante campeón; del otro, Korchnoi, el aspirante, el hombre que había desertado. Faltaba resolver el lugar en donde se iba a jugar, ya que había siete invitaciones, siete ofertas. Las cuatro sedes que ofrecieron pre­mios más elevados -alrededor del millón de francos sui­zos- fueron Hamburgo (Alemania), Graz (Austria), Baguio (Filipinas) y Tilburg (Holanda). Se les pidió entonces a los jugadores que hicieran una lista con su orden de preferencia. Curiosamente, Karpov prefirió Hamburgo, aunque eso casi significaba encontrarse en el terreno de Korchnoi, que había estado jugando para un club alemán durante un corto período de tiempo. Korchnoi, por su parte, prefirió Graz, quizá porque estaba viviendo en Suiza.
Si Karpov hubiera colocado Graz en segundo lugar o Korchnoi Hamburgo, el match se habría jugado en Europa. Pero los dos prefirieron Baguio como segunda elección (en realidad, Karpov colocó Baguio en tercer lugar, dejando el se­gundo en blanco). A raíz de ello, el doctor Max Euwe (1901-1981), a la sazón presidente de la FIDE, adjudicó el match a las Filipinas, convirtiéndolo en el primero por el título que se jugaría fuera de Europa desde el famoso match de 1927 que enfrentó en Buenos Aires a José Raúl Capablanca (1888-1942) con Aleksandr Alekhine (1892-1946). Así pues, la organización del match recayó sobre Flo­rencio Campomanes (1927), el dinámico líder del ajedrez filipino du­rante más de dos décadas y representante de ese país ante la FIDE.
Baguio City se encuentra a 210 kilómetros al norte de Manila, a unos 1.500 metros sobre el nivel del mar. La mayoría de los jugadores de ajedrez pre­fieren jugar sin verse molestados por problemas políticos. Pero la elección de Baguio hizo que surgieran algunos comentarios críticos sobre el gobierno autoritario y dictatorial de Ferdinand Marcos (1917-1989), un presidente sumamente corrupto de un país cuya deuda externa ascendía por entonces a 8.000 millones de dólares. Sonaba descabellado que se gastara tanto dinero en un acontecimiento ajedrecístico (350.000 dólares para el vencedor, 200.000 para el perdedor con todos los gastos pagos), mientras el país estaba sumido en abismales desigualdades entre pobres y ricos.
Para la realización del match se adecuaron las instalaciones del recientemente construido Centro de Congresos de Baguio y se nom­bró árbitro principal al gran maestro de Alemania Occidental, Lothar Schmid (1928), quien ya había desempe­ñado esa función en Reykiavik, Islandia, durante el match Fischer-Spassky. Korchnoi constituyó su equipo de analistas con Raymond Keene, Michael Stean, Yakov Murei y Oscar Panno, mientras que Karpov lo hizo con Yuri Balashov, Alexander Zaitsev, Mikhail Tal y Victor Baturinsky.
En su camino hacia Manila, antes de salir de Suiza, Korchnoi dio una conferencia de prensa donde leyó una carta abierta al Secretario General del Partido Comunista de la Unión Soviética, Leonid Brezhnev (1907-1982), en la que solicitaba permiso para que su esposa y su hijo abandonaran aquél país. Sin embargo, la verdadera batalla diplomática comenzó tras la llegada de Korchnoi a Manila, cuando se presentó el problema de la bandera. Korchnoi quería jugar bajo la enseña suiza, pero los soviéticos se atuvieron a las reglas de la FIDE e insistieron en que ésta no podía considerar a Korchnoi como representante de Suiza ya que aún no hacía doce meses que residía allí de modo permanente. Las diferencias se superaron cuando, procedente de Estados Unidos, llegó Ed Edmondson, presidente de la United States Chess Federation quien propuso eliminar las banderas sobre la mesa de juego. De todos modos, Korchnoi llevó un pequeño distintivo con la bandera suiza, pero, en lugar del himno nacional, tuvo que con­formarse con la "Novena sinfonía" de Beethoven.
Desde la guerra psicológica entre Fischer y Spassky, ésta se había convertido en una característica regular del ajedrez al máximo nivel, en especial cuando había de por medio un conflicto Este-Oeste. Por ejemplo, antes del match por el Torneo Candidatura entre Korchnoi y Polugaevsky en Francia, hubo dos días de negociaciones con Moscú para decidir si al jugador soviético se le permitiría estrechar la mano de Korchnoi. También hubo incidentes durante el Torneo Candidatura celebrado en Serbia entre Korchnoi y Spassky, cuando éste dejó de aparecer ante el tablero e insistió en sentarse en una cabina situada a espaldas de Korch­noi, desde la que seguía el juego a través de una pantalla gigante. Korchnoi protestó acalorada­mente, aunque sin resultado alguno y perdió las cuatro par­tidas siguientes, aunque después se recuperó y ganó el match.
Según las reglas pactadas para el match, el ganador sería el primer jugador que ganase seis partidas sin contar las tablas, lo que tal vez -según los especialistas- favoreciese ligera­mente al aspirante, puesto que, al ser el contrincante de más edad, tenía más experiencia y mayor resistencia para afrontar un encuentro prolongado.
Dejando de lado las intrigas y los subterfugios y a pesar de todas las dificultades el match empezó. Cualquier otra cosa habría sido ab­surda. Los dos hombres querían jugar ese match, que iba a extenderse hasta las 32 partidas. Las primeras siete terminaron entabladas y recién en la octava, Karpov pudo ganar necesitando apenas 28 movidas. Luego de otras dos tablas, fue Korchnoi quien logró el triunfo, y, como la siguiente terminó tablas, al término de las primeras doce partidas el tanteador quedó igualado.
En la décimo tercera y décimo cuarta partidas el campeón mundial logró sendos triunfos, seguidos de dos tablas, otro triunfo y tres tablas más. Así, tras veinte partidas, Karpov aventajaba a su rival por 4 a 1. A todo esto, seguían los incidentes entre las delegaciones y el clima estaba cada vez más enrarecido, lo que se agravó cuando el retador obtuvo la vigésimo primera partida acortando una ventaja que ya parecía irreversible.
Siguieron cinco tablas hasta que en la vigésimo séptima, Korchnoi cometió una serie de errores que lo llevaron a la derrota, para recuperarse rápidamente y vencer en las dos siguientes. Ahora el tanteador estaba 5-4 y la fatiga hacía estragos en ambos jugadores. Tras entablar la trigésima, el retador venció en la siguiente e increíblemente colocó el match 5-5. Por primera vez en toda su carrera, Karpov había perdido tres sobre cuatro partidas consecutivas.
Para jugar la trigésimo segunda partida, el campeón apareció serio, con signos evidentes de cansancio. En los respectivos entornos seguían las discusiones extra ajedrecísticas que en nada ayudaban al normal desarrollo del torneo. Tras un comienzo bastante incierto, Karpov -con las piezas blancas- fue obteniendo pequeñas ventajas en el desarrollo del juego, lo que llevó a Korchnoi a tener serios problemas de tiempo. La partida se suspendió al llegar a la movida 41 del campeón, dejando el retador la suya en un sobre lacrado. Nunca se presentó a la reanudación.
Después de algo más de tres meses de una competición plagada de incidentes, Karpov había vencido.