1 de marzo de 2008

Economía política. Un compendio

Las primeras aproximaciones al estudio de la economía política se pueden encontrar en "De redditibus beneficiorum Eecclesiaticorum" (Tratado sobre las rentas de los beneficios eclesiásticos), la obra que el teólogo y economista español Martin de Azpilcueta (1493-1586) publicara en 1566. Azpilcueta -conocido en su época como Doctor Navarrus, se ocupó de los efectos económicos de la llegada de metales desde América. Hizo notar la diferencia entre la capacidad adquisitiva del dinero en los distintos países según la abundancia o escasez que en ellos hubiera de metales preciosos.
En su obra "Commentarius resolutivus de usuris" (Comentario resolutorio de usuras, 1556) puede leerse: "En las tierras do ay gran falta de dinero, todas las otras cosas vendibles, y aun las manos y trabajos de los hombres se dan por menos dinero que do ay abundancia del; como por la experiencia se vee que en Francia, do ay menos dinero que en España, valen mucho menos el pan, vino, paños, manos, y trabajos; y aun en España, el tiempo, que avia menos dinero, por mucho menos se davan las cosas vendibles, las manos y los trabajos de los hombres, que despues que las Indias descubiertas la cubrieron de oro y plata. La causa de lo qual es, que el dinero vale mas donde y quando ay falta del, que donde y quando ay abundancia".
Navarrus se ocupó asimismo de la licitud de las transacciones comerciales con el exterior y sus consecuencias en precios relativos, considerando al dinero como una mercancía más; de este modo terminó definiendo lo que se llamó la teoría del valor-escasez, al decir que toda mercancía se hace más cara cuando su demanda es más fuerte y su oferta escasea. Esas consideraciones, de raíz aristotélica, y otras del mismo tenor, le hicieron precursor de la teoría cuantitativa del dinero. Por otra parte, defendió la licitud del cobro de intereses en préstamos, contra el criterio de la iglesia católica de entonces.
Tomas de Mercado (1530-1576), un economista de la Escuela de Salamanca y teólogo dominico, fue otro escolástico tardío que relacionó la revolución de los precios con la llegada de metales preciosos de las colonias de América. En su manual de moralidad mercantil, dedicado al Consulado de Mercaderes de Sevilla y publicado en 1569 con el nobre de "Summa de tratos y contratos de mercaderes", se lee: "Ahora no hay quien no pretenda su interés y quien no cuide más de proveer su casa que la república. Así vemos que las haciendas particulares, esas van adelante, y crecen: las de la ciudad y consejo disminuyen: son mal proveídas y peor regidas, si no son ya ventas. Así dice Aristóteles, que es inevitable el deleite que el hombre recibe de ocuparse en sus negocios propios. No se puede fácilmente explicar cuánto hace el caso, para hacer una cosa con alegría considerar el hombre que es suya".
Simultáneamente, el filósofo y economista francés Jean Bodin (1529-1596), desarrolló su teorías monetarias en "Paradoxes de M. de Malestroit touchant le fait des monnaies et l'enrichissement de toutes choses" (Sobre el encarecimientos de todas las cosas, 1566). En esta obra, sostuvo que los precios subían debido a diferentes causas, la principal de las cuales era el aumento de las cantidades existentes de oro y plata (señalando, además, la influencia de los monopolios y otras causas). Bodino -como se lo conocía- fue también un mercantilista partidario de un sistema de protección estatal para la industria nacional.
Cincuenta años más tarde, el economista francés Antoine de Montchrestien (1575-1621) -basándose en la obra de Bodin- introdujo el término original en "Traité de l'économie politique" (Tratado de economía política, 1616), en donde afirmaba que el valor de las cosas era inmutable, no así el precio accidental que aumenta o disminuye. Con su obra, Montchrestien pretendió dar consejos sobre el modo de administrar los bienes públicos (el título del libro lo anticipa: etimológicamente los términos significan administración del patrimonio de la Ciudad, oikos: casa, patrimonio; nomos: regla, y polis: ciudad).
Pero, la Economía Política, como parte de la ciencia, reaparece en la Inglaterra del siglo XVIII a la luz del recién nacido modo de producción capitalista, reemplazando al enfoque anterior de los fisiócratas franceses. Denomina a la ciencia social cuyo objeto de estudio son las leyes de la producción y distribución de bienes materiales en las diferentes fases del de­sarrollo de la sociedad humana.
El hombre realiza dicha producción mediante el trabajo en conjunto y cooperación con los demás hombres, de lo que se desprende el carác­ter social que tienen el trabajo y la producción.
"La economía política es, en su más amplio sentido, la ciencia de las leyes que rigen la producción y el intercambio de los medios materiales de vida en la sociedad humana -dice Friedrich Engels (1820-1895) en "Herrn Eugen Dührings umwälzung der wissenschaft (La revolución de la ciencia de E. Dühring, comúnmente conocido como Anti Dühring, 1878)-. Producción e intercambio son dos funciones distintas. La producción puede tener lugar sin intercambio, pero el intercambio -precisa­mente porque no es sino intercambio de productos-no puede existir sin producción. Cada una de estas dos funciones sociales se encuentra bajo influen­cias externas en gran parte específicas de ella, y tiene por eso también en gran parte leyes propias específicas. Pero, por otro lado, ambas se condicio­nan recíprocamente en cada momento y obran de tal modo la una sobre la otra que podría llamárselas abscisa y ordenada de la curva económica".
En 1776, en plena Revolución Industrial, el esco­cés Adam Smith (1723-1790) publicó su obra "An inquiry into the nature and causes of the wealth of nations" (Una investigación sobre la naturaleza y causas de la ri­queza de las naciones, o simplemente La riqueza de las naciones), por lo que es considerado el pa­dre de la economía política. La tesis central de su obra es, que la clave del bienestar social está en el crecimiento económico, que se potencia a través de la división del trabajo (entendida como especialización de tareas para la reducción de costos de producción), y que esta división del trabajo se pro­fundiza a medida que se amplía la extensión de los mercados. Smith intentó demostrar la existencia de un orden económico natural, que funcionaría con más eficacia cuanto menos interviniese el Estado. La mano invisible del "laissez faire, laissez passer" (dejar hacer, dejar pasar; esto es: libre mercado) entonces, regularía las conformaciones sociales y compensaría los excesos por sí sola, conformando una especie de orden natural que lograría que las cosas se acomodasen naturalmente.
El inglés David Ricardo (1772-1823), a diferencia de Adam Smith, en cuyos trabajos se apoyó, se preocupó sólo en segunda instancia en averiguar las causas del crecimiento o, si se prefiere, del origen de la riqueza de las naciones. Al autor de "On the principles of political economy" (Principios de economía política y tributación, 1817) lo inquietaba especialmente la tendencia de la baja de los beneficios. Tendencia a su entender inevita­ble en la economía inglesa, pero que podía con­trarrestarse con el desarrollo del comercio exterior. Ricardo avanzó mucho más que Smith en el desarrollo de la teoría del valor-trabajo, lo que se iba a constiutuir en uno de los puntos de partida de Marx.
Karl Marx (1818-1883) partió del estudio de Smith y Ricardo para desarrollar su crítica de la economía política, tomando muchos de los descubrimientos que ellos realizaron y avanzando mucho más, superando así lo que estos economistas no alcanzaron a ver y cuestionan­do fundamentalmente la concepción naturalista y ahistórica de la economía.
"La economía política clásica anterior a Marx sur­gió en Inglaterra, el país capitalista más desarrolla­do -explica Vladimir I. Uliánov, Lenin (1870-1924) en "Tres fuentes y tres partes integrantes del marxismo" (1914)-. Adam Smith y David Ricardo, en sus investiga­ciones del régimen económico, sentaron las bases de la teoría del valor por el trabajo. Marx prosiguió su obra; demostró estrictamente esa teoría y la de­sarrolló consecuentemente; mostró que el valor de toda mercancía está determinado por la cantidad de tiempo de trabajo socialmente necesario inver­tido en su producción. Allí donde los economistas burgueses veían relaciones entre objetos (cambio de una mercancía por otra), Marx descubrió rela­ciones entre personas".
"El cambio de mercancías -continúa Lenin- expresa el vínculo establecido a través del merca­do entre los productores aislados. El dinero, al unir indisolublemente en un todo único la vida económica íntegra de los productores aislados, significa que este vínculo se hace cada vez más estrecho. El capital significa un desarrollo ulterior de este víncu­lo: la fuerza de trabajo del hombre se trasforma en mercancía".
"El obrero asalariado -concluye el abogado y dirigente revolucionario ruso- vende su fuerza de trabajo al propietario de la tierra, de las fábricas, de los instrumentos de trabajo. El obrero emplea una parte de la jornada de trabajo en cubrir el costo de su sustento y el de su familia (salario); durante la otra parte de la jornada trabaja gratis, creando para el capitalista la plusvalía, fuente de las ganancias, fuente de la riqueza de la clase capitalista".
En el proceso de producción se distinguen dos as­pectos: uno científico y técnico, que aborda las ciencias naturales y la técnica; y otro social, que se refiere a las relaciones económicas que establecen los hombres en dicho proceso, es decir, las relaciones sociales de producción.
Así lo discierne Engels en 1859 en el prólogo a "Zur kritik der plitischen oekonomie" (Crítica de la Economía Política) de Marx: "La tesis de que el modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social, polí­tica y espiritual en general; de que todas las relacio­nes sociales y estatales, todos los sistemas religiosos y jurídicos, todas las ideas teóricas que brotan en la historia, sólo pueden comprenderse cuando se han comprendido las condiciones materiales de vida de la época de que se trata y se ha sabido explicar todo aquello por estas condiciones materiales; esta tesis era un descubrimiento que venía a revolucionar no sólo la economía política, sino todas las ciencias históricas (y todas las ciencias que no son naturales, son históricas). No es la conciencia del hombre la que de­termina su ser, sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia".
"El objeto de estudio de la economía política no permi­te ser abordado, como en otras ciencias, mediante la experimentación en un laboratorio para comprobar la exactitud de las teorías- dice el economista argentino Gerardo Vera-. Es necesario abstraer de los acontecimientos históricos las relaciones necesarias entre los fenómenos. Para ello hace falta contar con un método de análisis científico capaz de abordar la complejidad de los fenómenos en su desarrollo y en su unidad con los demás fenómenos".
Este mé­todo es el materialismo dialéctico desarrollado por Marx: "Cuando analizamos las formas económicas, por otra parte, no podemos servimos del microsco­pio ni de reactivos químicos. La facultad de abstraer debe hacer las veces del uno y los otros. Para la so­ciedad burguesa la forma de mercancía, adoptada por el producto del trabajo, o la forma de valor de la mercancía, es la forma celular económica. Al profano le parece que analizarla no es más que perderse en meras minucias y sutilezas. Se trata, en efecto, de minucias y sutilezas, pero de la misma manera que es a ellas a que se consagra la anatomía microscó­pica" (Karl Marx, Prólogo de "Das Kapital", El Capital, 1864).