20 de junio de 2021

Panait Istrati, un vagabundo atormentado

En apenas doce años, entre 1923 y 1935, Panait Istrati consiguió una repentina y fulgurante celebridad, tanto como escritor autodidacta como sindicalista y activista político en favor de las clases proletarias. El vagabundo atormentado, el errante incansable, el rebelde que tomó el camino de los perdedores había nacido el 10 de agosto de 1884 en
Brăila, Rumania, y vivió su infancia como un muchachito educado, tímido, cuidadosamente vestido. Su aspecto contrastaba con el de los chicos con quienes se codeaba en los suburbios miserables de su pueblo a orillas del Danubio, donde vivía con su madre.
Prefería la lectura y el trato con los adultos a la compañía de esos muchachos; sin embargo se hizo amigo particularmente de uno de ellos: un corpulento brutal llamado Codine cuyos puños acudían siempre en ayuda de los más débiles. Él fue quien salvó a Panait y a su madre del cólera, llevándolos a una zona campestre y construyéndoles una choza de ramas y cañas. Tiempo después, Codine mató a un amigo que se había convertido en amante de su querida y luego murió de una manera espantosa: su madre le echó dos litros de aceite hirviente en la boca mientras dormía. En 1925, Istrati publicaría un libro que llevaría su nombre y el director francés Henri Colpi (1921-2006) realizaría una película del mismo nombre en 1963.
La madre de Istrati era lavandera y su padre, a quien jamás conoció, un griego contrabandista muerto por los guardias costeros. A los trece años, provisto del certificado de estudios primarios, dejó la escuela y por algunos centavos redactaba cartas para los enamorados despechados para ayudar a su madre. Después consiguió un empleo como mozo en la taberna de un griego en la que durante un año y medio observó con pasión a los clientes, una humanidad marginada. Luego se empleó un tiempo en una pastelería y más tarde aprendió el oficio de pintor de paredes, oficio que ejercería a menudo en el curso de sus viajes por Grecia, Turquía, Arabia, Siria y Palestina.
Un día conoció a un hombre joven vestido con harapos que, sentado en un banco, leía un libro del cuentista francés Alphonse Daudet (1840-1897). Fue un encuentro decisivo y pronto se hicieron amigos. Mikhail (a quien retrató en el libro que lleva ese título en 1927), era hijo de una rica y noble familia rusa y con él viajó a Bucarest, en donde vagabundeó hasta que el amigo partió hacia Manchuria.
Por entonces empezó a interesarse de manera activa por los problemas sociales, participando en huelgas en el marco de la lucha que sostenían los obreros de su ciudad natal y colaborando en el diario local, por lo que fue arrestado varias veces. Viajó nuevamente a Bucarest en donde se encontró con su amigo Mikhail que había vuelto de Manchuria y trabajó algún tiempo como gestor en una oficina de colocaciones bastante sospechosa, experiencia que utilizaría para su libro “Biroul de plasare” (La agencia de empleos) publicado en 1933.
En el transcurso de una manifestación socialista fue golpeado por la policía y al poco tiempo la junta de revisión lo declaró no apto para el servicio militar por causa de su miopía y del estado de sus pulmones. Viajó entonces con su amigo a Constanza, el puerto más importante de Rumania, en donde encontraron sendos puestos de trabajo como porteros en el hotel Regina. Después de ahorrar un poco, emprendieron viaje hacia Egipto en donde Mikhail trabajó como portero nuevamente mientras él lo hizo como vendedor ambulante y pintor. Tampoco se quedaron allí mucho tiempo: su amigo viajó a Grecia y él se embarcó clandestinamente en un barco francés que iba hacia Marsella. Rápidamente fue descubierto y desembarcado en Nápoles desde donde volvió a Bráila, pasando por Alejandría y Constanza.
Durante los siguientes seis años -entre 1906 y 1912-, viajó constantemente entre Rumania y Egipto. A veces solo, otras con Mikhail; a veces en condiciones financieras precarias, otras con relativa abundancia. Sin embargo, la salud de su amigo se alteró gravemente y antes de morir, quiso volver a Kazan con su familia. Dejó a Panait con la promesa de que si la travesía era demasiado penosa y sufría demasiado se arrojaría al mar, pero, si todo salía bien, le escribiría desde Odessa. Panait nunca recibió esa carta.
Fervoroso socialista, sus primeros escritos datan aproximadamente de 1907 cuando comenzó a enviarlos a periódicos socialistas rumanos. El primero que se publicó fue el artículo titulado “Hotel Regina”, que apareció en “România Muncitoare”, periódico donde también se editarán sus primeros cuentos: “Mântuitorul” (El redentor), “Calul lui Bălan” (El caballo de Bălan), “Familia noastră” (Nuestra familia) y “1 Mai” (Primero de Mayo). También colaboró con otros periódicos socialistas como “Adevărul”, “Dimineaţa” y “Viaţa Socială”.


En plena Guerra de los Balcanes, el director de un semanario socialista con quien había participado en las luchas políticas, le dio dinero y una carta de recomendación para uno de sus amigos instalado en París en donde tenía un negocio de zapatería. Allí fue albergado y trabajó durante algún tiempo. Cuando regresó a Rumania se enamoró de una militante socialista judía, Zoitra, con quien se casó. Comenzó a trabajar con regularidad, pero el oficio de pintor era nefasto para su salud. Entonces compró una casa bastante deteriorada de los alrededores de Brăila y se dedicó a la cría de cerdos. El criadero daba buenos resultados, pero su matrimonio comenzó a agrietarse: su mujer se aburría en el campo y las peleas -que incluían golpes- se hicieron frecuentes.
Agotado y con mala salud, vendió sus cuarenta cerdos, abandonó a su mujer y atravesó la frontera suiza el 30 de marzo de 1916. Allí, con la esperanza de sanar de su tuberculosis, debió internarse en un sanatorio de la comuna de Leysin, donde otro paciente, el periodista y militante sionista suizo de origen ruso Josué Jéhouda (1892-1966), le enseñó francés y le hizo leer las obras y los artículos en la prensa suiza de Romain Rolland (1866-1944). El pensamiento del autor francés entusiasmó a Istrati, quien decidió en ese momento convertirse en escritor, relatando sus experiencias. Como pensó hacerlo en lengua francesa, duplicó su atención para aprender el idioma y copió el diccionario francés-rumano en fichas con las que empapeló las paredes de su cuarto. Después le escribió una carta a Rolland contándole su proyecto, pero su envío le fue devuelto. A cambio, recibió una tarjeta que le anunciaba la muerte de su madre.
A comienzos de 1920 se instaló en una pequeña aldea suiza de habla francesa donde ejerció su oficio de pintor. Allí se enamoró de una mujer joven, Yvonne, que estaba casada. Esa relación provocó un escándalo y las autoridades administrativas lo expulsaron del cantón. Huyó con la mujer a París en donde alquiló dos piezas en Montmartre, pero la armonía de la pareja rápidamente se desvaneció. Entonces viajó a Niza, en donde trabajó como vendedor ambulante y empleado en una librería. Pronto se quedó sin recursos y sin techo, durmiendo a la intemperie. Deprimido, el 3 de enero de 1921 se cortó la garganta con una navaja. Enterado por un diario de Niza de esa tentativa de suicidio, su antiguo compañero de habitación en el sanatorio de Leysin fue a visitarlo al hospital y allí descubrió la carta destinada a Romain Rolland -devuelta por el correo- de la que Istrati no se separaba nunca y le prometió hacerla llegar a destino. Ni bien salió del hospital, trabajando en una mudanza, una piedra le aplastó los dedos, un accidente que derivó en la amputación de una falange.
Entre tantas desdichas, finalmente, recibió la respuesta de Rolland que lo alentaba para que escriba, “para que haga una obra densa”. Se estableció entonces una correspondencia entre ambos que duró un año, tiempo en el que para vivir, Istrati se convirtió en fotógrafo ambulante. Para comienzos de 1922 volvió a París, a casa de su amigo el zapatero. Este le propuso alojarlo y alimentarlo mientras escribía su obra. Así, se instaló en los alrededores de París, cerca de Thiel, en donde una joven costurera alsaciana, Ana, que conoció en el tren París-Niza, lo visitaba a menudo. De todas maneras, la relación fue tormentosa, atravesada por violentas peleas. Istrati trabajó con ardor luchando con el idioma francés pero el frío invernal lo echó de su habitación de Thiel.


Regresó a la zapatería parisina en donde le arreglaron el subsuelo del negocio para que pudiera trabajar y dormir. Allí terminó “Oncle Anghel”  (Tío Anghel) y empezó “Kyra Kyralina”. En enero de 1923 envió a Romain Rolland el manuscrito de “Kyra Kyralina” que había escrito en tres meses. Rolland se entusiasmó con la obra y le escribió: “Pocos escritores pueden igualarlo”. Sin embargo, el libro debió ser corregido y de hacerlo se encargó el escritor Jean Richard Bloch (1884-1947). Finalmente, el 15 de agosto de 1923 apareció en la revista “Europe” la primera parte de la novela y luego fue publicada íntegramente por la prestigiosa casa editorial Éditions Rieder. Años más tarde, durante la Guerra Civil Española, la renombrada activista anarquista española Lola Iturbe (1902-1990) firmaría los artículos que publicaba en la revista “Mujeres libres” bajo el seudónimo de Kyra Kyralina.
Rolland que lo había llamado “el nuevo Gorki de los países balcánicos”, lo invitó a pasar quince días en su casa de Villeneuve. Allí lo animó a escribir relatos para publicarlos en “Clarté”, la revista afín al comunismo de entonces que coeditaba junto a Henri Barbusse (1873-1935). Pronto publicó la novela “Codine” (El bruto) que contenía muchos aspectos de su desdichado pasado. Por entonces ya se había convertido en uno de los escritores más apreciado dentro del movimiento obrero.
En la primavera de 1924 ya era un escritor francés. Apenas le quedaban once años para escribir todo lo que tenía que decir. En lo sucesivo, se dedicó únicamente a su nuevo oficio, a su profunda vocación, lo que lo llevó a considerarse a sí mismo como un “obrero de la pluma”. Así aparecieron “Oncle Anghel” (El tío Angel, 1924), “Les haïdoucs” (Los bandidos, 1926), “Les récits d'Adrien Zograffi” (La vida de Adrián Zograffi, 1927), “Les chardons de Baragan” (Los cardos de Baragan, 1928), “Le pécheur d'eponges” (El pescador de esponjas, 1930) y “La maison Türinger” (La casa de Turingia, 1933). Las obras, escritas en el francés rústico que había aprendido de la mano de su amigo Jéhouda, estaban en general protagonizadas por personajes desilusionados, con sobrecogedoras vivencias pero anhelantes de vivir algún día en un mundo feliz. Todas ellas fueron acogidas calurosamente por la crítica literaria.
Mientras escribe sin parar, se casa con la costurera para vivir en París y luego en Niza, pero al poco tiempo ella lo abandonó. En 1927, Panait Istrati fue uno de los pocos escritores europeos invitados a la Unión Soviética para los festejos del décimo aniversario de la Revolución. La invitación provino del revolucionario búlgaro Christian Rakovsky (1873-1941), a la sazón diplomático, y considerado como la mano derecha de León Trotsky (1879-1940), el líder de la oposición de izquierda. Lleno de entusiasmo, viajó el 15 de octubre y se quedó durante dieciséis meses, visitando el Cáucaso, Georgia, Ucrania, Crimea y la República Moldava. En Moscú, conoció a Nikos Kazantzakis (1883-1957), y con él hizo una corta estancia en Atenas en donde, en una conferencia de prensa, denunció la situación política y social de Grecia, lo que provocó que lo expulsaran del país.


De regreso a la Unión Soviética extendió sus visitas a lugares más remotos del país, como la Moldavia, Nizhni Nóvgorod, Bakú y Batumi. Istrati se decepcionó con la dictadura de Stalin y fue uno de los primeros intelectuales en mostrar públicamente sus discrepancias y críticas denunciando la persecución de los viejos bolcheviques y las purgas en masa. De nuevo en Moscú, se enteró de que el historiador Victor Serge (1890-1947), de quien era amigo, estaba en la cárcel desde hacía un mes sin que se conociera el motivo. Obtuvo una audiencia del secretario de la policía secreta soviética y pidió por su liberación. Inclusive llegó a ser recibido por Mikhail Kalinin (1875-1946), presidente del Comité Central, pero la terrible maquinaria estalinista ya estaba en marcha y el proceso continuó. Años después, Serge diría en su memorias sobre Istrati: “Escribía sin tener la menor idea de la gramática y del estilo, pero como poeta nato, era un enamorado con toda su alma de varias cosas simples: la aventura, la amistad, la rebeldía, la carne, la sangre. ‘Yo no soy teórico, pero entiendo el socialismo de otra manera’ me dijo una vez. Se necesitaba un refractario de nacimiento como él para resistir a todas las tentativas de corrupción y para salir de la URSS diciendo: ‘Escribiré un libro entusiasta y doloroso donde diré toda la verdad’. La prensa comunista lo acusó inmediatamente de ser un agente de la Seguridad rumana”.
Por entonces el sanguinario dictador Iósif Stalin (1878-1953) ya ostentaba el poder absoluto en la Unión Soviética y había deportado a Trotsky, su principal opositor, a Kazajistán. Años más tarde, socialistas, anarquistas, opositores y hasta miembros del Partido Comunista Soviético como Grigori Zinóviev (1883-1936), Lev Kámenev (1883-1936) y Nikolái Bujarin (1888-1938), sus antiguos aliados, serían fusilados durante los Procesos de Moscú -la llamada Gran Purga-, aquel fraudulento proceso judicial que, bajo las órdenes de Stalin, fue llevado adelante entre 1936 y 1938 fiscalizado por Andréi Vyshinski (1883-1954).
Istrati fue un adelantado en la denuncia de la “revolución traicionada” y en su momento no fue comprendido. El 15 de febrero de 1929, salió de la Unión Soviética profundamente descorazonado. Nueve meses después publicó el relato de su viaje en tres volúmenes titulados “Vers l'autre flamme” (Hacia la otra llama). De hecho, sólo el primer volumen fue escrito por él, el segundo fue redactado por Serge y el tercero por Boris Suvarin (1893-1984) dos notables opositores de izquierda. Aceptó que los tres libros apareciesen con su nombre para asegurar su mejor difusión. Por supuesto, la aparición de este libro significó su ruptura con el comunismo oficial. Sus ideas se orientaban claramente en el esquema de la oposición trotskista: había que recuperar las conquistas de la revolución frente a los burócratas que la traicionaban. Su publicación hizo que la prensa comunista oficial lo convirtiera en uno de sus blancos favoritos. Panait fue tratado de renegado, resentido, mal escritor y traidor. Incluso el propio Rolland -ferviente estalinista- se separó definitivamente de él. La trilogía fue traducida al castellano por el periodista socialista Julián Gorkin (1901-1987) y fue gracias a su amistad con Vicente Blasco Ibáñez (1867-1928) que la editorial que éste dirigía comenzó a editar a Istrati en España.


En 1929 y 1930 fue varias veces a Rumania y en una de esas estadías conoció a una estudiante de química, Marguerite, y se casó por tercera vez. Su salud estaba cada vez peor. Volvió a Niza para pasar allí el invierno y comenzó a escribir la que sería su última obra “Mediterranée” (Mediterráneo), en la que contó su vida, desde el primer viaje a Egipto hasta su partida para Francia. A pesar de la estrecha vigilancia a la que era sometido por la policía secreta rumana, el 8 de abril de 1933 publicó un artículo en la revista francesa “Les Nouvelles Littéraires” titulado “L’homme qui n’adhère à rien” (El hombre que no se adhiere a nada). Tal vez por temor a represalias y a instancias del activista Mihai Stelescu (1907-1936) también escribió para el periódico rumano “Cruciada Românismului”, un medio vinculado al partido político fascista Garda de Fier (Guardia de Hierro). Sería una escuadra de ese partido la que, poco después, asesinaría a Stelescu y asaltaría y agredería varias veces al propio Istrati.
A principios de la primavera de 1935 volvió a Rumania con la intención de pasar algún tiempo en su casa de Brăila, debatiéndose entre la enfermedad y las dificultades financieras. A cambio del derecho de propiedad absoluta de su obra literaria, pidió ayuda a la Fundación Real Carol II, pero ya no quedaba más tiempo.
Aislado y desprotegido, Panait Istrati murió en el Sanatorio Filareto de Bucarest el 16 de abril de ese mismo año. Su cuerpo fue enterrado en el cementerio de Bellu y, a partir de entonces, sería olvidado incluso por la izquierda socialista y libertaria. Sólo tras la muerte de Stalin en 1953 fue rehabilitado en su tierra natal. En 1984, en el centenario de su nacimiento, su obra resurgió con nuevo empuje en Francia y Rumania produciendo así una suerte de rehabilitación, tanto de su persona como de su obra.